“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

Itaú de Brasil dio un giro de 180 grados en su proyección de crecimiento económico 2019 para nuestro país, asustando a medio mundo y cundió la alarma, pronosticando una caída del -1,5% en términos del Producto Interno Bruto (PIB), borrando bruscamente la estimación de un avance del 1% tan solo un mes atrás. En 30 días nos pasó del gris al negro. Ya le fue insuficiente el uso de términos como “desaceleración”, “marcha más lenta” o “modesto crecimiento”. Ahora ya experimentamos en carne propia el fenómeno de la recesión, es decir, en vez de crecer o crecer menos, la verdad es que caemos: -1,5%. Es la peor caída económica desde el 2000 (en 19 años) cuando la recesión fue del -2,3% y la segunda peor en 30 años de democracia. No es poca cosa. Merece extremo cuidado, máxima atención, que se simplifica en la clave de todo: la urgente necesidad de tener mejor Gobierno.

Sin duda alguna, el de Luis González Macchi fue el peor Gobierno desde el golpe del 2 y 3 de febrero 1989. Por lejos. Aunque sin los brutales desequilibrios macroeconómicos de entonces, el caos político y el feo clima social, con tremendos costos, en ese período desastroso (1998-2002), este 2019 recesivo golpea a la gente como pocas veces en nuestra historia reciente. Itaú de Brasil también bajó su estimación de crecimiento económico para el próximo año del 3% al 2,5% por el “efecto arrastre” de lo malo de hoy al esperado mejor 2020. Recordemos que ya se han dado diversas correcciones a nivel privado y oficial en relación a la marcha económica en el 2019, desde el 1,9% (Dende) al 0,2%/0%/-0,4% de Manuel Ferreira (MF Consultora) en su escenario con tres niveles de acción. BBVA y Cepal manejan 1,6% como probable ritmo económico. Nuestro banco central lo sitúa en 1,5%, Basanomics en 1% e Investor en 0,7%. Nos habíamos concentrado en el 2012 como referencia de otro mal año cuando la economía cayó -0,5% (brutal caída de la soja) sin olvidarnos del 2009 cuando la crisis internacional y la sequía produjeron una recesión del -0,3%. Pero el -1,5% de Itaú Brasil no transportó en el tiempo al oscuro 2000 con un derrumbe del -2,3%.

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En ese terrible período 1998-2002 (cinco años) la economía global se achicó 4,4%, con enormes déficits fiscales, descontrolado endeudamiento (y posterior default), el dólar tocando una vez los 8.000 guaraníes, crisis bancarias y bajísima recaudación de impuestos. Se abortó la reforma del Estado y fue imposible firmar en dos ocasiones un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FM), que sí lo hizo después Nicanor, con Borda y los menonitas. Los padres políticos del desastre económico fueron Macchi y Galaverna que nos hicieron perder 2.763 millones de dólares. Nunca nadie los demandó.

A finales del año pasado se miraba el 2019 con un crecimiento económico del 4% y todo era sonrisa. Es que veníamos de buenos años: 2014 (4,7%), 2015 (3,1%), 2016 (4,3%), 2017 (5%) y 2018 (3,7%). Es de irresponsables echarle toda la culpa de la caída dolorosa al Gobierno, porque demasiados factores internos y externos incontrolables e imponderables ensuciaron la cancha. Y continuarán haciéndolo. Pero, un muy buen Gobierno pudo haber suavizado la caída y empujado a la gente a caminar sin tanta angustia durante el vía crucis. Fallaron los pronósticos locales y externos: “Existe el compromiso de las nuevas autoridades de darle continuidad a la política macroeconómica del anterior Gobierno”. Para ello se requiere de gente “buena”, trabajando en equipo, con un liderazgo político firme, creíble y esperanzador. Tenemos más habitantes que gente. Pequeña gran diferencia. Duele decirlo, pero hay que decirlo (DDPHQD).

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