“Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró al arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos…” (Mt 24.37-39). Jesús había dicho que la sociedad de los últimos tiempos, en la cual él cumpliría su promesa de regresar por segunda vez para ejercer juicio, sería “como en los días de Noé”.

Estamos en esos días. Las características que Jesús dio son absolutamente iguales a las de aquella sociedad. La gente compra, vende, se casa y se divorcia; viajan de acá para allá, se disocian de la fe, se burlan de lo sagrado, ridiculizan la moral, dan la espalda a Dios, lo consideran incluso un estorbo para las “libertades”. El paganismo es imperante y todo es aceptado, menos los valores sagrados.

A más de esto, el profeta Daniel anunció que en aquellos días la ciencia aumentaría (Dn 12.4b) –en los últimos cien años ha aumentado como nunca en toda la historia de la humanidad– y Jesús agregó que la fe disminuiría (Lc 18.8). Hay una relación directa entre el aumento de la ciencia y la disminución de la fe porque el hombre, inflado en su propia sabiduría y en su orgullo intelectual, rechaza a Dios y teje argumentos en contra de Él –“profesando ser sabios se hicieron necios” (Ro 1.21, 22).

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Habría también guerras y rumores de guerra (la humanidad ha conocido en estos cien años dos guerras mundiales que mataron juntas más personas que todas las demás que se pudieron haber dado antes. Las distintas corrientes ideológicas que más están de moda chocan de frente con todo el consejo divino dado en las Escrituras: el comunismo, el marxismo cultural, el nihilismo, el veganismo, el animalismo, el neo-ateísmo militante, el feminismo radicalizado, el secularismo, el relativismo, la ideología de género, entre otras.

Dios llamó a Noé (los verdaderos creyentes) a construir un arca (la Iglesia). La gente se burla del mensaje (que Cristo viene pronto) como se burlaba de la posibilidad de una inundación; por lo tanto, no va al arca. Dios dio un período de tiempo indeterminado para que los que quieran oír lo acepten (el mensaje de Cristo), pero, cumplido ese tiempo (con Noé fue de 120 años), Él traerá el juicio.

Es difícil de creer el mensaje; parece algo ridículo, es irracional y la mayoría de los exitosos e intelectuales que el mundo admira no le dan crédito. Implicaría dejar todo para seguirlo, lo cual es un precio muy alto. Vivimos ya tiempos muy modernos, donde esas cosas arcaicas solo encuentran cabida en “mentes retrógradas, ignorantes, temerosas, débiles o necesitadas”. La mayoría no acepta ese mensaje, pero, ¿es esa una prueba de que es mentira? ¿Tanta gente estaría equivocada sobre el mismo punto? ¡No lo creo!

El mundo no necesita de ese mensaje tan estructurado, pues tiene la mente abierta y, además, todo está mejor. Hay más aceptación, más apertura, más tranquilidad, más tecnología, más conocimiento y más ciencia. Todo va bien.

Se propone que no solo se sea indiferente al mensaje, sino tratar de contradecirlo y, una vez hecho esto, burlarse de él. Lo que Dios llama malo, llamémosle bueno. Lo que Dios llama bueno, llamémosle malo (Isaías 5.20). “Eso pega, eso está de moda”, así piensan todos. “Ya no estamos en tiempo de vivir reprimidos y en temor. ¡Disfrutá de tu libertad! ¡Haz lo que te dé la gana! ¡Vive tu vida porque es una sola!”

Jesús, luego de revelar a Nicodemo el profundo amor de Dios hacia la humanidad, enviando a su Hijo para que todo aquel que en Él crea no sea condenado, sino que tenga vida eterna, dijo: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3.19).

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