• Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
  • MBA

En la agricultura familiar campesina tenemos una franja de pobreza importante a nivel país.

De acuerdo a estudios realizados por organismos técnicos del Estado se estima que más de 240.000 pequeños productores estarían en situación de extrema vulnerabilidad económica concentrados en su mayor parte en los Departamentos de Concepción, San Pedro, Caaguazú y Caazapá, donde se concentrarían los “mayores bolsones de pobreza” dentro de este sector.

No se duda de las bondades que podrían significar darle a los pequeños productores semillas, fertilizantes y otros insumos además de maquinarias y equipos varios para que puedan mejorar sus procesos productivos.

Pero solo eso no es suficiente, si es que no va acompañado de una asistencia técnica-productiva de parte de los técnicos del MAG que estén en las fincas de estos productores, mostrándoles de cerca y en términos sencillos y accesibles cómo podrán lograr una mayor diversificación en sus líneas de cultivos, cómo se encuentra el nivel de fertilidad de sus suelos, cómo poder incrementar mucho más los rindes promedios por Há, cómo hacer para que puedan aglutinarse en pequeñas cooperativas o asociaciones de producción para poder llegar ellos mismos hasta los grandes centros de consumo y obtener precios de venta remunerativos que realmente se justifiquen buscando en lo posible la eliminación gradual pero sostenida de la intermediación que antes que beneficiarlos, históricamente los han perjudicado.

Todo esto es harto sabido, pero si no se llegare a realizar con verdadera consistencia y que tenga comprobada sustentabilidad en el tiempo siempre nos encontraríamos ante hipótesis.

La participación del MAG y otros organismos técnicos del Gobierno es crucial para que se pueda lograr el objetivo y las metas que sean consistentes y sustentables en el tiempo cual es que tengan ingresos lineales durante todo el año, y no concentrado solo en 2 o 3 meses del año, sin que ni tan siquiera muchos de ellos puedan tener acceso al sistema financiero formal quedando relegados de la inclusión financiera por no reunir los requisitos cuali/cuantitativos de estas entidades.

Si esos pequeños productores los multiplicamos conservadoramente por 4 tendremos un promedio no menor superior a 960.000 personas en el campo que podrían ver reflotada su actual posición económica-financiera-patrimonial.

Los responsables técnicos deberán diagramar estrategias que permitan dar una solución válida a estos productores. Será la única forma en que puedan superar su estado de pobreza, diversificar sus rubros de producción y generar así la fuente de repago que precisan para cumplir en tiempo y forma con sus obligaciones financieras (pago de capital e intereses devengados).

Se deberá trabajar duro y fuerte en las cadenas productivas y de comercialización, que permitan a los mismos poder aglutinarse ya sea en asociaciones de productores o cooperativas, de tal forma a que llega el momento en que tengan que vender sus productos puedan tener un mayor poder de negociación ante los compradores mayoristas, que es justamente de lo que adolecen hasta hoy día.

Un rol primario en todo esto le corresponde también a las gobernaciones de los diversos departamentos del interior de nuestro país, de tal forma a que ellos, que conocen cada uno a los diversos pueblos y ciudades que están bajo su administración, puedan actuar de enlaces activos para la concreción de todos estos objetivos y metas.

Hace tiempo que se viene hablando con insistencia acerca de la importancia de dotar a estos pequeños productores de toda la estructura productiva y logística necesaria, como para que puedan ver de una vez por todas el resultado de su trabajo que se inicia con la siembra y finaliza con la cosecha.

Se precisan contar con planes estratégicos que puedan tener la fuerza necesaria como para que se pueda efectivizar en el mayor lapso de tiempo posible, pues definitivamente la intermediación que “corroe” los niveles de ingresos-ganancias de estos productores deberán ser revertidos definitivamente a favor de los mismos, pues hasta ahora los que menos sacrificio hacen son los que siguen llevándose lamentablemente la “parte más substanciosa de la torta”.

Los estudios “de gabinete”, los power points, las “pomposas”, reuniones con gente muy bien vestida y abundante bocaditos, etcétera, jamás van a tener los mismos resultados que si se los hacen dentro del “campo de batalla” de los productores que son sus fincas de cultivos. A los productores agrícolas no se los puede orientar ni dirigir “a control remoto”.

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