- Por Antonio Carmona
- Periodista
El ejemplar del 22 mayo del 2019 de la influyente revista brasileña Veja trae una tapa un tanto catástrofe, con el título “Alerta de tsunami” y una imagen más preocupante que el título, ya que muestra a Bolsonaro, impasible, con una arrogante postura militar, esperando “firme” a la gigantesca ola que está por tragárselo. Si la tapa es catástrofe… el texto que la acompaña, aunque breve, es más que elocuente: con la articulación política en harapos, la economía en declive, protestas populares y acusaciones contra Flavio Bolsonaro –su hijo– el gobierno enfrenta su momento más difícil.
Hasta hace poco, al igual que a su amigo Marito, parecía irles como si estuvieran en Jauja. Y de pronto, el paraíso se convirtió en catástrofe y la causa no fue solo la frustrada operación de compraventa de energía de Paraguay, por una vía un tanto obtusa y nada “legal”. Fue, como casi siempre, como acuñara Bill Clinton, “¡es la economía, estúpido”.
Así que aunque ambos presidentes y ambos países afronten una crisis, la brasileña con peligro de tsunami, la nuestra más como una tormenta tropical que, aunque pueda ser generalmente menos violenta, a veces adopta la violencia de un Diluvio. En casos como este deviene en una interna política que puede convertirse en riña de correligionarios o, más frecuentemente, en pactos más o menos exitosos, salvo que nos olvidemos, como hasta ahora, de esa clave fundamental: “Es la economía, imbéciles”.
El conflicto político actual no es en puridad, al menos en su aspecto más grave, político, pese a la extraordinaria capacidad que tienen nuestros políticos para crear kilombos políticos, sin pensar en la economía. Y, en este caso, considerar y, sobre todo, valorar la importancia que ha tenido la estabilidad económica de estos últimos años, en que la economía ha florecido. Y ya se sabe que el principal enemigo de la estabilidad es el kilombo, que es, a su vez, el principal ahuyentador de las inversiones. Contra más kilombo, más fugas y menos inversión y menos crecimiento económico.
Y, mucho menos solidaridad regional, que ha sido y es un factor a considerar como fundamental, en el crecimiento, integración regional y con proyección en ciernes. Al respecto cabe considerar seriamente que la estampida también se viene; en medio de las crisis, nada más fácil para los gobiernos que echar las culpas a los vecinos. No estamos muy lejos, como demuestran las declaraciones del ministro de Economía de Brasil, como publica Folha de S.Paulo, en su edición del 16 de agosto del 2019, al respecto, quien declaró, entre otras medidas catástrofe, algo fundamental para darle el réquiem al proceso de integración: “Brasil no necesita de Argentina para crecer”; es obvio, aunque se anuncie más tarde o más temprano que de Paraguay tampoco.
Así que la metáfora del tsunami va pasando a convertirse en realidad. Lo más grave es que nos encontramos entre el tsunami y la tormenta. Es hora de tomarlo con seriedad.