• Por Augusto dos Santos
  • Analista

Convengamos que el Gobierno atraviesa por una tormenta que es diagnosticable en sus antecedentes y cuya salida también es identificable. Partamos de lo más importante: nadie en su sano juicio cívico quiere que la cosa empeore. Para que la cosa no empeore se deben aplicar herramientas que se consiguen fácilmente en cualquier taller de planificación estratégica.

Entender los antecedentes nos lleva a reconocer los errores, conocer el contexto nos ayuda a saber con qué correctivos iríamos a cambiar de página y dibujar futuribles es un ejercicio estratégico que reúne todo lo precitado para establecer el futuro posible sin y con correctivos.

Lo más importante por la salud del país es que Marito sepa sobreponerse. Para ello necesita imperiosamente de la colaboración de una persona: la que mira todas las mañanas en el espejo. Él mismo.

Abdo necesita el consejo de estadistas, no de amigos de cuarto tiempo de costado de cancha sintética como son los que le pudieron haber aconsejado promover al Ministerio de Agricultura a una persona que de agricultura sabe la última práctica sobre germinación de porotos en un vaso que hizo en alguna escuela durante su brevísima formación escolar y de ganadería probablemente por el hámster que parece que compró hace algún tiempo.

El presidente Abdo tiene algunos problemas bien etiquetables que resolver y citaremos algunos.

a) Reconocer el escenario. Alguien debe explicar al Presidente que el escenario actual ya implica, aparte de la crítica a la gestión, un importante problema de popularidad. ¿Qué significa esto? Que las estrategias deben cambiar. Los asesores de Marito lo siguen sometiendo a exposiciones publicas que son típicamente electoralistas de cuando un candidato atesora algo que es aún más importante que la popularidad: la esperanza. Parece que no se reconoce que lo que precisa Marito no es un plan de comunicación electoral sino uno de contingencia. Además, con despropósitos que merecen palos, como por ejemplo subirlo al “carajo” de un barco justo al día siguiente de su peor momento. En resumen: es muy probable que se esté viviendo el típico problema de entorno (“Los 6 felices” como identificamos en un libro del 2013) que supone que un grupo de personas le llena el oído al mandatario sobre que la cosa no es nada grave, mientras en realidad la nave se está hundiendo (Lugo, junio 2012).

b) El Gobierno debe identificar los puntos de crítica y operar en proacción con un plan de emergencia que en este caso no tiene que ver con incendios o penitenciarías sino en cómo reconstruir la gobernabilidad. Un ejemplo claro de la ausencia de este músculo es observar que a la aprehensión de los sectores productivos se responda con la designación de un Friedman como ministro del área productiva. Alguien debe encerrar al gabinete en un war-room del cual no salgan hasta lograr un plan orgánico, trasversal, consensuado y previsible en resultados esperados. Gobierno que no diagnostica, gobierno que no se cura.

c) El Presidente debe tener músculos para explicar a su staff que él es amigo de los amigos y no amigo de sus errores porque lo aprovechan. Solo así se puede entender que tras una semana de durísima crítica contra la ministra de Trabajo, ella aparece casi como un apéndice de Marito en un acto en el interior. ¿Quién gana allí? Nadie. ¿Quién pierde? Marito. Los tipos que proponen esas ideas no tendrían que ser despedidos, tendrían que ser condenados a una cena íntima con “Hanibal The Cannibal”. El gobierno de San Cristóbal y Nieves sabe que a quien hay que preservar es al Presidente, así revienten los ministros. El único ser humano electo por el pueblo en el Poder Ejecutivo es el Presidente. Nadie más. Bueno, con una rueda de auxilio, el vicepresidente. Por lo tanto, un Presidente no debe comportarse como primus inter-pares, nunca pero nunca.

d) Es un horrible error el conflicto que se incubó con la Policía Nacional, lo cual, en gran medida surge por la falta de manejo y de liderazgo del ministro del Interior. En una posición de debilidad, el Gobierno no pude polemizar hasta el desafío con LA FUERZA que es encargada de sostener el equilibrio de la seguridad mínima, peor aún a cuenta de un peregrino proyecto de dotar de posiciones de preeminencia a las FFAA que siquiera los analistas serios de las FFAA admiten.

Pero peor aún. La Policía mira para todas partes y no ha visto que SU MINISTRO del Interior defienda su posición, sino –por el contrario– solo ha recibido críticas del mismo. ¿Hay algo más parecido que la autodestrucción de la gobernabilidad que ello? El Presidente debe tomar las riendas de este problema. Se sabe que la Policía tiene muchísimos defectos. Pero no hay otra salida razonable que convivir con el protagonismo de esta fuerza. Siquiera el Gobierno sabe de una opción mejor en el fondo. Lo que Juan Ernesto Villamayor no conoce es “la Ecuación del Mono”, que siempre sirve: nunca te desprendas de una rama hasta tener la seguridad de amarrarte a otra. La idea de los militares controlando la paz ciudadana de la nación no pega ni con poxipol.

e) Finalmente, tal diagnóstico, sincero, franco, sin la zalamería de los cortesanos garrapatas, debe servir al Presidente para tener en limpio que debe oficiar cambios en su gabinete. El Presidente debe saber que cambiar un ministro tiene dos virtudes: la expectativa de una mejor gestión, y lo segundo, que parece una nimiedad pero es valiosísimo en crisis: comprar tiempo.

Lo impensable es que el proceso constitucional se interrumpa. Eso no debería ocurrir. Marito ahora tiene una ventaja, ya sabe que “sus amigos de lucha” no tendrán tapujos en traicionarle así la vieja calculadora “Casio” les diga que hay números para una acción destituyente.

Marito debe aprender a dividir para gobernar. Pero, ojo, debe dividir a sus enemigos, no a sus amigos.

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