La habilidad para comunicarse eficazmente es esencial a todos, pero el éxito profesional de un gerente depende tanto de su habilidad para comunicarse como de cualquier otra aptitud y porque no también actitud. La buena comunicación contribuye a la mejor ejecución y consecución de los objetivos y metas plasmados en los planes estratégicos.

Obtener la aceptación de las políticas, lograr la cooperación de los demás, hacer que las ideas y las instrucciones se entiendan con claridad y efectuar los cambios que se desean en la ejecución, contribuyen a la eficiencia en las comunicaciones y evita que las mismas se distorsionen.

Un gerente que pretende ser eficiente y eficaz debe tener la capacidad de transmitir a sus subordinados sus pensamientos, planes y conocimientos, para que ellos ejecuten las labores.

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La comunicación es esencial para actuar, pues ayuda a poner al grupo en acción de acuerdo con el plan adoptado y paralelamente el saber ejercer la función de liderazgo, para poder lograr que el trabajo sea realmente participativo.

Es difícil administrar con éxito sin la suficiente habilidad para comunicarse.

El dicho popular “saber es poder”, debiera ser modificado para que dijera: “El saber aplicado es poder”. Y para aplicarlo se requiere una comunicación eficaz.

Comunicar, según el diccionario de Webster, significa “compartir, dar a otro o intercambiar pensamientos, opiniones o informes”.

El no hacer caso o mostrar indiferencia a la respuesta del que escucha es fatal para una comunicación eficaz.

Esto nos lleva al enunciado fundamental de que toda comunicación se mueve en dos direcciones. Puede iniciarse por diversos medios: de palabra, por escrito, por señales y por impresiones materiales, en tanto que el receptor puede usar los mismos medios o ninguno, es decir, el silencio.

La idea del silencio como un medio comunicativo puede parecer nueva, pero en la práctica es uno de los más comunes.

La comunicación debe ser reciproca:

Para administrar bien, es esencial reconocer que la comunicación ha de ser recíproca, pero en muchas empresas solo parecen dar importancia al aspecto de informar, enseñar y ordenar a los subordinados; y aunque esto es útil constituye comunicación en una sola dirección y no toma en cuenta la respuesta de la experiencia de los trabajadores o sus reacciones a la comunicación.

La eficacia de un trabajador depende mucho de que comprenda y acepte lo que su jefe quiera que haga; y este da a conocer sus deseos por medio de la comunicación y debe ser clara y precisa para que su cumplimiento sea completo y satisfactorio.

Cuando algo marcha mal dentro de la empresa, debido a la interrupción en la comunicación entre el empleado y su inmediato superior, pocas veces se deberá a la falta de conocimientos técnicos del supervisor, sino más comúnmente al empleo excesivo de conocimientos técnicos o más concretamente, a la falta de habilidad para hacerlos llegar a los subalternos.

Transmitir con claridad lo que se desea comunicar:

La comunicación eficaz depende fundamentalmente de saber con claridad qué es lo que uno quiere comunicar, entender bien lo que otros digan y hablarles o escribirles en sus propios términos.

Si existen distorsiones en las comunicaciones dentro de las empresas, es probable que las instrucciones que fluyen tanto en forma vertical y/o horizontal no sean comprendidas como debe ser, lo que de hecho podría afectar la consecución de los planes y objetivos trazados dentro de un mercado si bien pequeño, complejo y cada vez más competitivo.

Las estructuras verticalistas de algunas organizaciones deberán ir siendo reemplazadas en forma sostenida por la descentralización horizontal, a través de la asignación de niveles de responsabilidades y facultades de mando y toma de decisiones.

Tenemos que saber capitalizar los beneficios implícitos de buenos canales de comunicaciones dentro de la empresa, pues el individualismo y concentración de poder en uno o dos ejecutivos ya son anacrónicas para las empresas modernas y competitivas y debemos superarlo positivamente en bien de nuestras organizaciones y de nosotros mismos.

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