- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
La campaña electoral en la Argentina se tensiona. Sorprende porque, hasta el momento, la sociedad argentina se mantiene alejada del proceso comicial que corre mayoritariamente por las redes y en las comunidades virtuales constituidas particularmente en Whatsapp o en Twitter. Jorge Lanata –periodista que concentra el más alto nivel de audiencia radial cada mañana desde varios años– lo dice con todas las letras: “¡Esto es un embole. Aburre!” Sin embargo, pese a tanto profesionalismo y marketing político 2.0, algunas emergencias ganan espacio.
Así pasa en las horas más recientes luego que Aníbal Fernández, precandidato a concejal en Pinamar, ciudad balnearia situada en el Sudeste bonaerense con unos 31 mil habitantes, aproximadamente el 0,065% del total de la población argentina, que puede exhibir dos títulos universitarios –abogado y contador público– reivindicara a Ricardo Barreda, un odontólogo y múltiple asesino que el 15 de noviembre de 1992 mató con una escopeta a su suegra, Elena Arreche (86); a su esposa, Gladys McDonald (57); y, a sus dos hijas, Cecilia (26) y Adriana Barreda (24).
Fernández, quien fuera intendente de Quilmes (1991-1995); dos veces jefe de Gabinete de Ministros cuando gobernaba Cristina Fernández; senador nacional (2013-2015); ministro del Interior con el presidente Eduardo Duhalde (2002-2003) y ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos cuando Néstor Kirchner era jefe de Estado, en campaña para atraer votos para el Frente de Todos, lo dijo con todas las letras: “Antes de dejar a mis hijos con María Eugenia Vidal (actual gobernadora de la provincia de Buenos Aires que va por su reelección), por ahí se los dejo a Barreda”. A destiempo, a través de su cuenta @FernandezAnibal explicó lo inexplicable. No resiste análisis si se pretende la racionalidad o se levantan las banderas del bien común, de la igualdad de género, del repudio al feminicidio o, acaso, de la amistad social.
Las reacciones sociales críticas para con Aníbal Fernández luego de reivindicar al feminicida, no son hasta el momento de gran intensidad. Las duras se registran en el campo de la actividad política. Oportunismo militante con perfume de movimiento táctico. Los colectivos específicos exhiben tibieza. Abrumador, aunque no sorprende.
Facebook permite encontrar no menos de cuatro perfiles de Barreda en los que se puede pedir ser “amigos”. A77 –una banda punk– le dedica un tema: “Barreda’s Way”. El grupo Sometidos lo ofrenda con “La cumbia del odontólogo”. Angustia. Particularmente, porque en algún espacio de la cultura popular “san Barreda” es también una estampita en la que la imagen del criminal porta dos elementos significativos: una escopeta y una pinza. Sus seguidores lo señalan como “patrono de los varones oprimidos por el matrimonio”. La estampa mencionada, en el reverso, a modo de plegaria, propone: “Pórtenla los casados para que los proteja y los solteros para que no los deje caer en la tentación”.
La agencia de noticias EFE, reporta que desde la primera marcha del movimiento “Ni una menos”, en este país, el 3 de junio del 2015, en este país fueron asesinadas 1.193 mujeres. Una víctima cada 30 horas. En lo que corre del 2019 –hasta el 20 de mayo– se verifican 133 feminicidios. De esos casos, 121 explican la muerte de 121 mujeres y 12 de niños o niñas vinculados con ellas. En la provincia de Buenos Aires, donde milita políticamente Aníbal Fernández, residían 52 de esas víctimas. En todo el país esos crímenes dejaron 84 huérfanos.
Michael Halliday, lingüista inglés, sostiene que “el lenguaje codifica tanto nuestra experiencia de la realidad como nuestras relaciones con los demás y las representaciones que se hacen de la realidad”.