Ser presidenta de una fundación que lleva adelante un proyecto para beneficiar a miles de compatriotas es un gran privilegio. No solo porque me da la oportunidad de trabajar al servicio de ellos, sino porque en el camino he conocido a personas entrañables que me han enseñado muchísimo. Y me han ayudado a reflexionar sobre las riquezas y las carencias que tenemos en nuestro país.

Una de esas personas es doña Sara. Ella es una señora de edad que vino de Piribebuy para acompañar a su hija y ayudarla a criar a sus tres nietos. Sara es una mujer tremendamente trabajadora, de esas que no se achican ante las adversidades, que se juega el alma para ayudar a los suyos y siempre está dispuesta a dar una mano al que necesita. El otro día coincidimos de casualidad y me contó lo preocupada que estaba por el futuro de nuestros niños. “Yo no fui casi a la escuela porque en mi época era difícil y eso me hizo sufrir mucho de grande. Ahora veo que los niños dejan de ir a la primera de cambio y me desespero”, me decía. Y tiene mucha razón.

En Paraguay el índice de deserción escolar es preocupante. Se estima que seis de cada 10 niños no terminan la educación media y más de 50.000 se encuentran fuera del sistema educativo en la enseñanza primaria, según cifras oficiales. A la situación económica de las familias, que empuja a los chicos a trabajar desde temprana edad, se suma la poca estimulación durante los primeros años de vida del niño, que eleva también los índices de repitencia, según destacan informes de Unicef. Y así como dice doña Sara, un niño o adolescente que no estudia está condenado a formar parte de las estadísticas de personas sin oportunidades o herramientas para enfrentar la pobreza, ya que no recibe las instrucciones cognitivas necesarias para su crecimiento.

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La educación es la gran deuda del Estado; del nuestro y de muchos en la región y en el mundo. Y nos debe ocupar a todos ahora. Por eso celebro iniciativas como las que se están llevando a cabo desde la Oficina de la Primera Dama con la incorporación del know how de la Fundación Education Above All (EAA), que tiene una vasta experiencia en el trabajo de empoderar a los niños a través de la educación. EAA y sus asociados han prestado apoyo a más de 10 millones de niños y niñas sin escolarizar en 50 países, dándoles acceso a la educación, muchos de ellos refugiados o desplazados dentro de sus naciones.

Es muy bueno tener el apoyo de organismos internacionales especializados, pero también sería muy bueno que nuestras autoridades aprovechen estas oportunidades, no solo para la foto oficial. Que los programas se implementen de la manera en que están planificados, que lleguen a los niños que realmente lo necesitan, que haya controles y evaluaciones. Que haya resultados tangibles. Doña Sara se propuso que sus nietos no falten ni un solo día a la escuela, salvo en algún caso de extrema necesidad. Y su iniciativa me emocionó. Porque si queremos dejar huella necesariamente debemos prestar atención a las nuevas generaciones. Y entender de una vez por todas que la infancia nos necesita. Hoy, en el presente, y no mañana.

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