• Por Prof. Dra. Florencia del Puerto, categorizada PRONII 1 y miembro del IICS-UNA.

Soy bióloga, egresada de la FACEN-UNA. Hice una maestría y un doctorado relacionado a los linajes de tripanosoma cruzi e inmunogenética del mal de Chagas en la Universidad de Nagasaki, Japón, a través de las becas del Ministerio de Educación Cultura y Deportes del gobierno japonés.

Trabajo desde el 2004 como docente investigador en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Salud de la UNA (IICS-UNA) y desde el 2013 enseño en la FACEN-UNA, primeramente como encargada de cátedra y actualmente ya como profesor asistente de las materias de Genética molecular e Introducción a la Biotecnología de la carrera de Biotecnología.

También soy profesora de Fundamentos de Genética del departamento de Educación a Distancia de la FACEN-UNA. Estoy categorizada PRONII 1 en el CONACYT y soy miembro del comité de ética del IICS-UNA.

Volví de hacer mi postgrado en Japón a fines del 2012 y en el 2013 empiezo liderando la línea de investigación sobre malaria en el IICS-UNA. ¿Por qué malaria en un país como el nuestro, cuando parece más bien una enfermedad de países africanos? Pues, Paraguay fue prácticamente un país endémico en los años 40 y desde entonces el Gobierno realiza varias actividades para luchar por eliminar esta enfermedad. En el 2011 se registra el último caso autóctono y se redoblan los esfuerzos por obtener la certificación de país libre de malaria.

En ese contexto puse en marcha el diagnóstico molecular de la malaria para monitorear la presencia o no de casos asintomáticos, detectar casos importados que por el método gold estándar de microscopía no se puede dilucidar, debido a la morfología similar entre algunas especies de parásitos plasmodios, causantes de la enfermedad, evaluar la existencia de reservorios silvestres para el parásito y evaluar la existencia o no de parásitos circulando silenciosamente en vectores.

Todo esto permitió generar ya varias publicaciones científicas en el área, en revistas nacionales e internacionales. Esto fue posible también gracias a los fondos del programa Prociencia, que a través del Conacyt permite crear y fortalecer líneas de investigación de jóvenes investigadores como fue mi caso. En ese contexto pude adquirir dentro del programa de Fortalecimiento del equipamiento tecnológico del Conacyt un fotodocumentador con captación de quimioluminiscencia, único en el país, y que se encuentra disponible en el IICS-UNA. Constituyendo una inversión de G. 335 millones para los que hacemos ciencia y trabajamos con hibridación de ácidos nucleicos.

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