• Por Eduardo “Pipó” Dios
  • Columnista

No debe dejarnos de llamar la atención la repentina furia de la justicia brasileña, bueno, de un juez estadual de Río de Janeiro, para pedir, sin ningún fundamento real ni prueba alguna, más que deducciones a partir de fotos de una supuesta carta que no existe (y esto no lo digo yo señor, lo dicen prestigiosos abogados, sin ningún viso de “cartistas”, sino que todo lo contrario, entrevistados por los furiosos anticartistas de la calle Yegros).

El mismo jurista, cuya postura tomó desprevenidos a los del partido político Abc Color, deja claramente explicada una teoría que sí tiene mucho fundamento: La famosa renegociación del Tratado de Itaipú.

¿Y qué tiene que ver esto?, dirá usted. Mucho señor, el Brasil sabe que Honor Colorado, o el cartismo como les gusta decir por ahí, es la fuerza más poderosa dentro de la ANR y que, muy probablemente sea poder en el 2023 nuevamente. Sabe además que es Honor Colorado el que sostiene actualmente a Mario Abdo en el poder, luego de salvarlo sobre la hora del juicio político. Sumada a la temeraria acusación del juez carioca, aparece una, también temeraria, acusación contra el ex ministro del Interior y actual fefe de Gabinete y mano derecha del presidente de la República, sobre supuestas coimas o pedidos de coima para favorecer a reos y prófugos de la justicia brasileña. También las pruebas distan de ser contundentes, sobre todo para acusar a autoridades de un país extranjero.

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Todo esto deja en posición cómoda al Brasil a la hora de apretar a los posibles negociadores, a la hora de sacar ventajas justas y sobre todo injustas para el Brasil de cara al futuro de la mayor hidroeléctrica del mundo.

Claro, eso a determinados actores de la prensa y la política o de la prensa-política y corporativa del país poco les importa, ya que la necesidad urgente pasa por “sacarse a sus rivales” de encima a como dé lugar, sin importar consecuencias posteriores para el país, ni respetar leyes y menos aún, los derechos de los acusados.

Estemos atentos, el tiempo siempre termina poniendo las cosas en su lugar, chille quien chille o maúlle quien maúlle.

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