- Por Mariano Nin
- Columnista
El 1 de agosto del 2004 es una fecha que muchos nunca van a poder olvidar. Yo, por ejemplo. Me tocó trabajar ese día y puedo asegurarte que es un día que me va a acompañar toda la vida.
Era una linda mañana que de pronto comenzó a teñirse primero de gris y luego de negro por el humo de un incendio que causó una tragedia que destrozó a cientos de familias.
Primero fueron las llamas, la incertidumbre, el caos y luego el horror. Lo demás, ya lo sabemos.
Ayer hizo 15 años, y lo seguimos recordando como si fuera hoy.
En medio de esos trágicos recuerdos, una crisis política sin precedentes ponía ayer, al 1 de agosto, como una fecha para no olvidar en el calendario de la historia.
Ayer el presidente Mario Abdo Benítez y su vicepresidente Hugo Velázquez se salvaron de un juicio político con el que se podría haber terminado abruptamente su insípido y novel gobierno.
Pero vamos a remontarnos en el tiempo.
Si bien todo lo que hoy se vive a nivel político explotó apenas hace algunos días, el origen se da en el mes de mayo, específicamente el viernes 24, cuando dejando de lado a los técnicos, diplomáticos paraguayos intervinieron en la negociación de compra de potencia de la hidroeléctrica Itaipú y firmaron un acta bilateral con Brasil, el primero desde la firma del tratado en 1973.
Sin embargo, el Gobierno jamás informó sobre este acuerdo. Lo mantuvo en secreto por prácticamente dos meses.
Haber ocultado un acuerdo tan importante, que además no era beneficioso para nuestro país, derivó en un escándalo, que recién estalló el miércoles 24 de julio, cuando Pedro Ferreira, hasta entonces titular de la Ande, renunciaba a su cargo, aunque se desconocían los motivos exactos.
Era nombrado en su reemplazo Alcides Jiménez. No era solo un cambio. Los rumores aumentaban y las hipótesis iban revelando un desenlace impredecible.
El jueves 25 de julio, el Gobierno Nacional da a conocer el acta, que básicamente dejaba a nuestro país sin el derecho de elegir cuánta energía de Itaipú puede comprar.
Inmediatamente, los expertos cuestionaron el contenido de este acuerdo, revelando que representaría un sobrecosto de más de 250 millones de dólares para la Ande, sobrecosto que finalmente íbamos a pagar nosotros.
En ese contexto, el presidente de la República salía a defender la decisión.
Pero fue su argumento el que enervó los ánimos de la ciudadanía.
“Ya no podemos ser un país pillo, mendigo y que actúa como peajero”, decía Mario Abdo Benítez.
Sin embargo, poco tiempo después aceptaba las renuncias del canciller nacional, Luis Castiglioni; del titular de la Ande, Alcides Jiménez, del embajador paraguayo en Brasil, Hugo Saguier Caballero, y del director de Itaipú, José Alderete, reconociendo una crisis que se le iba de las manos. Pero la parte fuerte vendría después.
Así surgía una nueva trama. Entraba en el escándalo el vicepresidente de la República, Hugo Velázquez.
Un joven abogado, José Rodríguez González, supuesto asesor jurídico del vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, reconocía que operó a favor de la eliminación del punto que habría permitido a Paraguay vender energía eléctrica al mercado privado del Brasil.
Lo habría hecho para favorecer a una empresa que supuestamente está ligada al presidente Jair Bolsonaro alentado, por decirlo de alguna manera, por el propio Velázquez.
Fue la mecha que encendió la llama. Todo lo demás ya lo sabemos.
¿Y por qué comencé hablando del Ycuá Bolaños? Porque ese día, el día de la tragedia, nos dejó el sabor amargo de la impotencia. Esa impotencia que volvemos a sentir hoy con una crisis que nos recuerda que no aprendemos de nuestros errores, esos mismos que seguimos repitiendo y que nos mantienen al límite como el fuego, ese que quema nuestras esperanzas.
Pero claro, esa… es otra historia.