• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina

Mañana –domingo– cuando el escrutinio reporte quién será el sucesor de Mauricio Macri, la alegría de quienes resulten triunfadores no se podrá extender por mucho tiempo. Una sociedad demandante espera los resultados, pero también las acciones concretas que alivien las tensiones que devienen de las múltiples carencias que se hacen cada día más pesadas. Ni las buenas noticias que todos los oficialismos procuran en campaña son posibles.

En las últimas horas, el Indec (Instituto Nacional de Estadística y Censos) reportó que la actividad económica cayó, en agosto pasado, 3,8% respecto del mismo mes del 2018. El costo de la Canasta Básica Total (CBT) –alimentos, servicios, transporte, salud, educación, vestimenta, etc.– para dos adultos y dos menores aumentó 5,4% en setiembre hasta ubicarse en $ 34.784,75 (unos US$ 556,55). Acumula en lo que va del 2019 una suba de 36,4%.

En 12 meses, 54,2%. La devaluación del peso respecto del dólar –ese indicador que esta sociedad mira compulsivamente desde muchas décadas– aparece como imparable. La esperanza de todas y todos podría trocar en desesperanza de un día para otro. Los que triunfen –aunque no lo expresen y alienten a creer en ellos– saben que “los indignados”, como los llamó el académico alemán Ulrich Beck en los 90, emergerán sin aviso. París, Líbano, Ecuador, Bolivia, Chile, son los ejemplos más a la mano. Los nuevos líderes saben, además, que lo que ellos hagan tendrá impacto en el debilitado Mercosur.

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Por estas horas se sabe que, de cara al lunes, el ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, imagina medidas de emergencia para evitar que la economía estalle. El cepo a la comercialización de dólares podría ser mucho más duro que hasta ayer. Alberto Fernández, el candidato del Frente de Todos, al que mayoritariamente se lo señala como ganador, públicamente le pidió a Macri que “cuide las reservas”. Pero esas eventuales disposiciones estarán atadas a si la transición hasta el 10 de diciembre, cuando asuma el nuevo gobierno, es ordenada o no.

El analista Sergio Fares, titular de Transcambio, sostiene que Macri, “si gana Alberto F., tendrá que tomar medidas restrictivas con el dólar para que no caigan más las reservas” porque “la gente decidió que si cambia el gobierno habrá dolarización de las carteras”. En ese contexto no son pocos los que prevén que la divisa norteamericana –en la segunda quincena de diciembre– se comercializará en $ 70 por unidad. Imaginan además –sin mucha explicación– que “en un mercado desdoblado la brecha cambiaria se ubicará en torno del 50%”. De todas formas, atan esa devaluación posible a las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y a un eventual viaje de Fernández a los Estados Unidos antes de asumir la Presidencia del que regrese con buenos resultados. De no ser así, el dólar podría trepar hasta cerca de los $ 109, aseguraron a este corresponsal coincidentes especialistas que exigieron reserva de sus identidades.

El debate con los acreedores –internos y externos– se centra en saber si la deuda tendrá quita o no; si la eventual merma que se acuerde será sobre los intereses, sobre el monto de capital adeudado o sobre ambos; y, finalmente, si se reprogramarán los plazos de pago. Fernández y sus asesores procuraron semanas atrás detalles de la exitosa reprogramación de Portugal. Lo conversó personalmente con el primer ministro de ese país, Antonio Costa, que exigido por los acreedores y la Unión Europea (UE), que lo fondeó en unos 80 mil millones de euros, se comprometió a un fuerte ajuste que explicó en detalle a su pueblo y hasta se explica en los programas educativos. ¿Se animará el Presidente electo a una movida de ese calibre? ¿Querrá, podrá, sabrá hacerlo? ¿Qué pensarán sus compañeros de ruta?

Mientras, entre quienes podrían resultar derrotados –en el seno del frente Juntos por el Cambio– también se deciden situaciones que incidirán en la próxima gestión gubernamental. Claramente, en ese espacio se dirimen liderazgos. Macri, en Córdoba, durante el último acto de campaña se propuso como el líder opositor que viene. “El gato nunca se va a ir”. ¿A quiénes se dirigió? ¿Hacia adentro de sus adláteres o hacia la sociedad en general? ¿Quiénes podrían disputarle el liderazgo? Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno de la capital argentina, y María Eugenia Vidal, futura ex gobernadora bonaerense, aunque no lo expresan con claridad se imaginan en esa posición. Se inició el posmacrismo. Como sucedía con la vieja política.

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