EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alexnoguera230@gmail.com
Tantas veces he criticado ácidamente a estas generaciones de jóvenes llamadas Millennials o Generación “Y”, así como a la posterior denominada “Z”; la primera nacida entre 1980 y 1999 y la otra desde el año 2000 en adelante. Y es que desde mi perspectiva de Generación “X”, son haraganes y viven en una burbuja, dentro de su tecnología (internet), lejos de la realidad.
Sin embargo, esta semana, un hecho hizo que dudara acerca de quién tiene la razón: o el cavernícola de la “X” (o sea yo) o los de la “Y” o los de la “Z”. No sé. Tal vez alguien me pueda ayudar a resolver esta duda.
El “click” de este interrogante comenzó debido al calor. No es que el Sol me calentó la cabeza ni mucho menos, al contrario. Por compromiso fui invitado a un club en el que todos estaban elegantemente trajeados. Como en el salón había mucha gente, salí y sin querer el azar me llevó hasta donde tres jóvenes departían de una manera bastante adulta, pese a que las edades de nuestros protagonistas no alcanzaban los 20 años. No, ni siquiera arañaban los 18...
Un tanto frustrado porque después de tres semanas de “intensa” dieta para el acontecimiento social, mi panza seguía estirando peligrosamente todos los botones de mi saco –así que físicamente ellos llevaban ventaja– no me quedaba más que valerme de mi intelecto, con el cual debía golear a esos “pendejos”, pensé. Primera equivocación.
Así que me acerqué despacio de modo a enterarme acerca del tema de la plática y así poder desplegar todo mi arsenal de conocimientos.
Tras unos minutos de escucharlos... decidí seguir escuchando porque el nivel que llevaba la charla me dejó en offside. Pensé que hablarían en idioma de “nano chips” o de “terabytes”, pero no. Uno le informaba que en no sé que página decía que, efectivamente, el Parlasur había ratificado que el Jardín Botánico era patrimonio del Mercosur. La noticia no sorprendió al grupo, pues evidentemente estos “chicos” estaban –extrañamente (según yo)– actualizados. Así que el de al lado agregó que no era raro, puesto que el lugar tiene 110 hectáreas de bosques naturales autóctonos (considerado uno de los pulmones del Paraguay), donde conviven unas 70 especies de animales silvestres...
No pienso aburrir a nadie repitiendo todo lo que dijeron, pero se me quedó en la memoria datos que yo no sabía, como que ademas de ser patrimonio natural, también es cultural, histórico, arquitectónico y socioambiental.
–“Estamos fregados”, anunció uno. Pensé que habían descubierto mi chusmerío, así que le metí un trago a mi cerveza y esperé algún comentario para el entrometido (ese era yo), pero me equivoqué nuevamente.
–“Sí, estamos fregados”, ratificó el de al lado. Y seguidamente opinó que no es casualidad que cada vez haga más calor, que los gigantescos incendios sean cada vez más comunes en todo el planeta y citó: el Chaco, Bolivia, Amazonía, Tailandia, España y ahora California.
–“Están cortando todos los árboles”, acusó otro. “Y dicen que con maquinarias los trasladan de lugar, como si eso sirviera. Es puro marketing. Nadie hace el seguimiento de cuántas de esas plantas trasladadas siguen y seguirán viviendo. Menos con este calor”.
–“Están locos o son demasiado ignorantes o ambiciosos suicidas. Cambian la frescura de la vegetación que es sustentable y proporciona oxígeno por acondicionadores de aire que calientan cada vez más y consumen energía, además de que esos aparatos tienen vida útil y se descomponen”.
–“Pero no te das cuenta de que a alguien le conviene que se pague por la electricidad...”
En ese momento recordé cómo hacía poco tiempo la reactancia de uno de los equipos fluorescentes de mi casa había echado llamas y de no haberme percatado fortuitamente habría sido uno más de los muchos incendios inexplicables que se reportan cada vez con mayor frecuencia en todas partes.
El debate continuó durante largos minutos y los razonamientos –con datos– eran irrefutables. Apelé a mis más experimentadas artes para descubrir un punto débil en ese grupo de pendejitos atrevidos que estaba haciendo tambalear mis profundas creencias sobre el capitalismo, incluso del liberalismo y de todos los ismos conocidos.
Creo que la culpa de esa falta de coordinación mental momentánea la tuvo el agua. Sí, no hay otra explicación. Yo sostenía en la mano un vaso vacío de cerveza y ellos... ellos, esos desgraciados tenían una botellita de agua mineral cada uno. No tomaban alcohol. Entonces, con el hambre que tenía yo y tras el rigor de la dieta de semanas atrás, es fácil de explicar el porqué de la falta de reacción de mis neuronas del cerebro, que estaban anémicas y sin energía en ese momento.
Ya quisiera yo encontrarles de nuevo y desafiarles a un debate. No es justo que piensen que el dinero no es lo más importante, puesto que sin él nada se puede. Tampoco funciona eso de que habría que redefinir qué es progreso cuando se trata de la naturaleza. El progreso es progreso acá y en la China... aunque en China (continental) los productos sean todos falsificados. Además, eso de que cada vez hace más calor es invención de los ecologistas. El mismo Donald Trump reconoció que es mentira. No se derriten los polos, no mueren las especies y la tecnología va a salvar al mundo.
Es comprensible que para tener tecnología primero hay que tener dinero para comprarla y para tener dinero hay que hacer negocios y los negocios tienen que dejar ganancias. Así nomás es.
Con dinero mandás construir una piscina y para que quede bien se cortan unos árboles, total sobre la pileta se le pone una media sombra y listo.
Ahora, eso de que la naturaleza es la mejor tecnología sustentable es lo que me molesta. Hasta ahora no puedo darle la vuelta a esa teoría. Tampoco a que con plantas hay temperaturas más agradables y no hace falta pagar a fin de mes la factura de la Ande.
Y ese es el problema con estos “Y” y “Z”. Complican todo. Durante tantas centurias el hombre vivió tan bien con dinero y ellos dicen ahora que no hace falta. Incluso cuando no les gusta un ambiente laboral se dan el lujo de renunciar y se mandan a mudar. Como si fuera fácil encontrar empleo.
Ellos viven en una burbuja, pero como decía aquel antiquísimo proverbio oriental, no sé si soy un hombre que soñó que era una mariposa que volaba o si era una mariposa que soñó que era un hombre.
Hoy no sé si los “X” somos los que estamos dentro de la burbuja de la irrealidad o son los “Y” y los “Z”.
No sé. Hay veces que en mis sueños trabajo en exceso y que la vida se me va demasiado de prisa. Pero si no trabajo, ¿quién va a pagar las facturas de fin de mes? Los Millennials no, claro.
Lo peor es que otras veces sueño que ya no me quedan sueños.
¿Quién está dentro de la burbuja? No sé.