• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

El año perdido es la más clara evidencia de que el actual gobierno no tenía un plan de gestión. Tal era, o es, la desorientación que ni siquiera atinó a utilizar recursos disponibles. Y no se asignaron recursos porque no había objetivos a lograr. Y no había objetivos porque previamente no se diseñaron proyectos. Es la lógica más simple que desnuda una verdad incontrastable. Existen datos que no pueden impugnarse con la propaganda.

La recesión económica golpeó con fuerza a los sectores más vulnerables. La voz de la calle es la más autorizada para definir su propia situación. La conclusión sobre estos doce meses es inapelable. Pero quedan cuatro años para intentar revertirla. Quizás el primer y necesario paso que deba darse es descabalgar de la soberbia.

La obsesión por ganar las elecciones es natural y legítima, pero conlleva la responsabilidad de aprender a gobernar. Forma parte de ese aprendizaje de reconocer lo que se hizo bien en el pasado y seguir las líneas matrices dejadas por algunos de sus predecesores. Y ese reconocimiento requerirá una actitud que es la contracara de la soberbia: la humildad.

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LAS NECESARIAS POLÍTICAS PÚBLICAS

Las políticas públicas son las vías sobre las que avanzan los países hacia su destino de crecimiento social y económico, con un enfoque multidisciplinario y, al mismo tiempo, integrador. Son políticas dinámicas, puesto que una de sus características esenciales es la capacidad de reformularse y corregirse en plena etapa de ejecución, mediante un proceso de evaluación periódica. Pero esos cambios introducidos en la agenda original de modo alguno distorsionan su orientación central y sus metas.

Para que ese circuito de retroalimentación (Sabatier, 1991) sea efectivo se deben medir los resultados y los impactos de las políticas públicas, los que, a su vez, servirán de aprendizaje.

Cuando un gobierno carece de políticas públicas recurre a la improvisación. Se reacciona ante hechos consumados o peligros latentes. Y como se actúa sobre urgencias sus efectos son efímeros e inestables. El mismo problema, en estas condiciones, volverá a emerger y cada vez con mayor fuerza e insistencia. Aquí no se incluyen las contingencias ni los fenómenos imprevistos que, naturalmente, tienen otro tratamiento.

La improvisación también puede darse dentro de un gobierno con políticas públicas bien definidas. Esto ocurre, por ejemplo, cuando los asignados para ejecutarlas son incapaces de leer, entender e interpretar la visión y la misión de sus propias instituciones. Tampoco tienen la inteligencia de rodearse de asesores que conocen apropiadamente lo que debe hacerse, y cómo debe hacerse, por lo que su acción se reduce a la cotidianidad de recibir gente y escuchar pedidos. Se desenfoca, y se desentiende, de la problemática que cae dentro de su jurisdicción. El impacto negativo lo sufre todo el país.

POLÍTICAS PÚBLICAS Y POLÍTICAS DE ESTADO

El sentido común agudizado puede, muchas veces, interpretar paradigmas científicos aunque no los definan en sus códigos específicos. Desde la sencillez del pensamiento aparentemente ingenuo nuestra gente percibe la realidad más compleja, aunque expresada en el lenguaje coloquial o de calle.

Hace algunos años, en un encuentro con jóvenes en la ciudad de Acahay, un estudiante de la secundaria se preguntaba a sí mismo y al auditorio: “¿por qué los gobiernos que asumen no continúan con los programas y proyectos que fueron altamente eficaces y contribuyeron a mejorar la calidad de vida de las personas más humildes? ¿Por qué dejar de lado lo que se hizo bien? El que gana las elecciones –remató– hace todo de nuevo”.

Asombrado, uno de los panelistas le responde: “usted acaba de explicar exactamente la esencia y la importancia de las políticas de Estado”.

En este punto cabe una aclaración: no todas las políticas públicas son políticas de Estado. Cuando las políticas públicas pueden avanzar en el tiempo, más allá de los gobiernos de turno, adquieren la categoría de políticas de Estado.

La pregunta recurrente es: ¿por qué el actual presidente de la República continuaría con las políticas públicas de otros gobiernos? Esa continuidad no depende de afinidades ideológicas o partidarias. Depende exclusivamente de la capacidad de responder satisfactoriamente a determinadas demandas y si fueron “aceptadas por sus destinatarios y por la sociedad en general”. (Gutiérrez, 2016).

Este gobierno recibió como legado el Plan Nacional de Desarrollo 2030 (2014) con tres ejes emblemáticos: a) reducción de la pobreza y desarrollo social; b) crecimiento económico inclusivo y c) inserción de Paraguay en el mundo. No puede argumentar que no tiene una guía para la acción.

POLÍTICAS DE ESTADO Y PRIORIDADES

Las políticas públicas responden a estándares científicos, pero no son recetas únicas, aplicables a todos los casos. Se ajustan a las prioridades y realidades de cada país, manteniendo su rigurosidad sistémica y analítica a la hora de su formulación.

En Brasil, antes de la primera elección de Lula, los encuestados priorizaban sus reclamos en tierra, trabajo y salud. En algunos países como El Salvador los mayores problemas apuntaban hacia la violencia y la inseguridad. En Paraguay todas nuestras miradas se centraban en la educación, como la fuente prodigiosa para superar todos los males que lastraban nuestro despegue hacia el progreso material, intelectual y cultural. Si en estos momentos se realizara una encuesta similar en nuestro país, es casi seguro que la inseguridad estaría al tope de las demandas insatisfechas.

Las últimas movidas del presidente de la República –quien había asegurado que hasta fin de año no haría cambios–, aparte de ubicar a Juan Ernesto Villamayor en el lugar que aspiró desde el inicio (el verdadero centro del poder), demuestra, por otro lado, que su situación al frente al Ministerio del Interior ya era insostenible por la creciente presión ciudadana que cuestionaba, y con razón, su gestión.

En un mundo globalmente violento, una agenda pública en materia de seguridad es una tarea compleja que requerirá de imaginación, lucidez y capacidad de leer y analizar las coyunturas, por utilizar las propias expresiones del nuevo ministro del Interior.

Una estrategia bien diseñada, y mejor ejecutada, en materia de seguridad, con proyección a constituirse en política de Estado, puede convertirse en un útil andador para este gobierno que todavía no aprendió a caminar. Y ya lleva un año gateando.

La obsesión por ganar las elecciones es natural y legítima, pero conlleva la responsabilidad de aprender a gobernar. Forma parte de ese aprendizaje reconocer lo que se hizo bien en el pasado y seguir las líneas matrices dejadas por algunos de sus predecesores. Y ese reconocimiento requerirá una actitud que es la contracara de la soberbia: la humildad”.

Este gobierno recibió como legado el Plan Nacional de Desarrollo 2030 (2014) con tres ejes emblemáticos: a) reducción de la pobreza y desarrollo social; b) crecimiento económico inclusivo y c) inserción de Paraguay en el mundo. No puede argumentar que no tiene una guía para la acción”.

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