• POR BENJAMÍN LIVIERES
  • Director Periodístico Grupo Multimedia

Eso de andar metiendo la pata a cada momento nunca da buenos resultados, pero es peor, una vez consumado el hecho, hundirla más hondo en vez de intentar sacarla. Esta cuestión básica, elemental, que la aplica Juan Pueblo en su vida cotidiana, también es válida para la política, aunque el gobierno de Mario Abdo hasta ahora no se dé por enterado. Insiste en sus errores o, cuando son inocultables, le culpa por ellos a terceros. Y así, sin siquiera percatarse, cava cada vez más profundamente lo que puede terminar convirtiéndose en su propia fosa.

Los ejemplos abundan, pero el último de ellos es el referido al refugio político obtenido por Arrom, Martí y Colmán en Finlandia, como corolario de una seguidilla de “chambonadas”, que terminó de sepultar el discurso triunfalista del oficialismo y dejó al desnudo su ineptitud indiscutida.

El desenlace no podía ser otro, como se alertó inmediatamente después del fallo de la Corte Interamericana de DDHH, el pasado 4 de junio, en contra de las pretensiones de los tres prófugos de la Justicia paraguaya. Ese fue el único momento, no hubo otro, en el que cabía la posibilidad de que fueran detenidos en Brasil y se iniciaran los trámites de extradición, al retirárseles la condición de refugiados, tal como sucedió el 15 de junio.

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Sin embargo, el Gobierno paraguayo no fue capaz de arbitrar las medidas necesarias en busca de dicho objetivo. Nunca supo dónde se encontraban y su par del vecino país demostró, en la práctica, que sus pronunciamientos al respecto no pasaron de la simple retórica, pues luego de tres semanas, el 9 de julio, Arrom y los otros abandonaron Brasil sin ningún inconveniente y solicitaron refugio al gobierno uruguayo.

Un papelón brasileño-paraguayo con mayúsculas, con final previsible. Si personas de esas características eligieron Uruguay como “país de tránsito” para obtener refugio, no era producto del azar, sino porque ya tenían resuelto el problema. Solo el Gobierno paraguayo siguió alentando la “expulsión” de los tres y, cuando eso no prosperó, la “inminente extradición” de todos ellos a nuestro país.

Pero de nuevo imperó la desidia, al extremo de que nuestro embajador en Montevideo, el canciller, el ministro del Interior y el propio presidente de la República se enteraron por los medios que los ex Patria Libre partieron a… ¡Helsinki! Y esto ocurrió 11 días después de obtener refugio de ACNUR (organismo de las Naciones Unidas para refugiados), que les otorgó los salvoconductos necesarios para trasladarse sin impedimentos hasta el país europeo.

Sorprendentemente, Abdo Benítez y sus principales colaboradores insisten en que “no todo está perdido”, anuncian que “iniciarán gestiones” con el gobierno finlandés y, en vez de reconocer las sucesivas “metidas de pata”, fruto de la inacción y también de limitar su actuación política a las redes sociales y posar ante las cámaras, lanzaron una andanada de críticas y denuncias contra el gobierno uruguayo, la justicia uruguaya, Naciones Unidas, “el comunismo internacional”, etcétera, que a lo sumo deteriorará todavía más la imagen paraguaya en el exterior . O sea, metiéndose más hondo en el pozo.

Algo más. No hay precedentes de que en el “viejo continente” se revoque la decisión de conceder refugio político ni existe tratado de extradición entre Paraguay y Finlandia, por lo cual convendría al oficialismo hacer eso que tanto le cuesta, como es asumir la realidad, y al menos aprender de las derrotas porque este caso, desde el ángulo que se analice, está agotado.

Lo sabe Mario Abdo, aunque por necedad no lo admita, y lo saben los Arrom, quienes se burlan diciéndole “la victoria es nuestra”, pero ahora en finlandés: “Voitto on meidan”.

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