• Por Felipe Goroso S.–Analista.
  • Twitter: @FelipeGoroso

Asignar a todos los taxistas lo que vimos ayer en las calles de la ciudad sería una injusticia. En estos días, en los que vengo expresando mi opinión sobre la problemática que rodea al gremio taxista en mis redes sociales, me han llegado múltiples mensajes que denuncian prácticas de la actual dirigencia taxista hacia sus asociados. Sería sano para el gremio que los mismos se animen a hacerlas públicas.

Ser taxista es, para muchos, la única salida laboral llegada cierta edad y sin tener la exigencia de mayores estudios. Esto es también indiscutible. Una vez que se toma la profesión de chofer de taxis, muy pocas veces se abandona. La mayoría lleva el oficio por muchísimos años. Todo ese tiempo, el trabajo se realiza de manera bastante precaria en lo que a las condiciones laborales se refiere. En todo este tiempo en que la misma dirigencia está al frente, poco o nada ha cambiado en ese sentido.

El gremio taxista no merece la cúpula dirigencial que la lidera hace décadas. Cuando esta crisis acabe (porque va a acabar) en el escenario ideal, debería estar el cambio total de la actual dirigencia taxista. Y ese cambio debería de ser propiciado por sus propios colegas, un saneamiento interno. Y bien vale el juego de palabras. De hecho, ayer a la Policía Nacional le costó bastante dialogar con los manifestantes justamente porque no había una posición unificada en los mismos. Se evidenció que existe una división.

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Los ciudadanos –taxistas incluidos– nos merecemos un mejor sistema de transporte público, mejores taxis y más opciones alternativas como MUV. Nos merecemos tener la libertad de elegir cómo y qué medio usar para trasladarnos. Libertad, de eso se trata; al fin y al postre.

La renovación de la dirigencia no alcanza con un cambio de nombres o figuras, debe venir acompañada de un cambio de actitud, con una necesaria carga de autocrítica. Eso le permitirá al gremio taxista su propia reinvención desde la forma y también (y principalmente) desde el fondo.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, también se construye desde el fortalecimiento de gremios y con fuertes principios democráticos, evolucionando hacia el futuro y con consumidores con la libertad de elegir. Porque en el fondo, como muchas veces, se trata de libertad.

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