• Por Augusto dos Santos
  • Analista
  • @Augusto2s

Marcelo Tolces, realizador y gerente de contenidos de GEN, me dijo esta semana en un café que el futuro de la política está en manos de los líderes que se plantean “si lo hicimos por métodos tradicionales, por qué no lo haríamos por métodos científicos”. Y creo que tiene razón. Las formas de la política han variado tanto que vale preguntarse si sobrevivirá la política o sobrevivirán las formas. Pasó con el periodismo cuando los medios dejaron de ser medios para ser fines de comunicación. Pero olvidemos a Tolces y vamos a lo nuestro.

Si alguna universidad estuviera interesada en adentrarse en las profundidades abisales de lo que está ocurriendo hoy con el sistema de partidos políticos, tendría que enviar sus mejores investigadores al Paraguay, donde hay un caldo de regénesis en cocción que es verdaderamente fascinante.

Observaría, por ejemplo, el momento mágico de ensayos de “re-unión partidaria” en los dos partidos tradicionales en contraposición a un proceso histórico de repartidización (partidos que se parten) que ha marcado los últimos 30 años después del férreo tutelaje obligatorio de las unidades partidarias o de los sectores oficiales y clandestinos, en el mejor de los casos, de la etapa de la dictadura.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

OVULAR DEL ESTRONISMO

Una crisis que es tan curiosa como virulenta. Virulenta ya sabemos por qué; curiosa porque en el fondo es una mala praxis de un elemento fundamental en el ejercicio de la política: la lectura del escenario. Castiglioni y los negociadores de Itaipú actuaron como si fueran canciller y diplomáticos del estronismo (hiciéramos lo que hiciéramos nadie se va a dar cuenta o si se dan cuenta no habrá nadie que se queje), mientras que en realidad ellos, aun siendo substancia ovular del estronismo, tenían la obligación de advertir que vivían en el 2019 y no en 1973, que los términos del acta iban a conocerse y que –peor aun– los procedimientos de elaboración de la misma también. Allí radica la primera curiosidad: un Presidente joven –que por una década no fue milénial– consumando un error político dinosáurico en el corazón de un hecho con altísima oportunidad de lucimiento técnico.

LA VIEJA DEPENDENCIA

Pero seríamos ineficientes en el análisis si no viéramos, nunca mejor dicho, el otro lado del enchufe. Marito no solo estaba encandilado por Brasil, sino era capaz de reconocerlo públicamente (“me emociona que me llamen Marito”). Un jugador político con cierta astucia jamás revelaría sus cartas emotivas, salvo que ellas fueran para generar renta.

Por lo tanto, no se puede separar del todo un estado de preeminencia de poder de la Presidencia del Brasil sobre la Presidencia del Paraguay, que luego se puede advertir en todo el recorrido de la negociación, incluso en los segmentos en los que la operación de prensa desatada quiso descargarlo todo sobre los hombros de un abogado de 27 años, que si bien es tan peligroso como un iguanodonte en un kinder, es tonto creer que la culpa fue suya.

Lo siguiente es preguntarnos: es raro que exista una preeminencia del gobierno brasileño sobre el Gobierno del Paraguay y responderíamos de inmediato: en absoluto. Es lo que sucedió en toda la historia desde el día en que lancearon al Mcal. López.

PERO VOLVAMOS AL ESCENARIO

Decíamos al empezar que el escenario que se abre es fascinante y cargado de varios ejes que entran en inesperada tensión y que trataremos de enumerar:

a) El discurso de poder que consuma la victoria de Abdo Benítez estuvo marcado por la oposición al Partido Colorado en el poder. Marito llegó a presidente colorado construyendo desde la crítica a un presidente colorado, Cartes.

b) Él creía que esa jugada le otorgaría una doble renta de gobernabilidad: 1) le congraciaría durante toda su gestión con la oposición, lo cual sucedió efectivamente, pero por una corta temporada hasta la elección de Blas Llano en la titularidad del Senado, por citar un tiempo. Y , 2) Le mantendría en “destierro político” a Cartes, para quien luego de la victoria electoral tenía guardado el cuchillo de tumbarlo de su acceso al Senado.

c) Los asesores de Marito, con su altísima complacencia por cierto, le dijeron que todo lo que tenía que hacer él para lograr un gobierno exitoso era odiar a Cartes. Obviamente, esta fórmula no paraba de emocionar también a los enemigos empresariales del ex presidente representados en los grupos Zuccolillo y Vierci.

d) También los asesores le vaticinaron que esa posición le iba a asegurar que Cartes iba a pasar el tiempo aborreciendo públicamente contra Marito, lo cual le iba a generar un clima político de polarización altamente rentable. Rotundo error. Cartes no pisó ese palito, más bien se apartó y sus congresistas apoyaron proyectos claves del Gobierno.

CRISIS DEL DISCURSO

Todo esto lleva a observar que lo que se está viendo en el reacomodo político (proximidad colorada, cierta unidad liberal, en ambos casos sin amor, pero con espanto, saltiteo nervioso de algunos sectores más pequeños y afirmación de otros) es resultante de un escenario de fondo: la crisis del discurso. La crisis de una forma de presentar el escenario político y sus fuerzas contrapuestas (vital para gobernar y ser poder) que fue a la cuneta.

ELLO PROVOCA UN TODO DESOPILANTE:

El Gobierno está sostenido por el sector al que no paró de acuchillar desde que ganó el poder; sectores de la oposición que estaban aconchabados en el Gobierno no saben qué hacer para seguir en el Gobierno y a la vez pedir que el Gobierno se vaya (cómo falta un emoticón de risa con lágrima aquí); pero al mismo tiempo en que aparenta impropio que la oposición acuse a los colorados por unirse (un partido está para unirse contra las ideas de otros partidos) advertimos de pronto que ya nos hemos des-acostumbrado de “la unidad partidaria” en los sectores tradicionales de la política nacional. No es raro. En el fondo la construcción del poder en estos partidos se dialoga desde la polaridad y no desde la unidad. Eso le dio una excelente renta al Partido Colorado para ser poder todo el tiempo y al Partido Liberal para ser la tía menos acomodada, pero que también vivió en el barrio chic durante todos estos años.

EL ESTADO DEL DISCURSO POLÍTICO

El escenario político paraguayo es muy pobre. En cuatro años se han planteado solo dos discursos emblemáticos, unos proactivos y otro de trinchera. El proactivo ha sostenido y sigue sosteniendo el cartismo, que aun desde el sector privado impone el proyecto de país moderno, con oportunidades, basado en innovaciones.

Otros discursos proactivos se sostienen en segmentos como Frente Guasu, que aunque con un relato vintage sobre la redención social por lo menos sostiene un relato. Paraguayo Cubas tiene un relato basado en lo balsámico de la Justicia anárquica. Es un relato. Y con ellos se agota la propuesta.

Del otro lado está el discurso de trinchera que sostiene todo el conjunto de la oposición y el abdismo, que han apostado todo al anticartismo, sin considerar que el anticartismo puede ser una estrategia electoral, pero no sirve ni para gobernar ni para construir un relato político. Al contrario, una vez superadas las elecciones el discurso anticartista no hizo otra cosa que fortalecer al cartismo.

Pero en medio de este escenario surgen nuevos actores como Paraguayo Cubas. Aborrecido por la formalidad política, sin embargo, su ADN antisistémico le ayudará a rentar con la crisis del sistema. Cubas ha abducido de un saque la representatividad de sectores de la oposición no tradicional.

MOMENTO DE REACOMODO

Sea como sea lo que pase con el escenario de los partidos luego de esta crisis, será de un reacomodo interesante. Pasará incluso por un intento de reaproximación de sectores de la oposición al Gobierno, en parte por sostener el empleo en el Gobierno y otro por recuperar el viejo discurso.

Dice el díscolo Dominic Cummings, ideólogo del Brexit, que ya no están en guerra la derecha versus la izquierda, lo que ahora confronta es la vieja política versus la nueva política (“lo viejo vs. lo nuevo”). Veamos qué ocurre.

Dejanos tu comentario