• Por el Dr. Carlos Morínigo
  • Profesor, neumólogo, ex ministro de Salud

Está en nuestro “karaku”, en el alma, dos características que enamoran al mundo: la “solidaridad y hospitalidad”, pero como todo tiene su inicio, recurrí a Fabián Chamorro, historiador, para que me ayude a relatar cómo eran nuestros antepasados paraguayos.

Desde que el paraguayo fue independiente y tuvimos identidad allá por 1811, los escritos relatan y muestran la hospitalidad y solidaridad de nuestra gente a foráneos y extranjeros invitándolos a sus casas a comer, a descansar prestándoles la hamaca para dormir la siesta, costumbre arraigada de la época; cuentan que, inclusive, los caballos que eran medios de transporte de lujo se prestaban para hacer sentir bien al foráneo. Esto se veía más en la gente del interior.

Lastimosamente, luego vino la Guerra Guasu (1864-1870), evento que sacó lo peor del ser humano, por la aniquilación de nuestro pueblo. En esa época todos perdieron un padre, una madre, un hijo, y pasó una generación para que nos recuperemos auténticamente de esta debacle y violación a la cual fuimos sujetos. Este hecho, definitivamente, tuvo una repercusión en el comportamiento del paraguayo.

Luego volvemos a encontrar muestras de solidaridad en los periódicos de 1881 con los primeros colonos alemanes que se instalaron en Areguá, San Bernardino, zona de Altos, donde la población y el gobierno apoyaron a los foráneos.

En los años convulsionados de 1904 y 1912 por las revoluciones, familias perseguidas eran acogidas por los pobladores, se les daba comida y techo sin importar el partido político al que pertenecían. Un ejemplo es cuando Villarrica fue tomada en 1922 por la revolución, varias familias fueron ocultas a Yataity, misma eventualidad en la revolución de 1947.

La Guerra del Chaco es otro claro ejemplo del “ser paraguayo”, desde la sociedad civil se crearon colectas para poder asistir a las familias que habían perdido hijos o esposos en el frente de batalla, colecta con el nombre de “vaso de leche” para los mutilados de la guerra, una donación de “oro para la victoria”, donde se daban las joyas para recaudar y comprar armamentos. Estas colectas se realizaban en todo el territorio.

Pero ¿por qué decidí escribir sobre esto? Conozco, siento y vivo con personas que hoy en día sobreviven a sus dolencias y necesidades gracias a la solidaridad del pueblo. Me refiero al tema salud, tenemos compatriotas abandonados a su suerte con un Estado ausente, que no da respuestas a sus necesidades que, humanitaria y constitucionalmente, les corresponde.

Seguimos siendo solidarios, haciendo rifas, vendiendo panchos y pizzas en los hospitales para tener alimentos e insumos para nuestros pacientes, seguimos corriendo maratones por hospitales. Se volvió parte de nuestra esencia, es automático ayudar para que no falte nada.

La desidia e inoperancia de los que están a cargo de las entidades sociales llega al punto del hartazgo y los paraguayos no nos merecemos esto. Necesitamos de “gente” comprometida que asista, que palpe y sienta la necesidad, que dé solución con políticas públicas inclusivas, que salga de su comodidad y trabaje para todos, no solo para su “gente”. Deben hacerse cargo de los sectores más vulnerables y las familias que atraviesan traumas por lo que viven el día a día.

Conocí a Violeta de los Ángeles (quien se encuentra en coma por supuesta negligencia médica), y seguro hay cientos de niños que requieren de la solidaridad del “Estado”, mientras se ponen las pilas los de arriba, sigamos demostrando todos los paraguayos por qué somos la nación más solidaria y hospitalaria del mundo.

Amén.

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