Por Prof. Dr. Miguel Velázquez Blanco, Dr. Mime

Muchos temas sacudieron mi Instagram esta semana cuando les pedí a mis lectores que escribiesen conmigo el tema de la columna de hoy. Y pudiendo elegir algo más simple como el desentrañar el entramado neural completo del sistema nervioso humano, o pretender analizar el cerebro (si existiese) de nuestros gobernantes como temas muchísimo más sencillos que el que finalmente elegí, decidí internarme en este desafío bastante exigente: tratar de conocer el cerebro adolescente.

Todos tenemos, tuvimos o tendremos alguien en la “edad del pavo” en nuestras casas. Esa edad en la que todo parece estar mal, en la que la socialización con la familia no es la constante y en la que el mundo se alza detrás de muros aparentemente inexpugnables sostenidos por rebeldías y rabietas contra todos y contra el mundo. Pero: ¿esto es la causa de un cerebro inmaduro? O por el contrario, ¿son estas las crisis necesarias para que el cerebro madure? A que nunca pensaron esto último… Les voy a contar hoy que el cerebro adolescente no está en crisis porque es inmaduro como todos podemos pensar. Y esto viene de la gran mentira que se arrastra desde hace mas de 100 años, específicamente 1904, donde un señor llamado Stanley Hall pregonaba que el cerebro adolescente era un cerebro inútil e irresponsable que remedaba a la fase evolutiva de la especie humana donde su inteligencia era “pigmeoide y salvaje”.

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Las estadísticas de una sociedad primermundista como la norteamericana que muestran que el suicidio adolescente, así como la caída en adicción a drogas y los crímenes que terminan en prisión son altas en esta faja etaria, parecen reforzar la teoría de Hall. Pero, oh sorpresa, esto no sucede en todas las culturas. De hecho, hay países no desarrollados donde los adolescentes ni siquiera demuestran una inclinación hacia estas conductas, lo cual echa por tierra el pensar que el cerebro adolescente es el responsable de estas conductas psicopatológicas. Incluso, estudios demostraron que en estas culturas los problemas en la adolescencia comenzaban a aparecer justo después de que las influencias de sociedades “más desarrolladas culturalmente” como la americana mostraran su estilo de vida mediante influencias masivas comunicacionales como el cine o la televisión.

Dicho de otra manera: los vicios eran “copiados” por los adolescentes. Y así aparecían los problemas. De hecho, históricamente la revisión conductual nos muestra que en la mayor parte de la historia de la humanidad, los años adolescentes eran un tiempo altamente pacífico y sin sobresaltos, donde la convivencia con los adultos era absolutamente normal. Entonces, el “problema adolescente” no tiene más de un siglo de presencia: no es un problema de “inmadurez cerebral”.

Lo que sucediera con las sociedades “más avanzadas” hoy en día es que la adolescencia vendía a ser conflictiva debido a una prolongación artificial de la infancia posterior a la pubertad. En los últimos cien años hemos infantilizado tanto a nuestros jóvenes a medida que crecían mientras que los distanciábamos de los adultos con quienes en otros tiempos convivían armónicamente.

Incluso, hemos creado leyes que restringieron su comportamiento, a tal punto que estudios encontraron que los adolescentes norteamericanos se hallan sometidos a normas diez veces más estrictas que los adultos. Todo nos lleva a demostrar que la llamada crisis de la adolescencia no es más que una creación de la modernidad, ya que el cerebro adolescente no es conflictivo, sino el entorno social es el que lo torna de esa manera.

Esto no significa para nada que el cerebro adolescente sea un cerebro similar al de un adulto ni mucho menos. Ojo con esto. Estudios de neuroimágenes nos muestran que los adolescentes usan las áreas corticales prefrontales de manera diferente a los adultos, y para ciertas actividades relacionadas a la memoria, los adolescentes activan zonas más reducidas del córtex que los adultos.

Estudios electroencefalográficos de las actividades eléctricas cerebrales en el sueño demostraron que la actividad de las ondas delta del sueño desciende durante los inicios de la adolescencia, lo cual tiene que ver con lo que conocemos en neurociencias como período de poda sináptica; es decir, ese proceso genéticamente regulado en todos los seres humanos donde ciertas zonas del cerebro son destruidas en un proceso programado por medio del cual se recortan conexiones entre las neuronas.

Estudiados estos cambios, sin embargo, sería aun un disparate pensar que alguna alteración estructural del cerebro adolescente es la responsable de las crisis de esta edad. Es decir, no encontraremos en el cerebro de los adolescentes causa orgánica alguna que justifique que los berrinches o las rebeldías “propias de la edad” presentan una alteración en el entramado neuronal, una hiperdescarga en los circuitos neuronales de algunas zonas, o al menos un cambio que pueda demostrar alguna patología de base. De hecho, muchas empresas farmacéuticas nos pueden intentar convencer de que el cerebro “perezoso” de los adolescentes en realidad es producto de una anormalidad funcional y que ellos tienen sus “píldoras mágicas” para encontrar la solución. Y la cosa, queridos amigos míos, no necesariamente va por allí. Cuidado con esto, cuidado con las soluciones farmacológicas a los problemas no existentes.

¿Cuál entonces es la verdad neurocientífica sobre el cerebro adolescente? Que son cerebros altamente competentes aun cuando no expresen esa competencia en condiciones normales, siéndolo incluso en una amplia gama de habilidades adultas. Incluso, estudios sobre inteligencia, percepción y función de la memoria nos muestran que son muchísimo más capaces que los propios adultos. Su agudeza visual es mucho mayor que la adulta y la memoria incidental (la que surge sin ningún tipo de apoyo mnémico o esfuerzo) tiene su pico de acción a los 12 años en promedio, mientras que alrededor de los 60 años recordamos muy pocas cosas “por casualidad”.

Las puntuaciones netas de inteligencia alcanzan su pico a los 15 años en promedio para ir decreciendo luego a medida que pasa el tiempo. Si bien el tamaño del cerebro no es un indicador de funcionalidad real, los adolescentes tienen mayor capacidad obviamente de aprender cosas nuevas que los adultos (o sino, que lo digan los que desean aprender un idioma después de los 40!!!), y el cerebro de una persona de 70 años tiene el tamaño en masa que el de un niño de 3 años. Así que…

Los adolescentes de hoy están atrapados en un mundo alejados de los ejemplos de los mayores de los cuales se embebian antes. Hoy aprenden por conductas imitativas de sus pares, y no siempre lo que aprenden es constructivo. Aislado de los adultos y tratados erróneamente como niños, muchos adolescentes se comportan de un modo imprudente o irresponsable según los estándares adultos justamente para intentar convertirse en eso. Sin embargo, sabemos hoy en día que cuando los adolescentes son tratados como adultos aceptan el reto, recogen el guante y pueden llegar a ser sostenes de hogar, padres de familia o personas responsables y comprometidas socialmente a un punto que nos podría llegar a sorprender gratamente. Solo tenemos que someterlos al desafío, darles la confianza y dejar de estar DE LA CABEZA, creyendo que su cerebro es inmaduro, cuando de ninguna manera lo es.

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