- Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
- Dr. Mime
Sí. Lo confieso. Soy de los pocos que vio “El Guasón” (The Joker) esta semana recién. Soy de los valientes que soportaron el spoiler continuo de amigos y redes contándote desde lo obvio hasta lo inimaginable dentro de la película que consagra (a mi parecer) a un Joaquin Phoenix como actor de culto. Pero no voy a hablar de cine, estoy cada sábado para hablar de neurociencia. Y de más está decir que este artículo es spoiler puro de la película sin querer serlo, pero qué le voy a hacer, es imposible hacer neurociencia y no pretender entrar en el cerebro de este maravilloso personaje construido en el cine. Quedan advertidos y el que avisa no traiciona, así que ahí voy…!!!
El Guasón entra en mi galería personal de personajes del cine que han compuesto situaciones extremas para el cerebro. En películas que les recomiendo con total seguridad, y en una dorada galería junto al asombroso psicópata de libro llamado Hannibal Lecter del gran sir Anthony Hopkins, al “savant” del espectro autista genial construido por el único Dustin Hoffmann en “Rainman”, o el asombroso esquizofrénico paranoide llamado en la vida real John Forbes Nash Jr. y recreado magistralmente por Russell Crowe en “Una mente brillante”, que nos hizo dudar hasta hoy día si lo que vivía en la película fue real o solo fue fruto de la imaginación (nuestra!!!), el personaje de Arthur Fleck, encarnado por Phoenix, nos da una nueva dimensión cerebral de la afectación psicopática y con severos rasgos esquizofrénicos, pero esta vez con raíces notoriamente patológicas. Antecedentes externos sufridos por su personaje, como maltrato infantil, violencia sexual y dudoso origen paterno que trastornan y torturan su mente y que vemos a medida que transcurre el film, hacen un cóctel en su cabeza, sumado a un aparente traumatismo craneoencefálico causado por su propia madre, dando así como resultado una persona que tiene una patología de base que a duras penas es controlada por la medicación y que, sumada a una interacción social altamente tóxica, provoca la mezcla perfecta para el desarrollo de la personalidad patológica y altamente violenta.
El rasgo dominante en toda la cinta es la risa, la cual (como dicen varias personas al salir del filme) no deja de reverberarles en la mente aun después de pasados varios días y para la que el propio Phoenix confiesa haber tenido que estudiar más de 25 risas distintas de pacientes con diferentes condiciones y patologías. Esa risa es la expresión patológica de una condición en la que el cerebro no expresa las emociones por el canal correcto, mezclando llanto con carcajadas, y que se conoce como afecto pseudobulbar, refiriéndose en el nombre a un daño probable en la zona del tronco cerebral que regula lo más básico en el control instintivo de las emociones.
De hecho, en el daño están involucrados el cerebelo, los núcleos del tronco cerebral que controlan funciones faciales y respiratorias (cuya activación es necesaria para producir los estallidos de risa en forma de carcajadas) e incluso los centros superiores de la corteza cerebral, donde las emociones son generadas. En esta maraña de circuitos alterados no es extraño suponer que esta labilidad emocional curse con un “llanto a carcajadas”, una respuesta socialmente inadecuada ante situaciones de estrés, que hace que la persona se retraiga socialmente por sus crisis socialmente incorrectas (lo cual aumenta su sociopatía y aversión por el entorno, ya de por sí presente) y deba consumir altas dosis de fármacos que controlen las “explosiones emocionales”.
No implican en sí un trastorno mental sino de la expresión de las emociones. El trastorno mental del Guasón es causa, además, de la sociopatía ante un entorno social adverso, violento y con alta carencia afectiva en seno familiar (padre ausente y desconocido, madre con antecedentes de delirios y esquizofrenia, sociedad hostil que se burla y lo maltrata). Esa combinación desencadena en el nacimiento del ser violento y agresivo que nace de esta conjunción de desgracias sobre un cerebro ya de por sí patológico y vulnerable.
Sin embargo, otra posibilidad dentro del abanico enorme que nos muestra el cerebro del Guasón es la posibilidad de que la condición del mismo pueda obedecer a un tipo especial de convulsión que en su conjunto se conoce como epilepsia gelástica y que no es absolutamente común en la totalidad de los casos. Este tipo de epilepsia, en que las crisis convulsivas son carcajadas y labilidad emocional, generalmente se deben a la presencia de un tumor (usualmente benigno) en una zona del cerebro denominada hipotálamo, que es un centro pequeño situado en el medio y en la base del cerebro. El hipotálamo es el sitio donde el sistema nervioso se une al sistema glandular y regula, entre otras cosas, la temperatura corporal, el mecanismo de la sed, el parto, el equilibrio hidroelectrolítico, la conducta y las funciones de las glándulas del cuerpo (tiroides, paratiroides, hipófisis).
Las emociones como la rabia, la tristeza, el amor o la conducta sexual se producen aquí. Las crisis de risa explosiva suelen iniciarse sin ningún tipo de motivo, duran menos de un minuto, el paciente no suele interactuar con el entorno y puede perder la conciencia. Estos detalles alejan la posibilidad de que la risa del Joker sea una crisis gelástica, pero es interesante este mecanismo para entender qué sucede. Otras causales de esa risa descontrolada pueden ser un traumatismo de cráneo (que en apariencia sufre Arthur en su niñez causado por su propia madre), o en algunas fases de la esclerosis múltiple, de los trastornos del espectro autista o de la esquizofrenia.
Es importante aclarar que la patología cerebral que muestra el Guasón no es la causal de la espiral de violencia descontrolada que genera con sus actos, ya que la agresividad patológica de una persona con algún tipo de daño cerebral es más comúnmente expresada consigo mismo que contra terceros. Es importante recalcar que la película nos enseña cosas como, por ejemplo, cómo un cerebro lábil puede sucumbir a un ambiente más que tóxico, tornándose violento, agresivo y descontrolado. Y, sobre todo, lo importante es el planteo serio y la discusión responsable de las políticas de salud mental que debemos tener en toda sociedad, que día a día va dejando de lado a los sujetos que padecen trastornos de cualquier tipo, aislándolos solo a una provisión de medicación y nada más (no en balde, Arthur Fleck se muestra altamente compensado mientras asiste a sus sesiones de terapia sumadas a la medicación, y arrancando en su descompensación cuando le suprimen los fármacos y la asistencia).
“El Guasón” es otra película que bien nos tiene DE LA CABEZA y nos muestra que la neurociencia está en todos lados, incluso en el cine. Y que con la salud mental no se juega y menos se improvisa.