• Por Augusto dos Santos
  • Analista
  • @Augusto2s

1) “Vivo en el número siete, Calle Melancolía; quiero mudarme hace años al barrio de la Alegría, pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía”.

Chile sigue siendo un asunto sobre el cual se diría que los que pueden entender simulan no entender y los que no entienden opinan con generosidad. La síntesis y el reduccionismo de barataria sigue presidiendo el análisis político. Creer que lo que pasa en Chile es razón de un choque de izquierdas y derechas es como plantearse que el desencanto con Maduro es solo un invento de la derecha.

Chile es un país con avances significativos, quizás los más importantes de la región en varios rubros, lejos del caso de Venezuela donde se deficitó en todos los órdenes; hubo sí un factor determinante que termina generando la chispa: la brecha social. Ello sentencia que no se puede diseñar el desarrollo económico de las naciones relegando las políticas sociales. Es el típico gigante con pies de barros que en algún momento va a conmoverse en su estructura.

Es prioritario que los países desarrollen su macroeconomía, sustenten sus índices económicos, salgan del “descenso” y tengan sus finanzas saneadas; pero siempre “el tranvía” de Sabina debe estar allí, aguardando el paso de los sectores más relegados que –a su vez– quiere subirse a gozar de tales avances.

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Sea como fuera, Chile tiene una salida menos complicada que otras regiones como la citada Venezuela, porque tiene institucionalidad, la transparencia de su juego democrático no está en cuestión, sus empresas y actores económicos tienen una tradición de buen desempeño y cuenta con buena performance en su relación financiera con el mundo. Chile tiene que hacer esfuerzos para reparar tal asimetría. Tiene mejores condiciones que muchos de los países de la región para subir a todos “Al barrio de la Alegría”.

2) “De ti depende y de mí que entre los dos siga siendo ayer noche, hoy por la mañana”.

Es muy difícil que el Gobierno logre una estabilidad política razonable por una muy sencilla razón que de a poco se puede ir descubriendo: probablemente el Presidente leyó –como todos– los libros de “autoayuda política”, baratijas que se venden en los anaqueles de enfrente de las librerías, justo allí donde también moran las historias de Coelho y otros sobrevivientes de las empatías de conveniencia. Probablemente allí se encontró con la frase “divide y vencerás”. Pero al parecer nadie le dijo que lo que debía dividir era a sus adversarios y él terminó dividiendo a sus correligionarios. En estos días se sumaron inquietantes razones para pensar en que “la voluntad” de construir una unidad partidaria es tan consistente como un horrible postre de gelatina.

3) “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.

Empieza de nuevo la ruleta rusa por el gobierno de Asunción. Es la búsqueda frustrante de un buen gobierno para la capital de la República que es “como añorar lo que nunca jamás sucedió”. Lo peor es que ya empezó la mismísima réplica de todos los años en que toca elegir a un alcalde para Asunción: priorización de la lucha interna, la insufrible venta de quienes pueden ser intendente “con eficiencia” con la misma cantinela como todos los demás intendentes que fracasaron nos ofrecieron eficiencia, ese olor a que se va a usar muchísima plata para promocionar a media docena de valores que nunca nos van a hablar sobre cómo hacer para salir del lodo sino solo van a usar dos o tres técnicas de marketing político para “ensartarnos” de nuevo.

Es oportuno que ahora los medios y los ciudadanos exijan –de entrada– a los postulantes planteos serios, concretos, constatables, medibles, sobre dramas comunitarios que están allí tan firmes como siempre: el problema del tránsito, la mugre en las calles, una solución laboral para los cuidacoches y limpiavidrios, alguna idea sobre cómo regular el crecimiento de Asunción, algún plan sobre cómo sacar el palo politiquero de la rueda de obras que ya deberían estar funcionando como el metrobús, alguna orientación sobre cómo hacer con los baches y diez asuntos más. Que dejemos –en fin– de añorar lo que nunca jamás sucedió: un buen gobierno municipal de Asunción.

4) Peor para el sol, que se mete a las siete en la cuna del mar a roncar, mientras un servidor, le levanta la falda a la luna.

La pregunta que formulamos no da pie a ambigüedades: ¿Hasta cuándo seguiremos jugando a los pelotudos peligrosos con el presupuesto?

Hasta cuándo ministros, políticos, congresistas, periodistas seguiremos replicando la misma cantinela de debatir durante 6 meses con supuesta seriedad un presupuesto que terminará siendo tan tergiversado como la vieja caña de Quiindy. Hasta cuándo nos prestaremos a un juego estúpido de admitir que cada cinco años elegimos a un presidente y este escoge a un ministro de Hacienda y este a su vez genera un plan de gastos (como legalmente corresponde) para que finalmente sus propios colegas ministros, congresistas y la voraz clientela política terminen por engordar el presupuesto hasta límites insostenibles. Hasta cuándo debatiremos al sol el plan de gastos durante meses, con todos los chiches de las audiencias públicas y los debates mediáticos para que finalmente, en la noche oscura de la prebenda “un servidor –la mala política– le levante la falda a la luna” (nosotros todos).

Gracias Joaquín.

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