Puede que tenga razón el senador Silvio Ovelar. El Presidente no es débil sino manso, manso como lo fue Jesucristo. La diferencia es que Cristo, según los cristianos, fue el enviado de Dios en la tierra y a juzgar por cómo está ahora el Paraguay, a Mario Abdo lo habrá puesto en el poder el mismísimo diablo. Además, el hijo de Dios hacía milagros, según cuentan las escrituras.

La mansedumbre es la virtud que modera la ira. En tiempos de campaña Mario Abdo no parecía moderar su ira, sino todo lo contrario. Cuando nos trató de pillos y peajeros no veíamos a una persona mansa. El Presidente no es manso, es inepto.

Siguiendo la lógica del senador Ovelar el mandatario se está tomando su tiempo para aplicar las medidas correctivas necesarias, el famoso golpe de timón que al unísono todos los sectores reclaman. Pasó un año de gestión, pasaron los días de crisis política, que casi tumba al gobierno, vía juicio político, pero Mario Abdo se sigue tomando su tiempo.

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Tampoco podemos seguir aguardando que se produzca el milagro, para que ello ocurra, y esto es bíblico, todos deben poner su parte. El ex presidenciable Pedro Fadul recordaba en sus giras de campaña, hace 18 años, los milagros de Jesús, como por ejemplo la multiplicación de los cinco panes y dos peces o la resurrección de Lázaro.

Jesús pide a sus discípulos, antes de que se produzca el milagro que “vayan y recojan lo que hay” y trajeron dos peces y cinco panes. La pregunta era: ¿Por qué si iba a multiplicar cinco mil panes y dos mil peces no lo hizo de una? Lo mismo ocurrió con el milagro de Lázaro. “Levanten la losa” pide Jesús a la gente y resucita a su amigo Lázaro. ¿Por qué si iba a resucitar a un muerto no hizo él mismo volar la losa? La respuesta es ejemplificadora, para que se dé el milagro cada uno debe poner su parte, porque ni el hijo de Dios hará por nosotros lo que nosotros podemos hacer por nosotros mismos.

Para que en Paraguay se produzca el milagro también todos deben aportar lo suyo y uno de ellos es el Presidente, a quien hoy todos piden que ponga su parte. Para que la economía despegue, el Estado debe hacer su parte, las licitaciones en infraestructura, principalmente, deben acelerarse. Para mejorar la calidad del gasto, se deben dar los cambios en los ministerios, donde tienen que estar personas no solo honestas sino con vocación de servicio y sin antecedentes.

Si desde el Gobierno no se define la hoja de ruta, la agenda, el plan para salir de esta crisis, el milagro no se va a producir en Paraguay. Al contrario, ahondaremos en esta crisis.

Los tomateros desesperados la semana pasada se vieron forzados a arrojar sus productos a los cerdos al no conseguir mercado razonable que les permita mínimamente cubrir sus costos, consecuencia de la permisividad para el ingreso de contrabando.

Los yerbateros quemaron sus plantaciones para no regalar el fruto del trabajo a los industriales. Los hoteleros comenzaron a despedir gente y suspendieron alojamientos en pisos enteros para ahorrar energía. Las importaciones cayeron en un 15% en comparación al año pasado y esto repercute directamente en el ingreso fiscal.

La unidad colorada que sepultó el juicio político se dio con la excusa de que el Gobierno necesitaba estabilidad para reencauzar la economía y es por ello que se esperaban las señales por parte del Ejecutivo en este sentido. Los cambios anunciados aún no se dieron, las nuevas designaciones hasta ahora son solo enroques de hombres y como si faltaran problemas por resolver, apareció el ministro Eduardo Petta, desafiando a un senador oficialista, basado en un chisme.

De “cretino, pelotudo, idiota y maricón” trató el senador aludido al ministro. En resumen, no tenemos un Presidente manso ni débil, sencillamente, pareciera que no tenemos Presidente. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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