La comunicación del gobierno de Jair Bolsonaro, hecha el martes 13 para sepultar definitivamente el acta bilateral del escándalo político del 24 de mayo, deja mensajes importantes y tiene significados profundos para ambas márgenes, principalmente para aquellos que buscaron un “túnel” donde meterse para lucrar a costilla de un patrimonio binacional.

En primer lugar, queda claro que a partir de ahora nuestros gobernantes de turno no van a atreverse a hacer lo que se les antoja cuando se trata de administrar intereses nacionales, como es el caso de Itaipú (por extensión Yacyretá). En segundo lugar, el gobierno brasileño ahora ya constató que los paraguayos son bravos luchadores y que van a reaccionar ante el más mínimo intento de lesión de la soberanía nacional.

El presidente Mario Abdo Benítez, realmente, tiene un santo aparte. El pueblo paraguayo, que ahora desaprueba su gestión en al menos un 70%, con sus quejas y manifestaciones públicas, en realidad le abrió los ojos a tiempo para que no se concrete un gran robo al bolsillo de cada uno de los habitantes del Paraguay.

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El acta bilateral del 24 de mayo iba a convalidar el desembolso de más dinero por el consumo de electricidad cada mes, al menos en un 10% más este año hasta llegar gradualmente al 40% en el 2022. Es decir, por ahora, nos hemos salvado de “regalar” al Brasil US$ 300 millones de aquí al 2022, todo porque el Presidente “compró” el lenguaje de su amigo Jair –quien le dice cariñosamente “Marito”– de que todos los paraguayos éramos unos “pillos”.

Es para reírse, pero también para llorar. No se puede creer que un presidente de la República no esté debidamente informado sobre los motivos que hicieron que nuestros negociadores de la Ande, desde Antonio Debernardi a la fecha, siempre apelen a la compra de potencia de la energía excedente de Itaipú por ser más barata y conveniente. Se trata de una negociación que impacta directamente en el bolsillo de los consumidores.

Esto fue siempre así porque los brasileños nunca fueron tampoco ningunos nenes de pechos. Que Brasil no nos quiera vender más espejitos o que no pretenda que hará ahora lo mismo que hizo Luis Fernando Gastón de Orleans, más conocido como Conde D’Eu, con nuestros ancestros en Piribebuy, cuando en 1869 –hace tan solo 150 años– hizo quemar una iglesia con enfermos adentro.

Desde que las turbinas de Itaipú comenzaron a girar, en 1983, los brasileños se llevaron por décadas un promedio del 95% de toda la electricidad, quedando para Paraguay algo muy ínfimo. Prácticamente la otra mitad que no usa, Paraguay le vendió a su socio Brasil a precio infinitamente inferior al del mercado regional, lo que de por sí ya es beneficioso.

En los últimos años nuestro país incrementó al 10% su necesidad de energía con respecto a Itaipú, que sigue siendo bajo con relación al gigante Brasil. Lo que nuestro país pide de energía excedente cada año, como favor al Brasil para su uso cuando se da mayor demanda, no es nada, absolutamente nada, ante la inmensa cantidad de electricidad que se lleva siempre la margen derecha.

Además de todo eso, Brasil no debe olvidar, específicamente Bolsonaro e Itamaraty (donde se fija siempre toda la política exterior del vecino país al margen de lo que piense su presidente), que las Altas Partes Contratantes, Paraguay y Brasil, dueñas de la binacional, han pagado de manera igualitaria los préstamos hechos al BNDES para la construcción de la usina, que en el 2022 terminarán por trepar a US$ 70 mil millones aproximadamente. Es más, ese banco –su sede central está en Río de Janeiro– acumuló de paso para Brasil ganancias exhorbitantes por el cobro de intereses que quedan en territorio brasileño.

Esta semana justamente se conmemora los 150 años de la batalla de Piribebuy contra los aliados de la Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay). Los primeros fueron los más ambiciosos países que se beneficiaron con la repartición de territorios tras la finalización de tan cruenta contienda. Entre 1865 y 1869, brasileños y argentinos casi exterminaron a toda la nación por el solo capricho de acabar con un hombre: Francisco Solano López.

Es más, fueron tras pocos combatientes ancianos y un grupo de casi niños (vestidos de soldados) para masacrarlos cuando ya estaban prácticamente en retirada. No contentos con eso, los brasileños tuvieron la osadía de sitiar Asunción y saquear el Palacio de López por seis largos años, que aprovecharon para llevarse de todo en sus barcos: muebles, trofeos, cañones, archivos, joyas, cuadros, y quién sabe qué más.

Paraguay merece ser resarcido por semejante atropello a su soberanía y ser motivo de análisis en tribunales internacionales. Las autoridades del Brasil deberían agachar la cabeza de vergüenza y tener una mayor consideración hacia un país que supo levantarse de sus cenizas.

Es lamentable saber que existen personas que se hayan prestado a firmar un acuerdo bilateral como el del 24 de mayo de este año, que a todas luces agrede a 8 millones de almas. De un gigante como Brasil se espera la grandeza como para no prestarse a componendas ni maniobras extrañas en la compra-venta de potencia de una hidroeléctrica clave para el desarrollo de ambos pueblos.

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