- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
En dos semanas más concluirá un proceso electoral regional que se inició en el 2018. El domingo 27 de octubre habrá elecciones en Uruguay y Argentina. Nuevos presidentes gobiernan en Brasil, México, Colombia, El Salvador, Panamá y Guatemala. Bolivia elegirá el domingo que viene. Aquí todo parece indicar que Alberto Fernández, por el peronista Frente de Todos, será el sucesor de Mauricio Macri en la primera magistratura.
Ese cambio, sin dudas, tendrá impacto regional y efectos en Sudamérica. Cuatro años atrás, la emergencia de Macri operó como un disparador para el cambio político e ideológico regional que, desde una perspectiva más amplia, también se potenció con el acceso de Jair Bolsonaro a la presidencia en Brasil. Con las elecciones de Sebastián Piñera, en Chile, e Iván Duque, en Colombia, el mapa político regional dejó atrás una década centroizquierdista que procuró consolidarse como factor de poder transnacional en la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), en 2008, y un año más tarde en la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños).
Los nuevos vicarios del poder popular sudamericano centroderechista con Piñera a la cabeza, seguido por los presidentes de Colombia, Argentina, Brasil, Ecuador, Paraguay y Perú, en Santiago de Chile, el 22 de marzo último crearon el Prosur (Foro para el Progreso de América del Sur).
Cada elección, en cada país, sin dudas, tiene impacto en un vecindario en el que, sin mucha imaginación y con escasa mirada estratégica, sus líderes transhuman de izquierda a derecha –y viceversa– embanderándose con sesgos divergentes en proyectos integradores que apuntan a la unidad latinoamericana que, sin embargo, nunca va más allá de lo discursivo. Nada nuevo.
En 1982, cuando Gabriel García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura, con un preciso texto al que tituló “La Soledad de América Latina”, recordó, a la luz de las crónicas escritas cinco siglos antes por aventureros europeos que llegaron hasta estas tierras, “nuestra realidad de aquellos tiempos” y, con la imaginación y la pluma eximia de los literatos, reflexionó sobre el qué nos pasa en una región a la que muchos, absurdamente, se empecinan en llamarla zona de paz.
Recordó que “la independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia”; que “Antonio López de Santana, tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles”; que “el general Maximiliano Hernández García, el déspota teósofo de El Salvador, hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina”. Sentenció: “No hemos tenido un instante de sosiego”. Gabo abruma y entristece. Especialmente porque sostiene que la nuestra es “una realidad que no es la del papel [propia de las creaciones literarias], sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas” porque “el desafío mayor para nosotros ha sido [¿es?] la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida” y, en ese contexto, afirma enfáticamente que ese “es el nudo de nuestra soledad”.
Pese a que nuevos presidentes gobiernan en Brasil, México, Colombia, El Salvador, Panamá, Guatemala y, en breve, flamantes mandatarios los harán en Bolivia, Uruguay y Argentina, desangran Venezuela, Nicaragua y Ecuador. Las tensiones políticas en Paraguay desajustan su economía. Casi el 35% de la población argentina es pobre y el 7% está en la indigencia.
Perú se debate en una encrucijada institucional envuelta en sucesivos actos de corrupción estructural que ha llevado a varios presidentes a la cárcel y a otro al suicidio. Quienes se sienten líderes regionales desafinan hasta en el voluntarismo. Desatienden el renacimiento de los nacionalismos y que las iniciativas solidarias naufragan. García Márquez, 37 años atrás, con precisión advirtió: “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos solo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios”.