Para remover a Patricia Samudio del cargo que ocupa al frente de Petropar, el pueblo que lo votó sigue aguardando ver cumplido lo que juró al ser nombrado Presidente, poniendo a Dios como testigo de la sinceridad de su promesa, la cual era cumplir con sus deberes políticos con dignidad y honestidad orientada hacia la consecución del bien común, que hasta la fecha no tuvo principio de cumplimiento.
Al contrario, exactamente al revés de lo prometido, en contra de toda lógica y coherencia, nombró y mantiene en altos cargos del Gobierno a reconocidos “próceres de la ineptitud” –no estoy generalizando–, acusados y denunciados en reiteradas ocasiones en los medios de comunicación por su marcada falta de capacidad y claridad en su accionar, o por atentar contra los intereses del pueblo, v.gr: Patricia Samudio, a quien nombró presidente de Petropar y mantiene en su cargo como una señal de enfrentamiento civil con el pueblo que lo eligió como su Presidente, afectando la propia estructura de la sociedad y su funcionamiento. Desconocemos el porqué, pero por algo ha de ser la “elegida”, quien además desde que se encuentra al frente de la entidad, le generó solo inconvenientes políticos, así como pérdidas económicas a la institución, sin embargo, sigue tan campante.
Recientemente, el pueblo tomó conocimiento que no se pudo realizar la auditoría externa independiente de los estados financieros de Petropar porque no se le proporcionó los datos contables requeridos, conducta que tuvo que ser investigada por el Ministerio Público, pero no ocurrió ni va a ocurrir, y lo que va a pasar es que lo ocurrido corra la misma senda que el “Acta de Joselo” que pasó al olvido por falta de patriotas, como los que dieron sus vidas por nuestro Paraguay en 1865-70 y 1938-35.
La inconducta de la presidente de Petropar, quien encabeza la nómina mano a mano con “El Mariscal de la derrota” de los funcionarios más corruptos del Gobierno, revive la inmortal frase: “usted no sabe con quién habla”, bravuconada apoyada por un padrino o compinche protector que al parecer tiene mucho más peso que el informe de la Contraloría General de la República, que otorgó a Petropar un puntaje bajísimo y lo aplazó en cuanto a la transparencia y gestión, suficiente para que sea destituida y sus antecedentes remitidos al Ministerio Público. Pero eso no ocurre y al parecer, ni va a ocurrir, y permite, respetuosamente, presentir: ¿Será que el Presidente no la puede destituir? ¿Qué sabe Patricia Samudio, por eso sigue en el cargo?, ¿su permanencia en el cargo guarda relación con los dos contratos de importación de combustible que Petropar adjudicó a una sociedad desconocida que presentó la oferta más alta?
El hecho de que Patricia Samudio, le haya negado a la Contraloría General de la República (órgano de control, vigilancia, fiscalización de los bienes públicos y del patrimonio del Estado) los datos que permitan efectuar el control correspondiente de los estados financieros de Petropar y siga en su cargo, supera todo lo imaginable y confirma que, no se cumple con la Constitución Nacional, el juramento, la ley y la frase de Cantinflas “caiga quien caiga”, y que, por autoridad del padrino o compinche protector de la presidenta de Petropar es superior a la autoridad del soberano (entiéndase el pueblo), la Constitución y la ley.
Señor Presidente, el pueblo que lo votó y eligió sigue aguardando ver cumplido lo que juro poniendo a Dios como testigo, que todavía no alcanza a comprender por qué siguen en los cargos algunos “próceres de la ineptitud y corrupción” que nada tienen que aportar, limitando las posibilidades de individuos probos con aptitud y capacidad integren su gobierno y aporten para continuar con el engrandecimiento de nuestro Paraguay.