• Por Eduardo “Pipó” Dios
  • Columnista

Siempre sostuve y sigo sosteniendo que no hay peor forma de gobierno que la dictadura. Quien la vivió, del lado del mostrador de los comunes y no desde el calor del poder, no puede pensar de otra manera.

El personaje Payo Cubas, abogado ruidoso y pasillero de Ciudad del Este, aunque se jacte de lo contrario, estuvo del lado de los segundos, jugando al común de vez en cuando y hasta donde le dejaban y le convenía.

Entonces, no es de extrañar que el bueno de Payo hoy, abiertamente, declare su intención de instalar una, con todos los chiches en el país.

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Sus defensores tienen la misma tara y discurso troglodita de él. “Estamos cansados de los políticos corruptos... Todos son corruptos. Fusilamiento a todos, exilio, etc.”. Y celebran los agravios, acusaciones a los gritos y sin arrimar pruebas de nada, ataques a sus colegas, insultos personales, violencia física y verbal, todos delitos tipificados en el Código Penal. Inclusive el celebrar y aplaudir dichas actitudes en un país serio sería perseguible, por el solo hecho de hacer apología del delito. Pero cubrámoslos con el manto de la idiotez y dejémoslos destilar sus odios en las redes, que para eso están.

Payo es un pillo, desde el punto de visto político, un oportunista en su más clara definición, sin ninguna vergüenza lo deja ver y celebra las reacciones, muchas veces violentas de sus colegas, hartos de sus atropellos. Acá entrará usted, amigo payista, con su cantinela de “¿y de ellos que se pasan robando y delinquiendo quién nos protege, ehhh?”. No sé quién nos protege, pero definitivamente no es Payo. Ahora le explico por qué.

Payo, en un año, no ha hecho ninguna denuncia seria ante la Justicia, de nada, de ninguna de las acusaciones que hace a colegas parlamentarios, periodistas, funcionarios, políticos, empresarios, nada.. ni una. Simplemente grita y acusa de supuestos delitos o de ser viejo, o ser gaga, o sucio o usar botox o de tener amantes, al que se le canta. Él, como senador, si tiene denuncias tiene la obligación de hacerlas en la Justicia, no a los gritos. Arrimar pruebas, recibir datos confidenciales de eventuales testigos. Y acompañar y dar seguimiento al trabajo de jueces y fiscales. Para eso tiene fueros, tiene voz, tiene cámara y micrófono. Pero Payo solo grita.

¿Qué hace Payo? Extorsiona, amedrenta a quien quiere apartar de su camino y como tienen el techo de vidrio muchos se alinean, como Desirée, y le apañan sus shows, con tal de que no ventile sus trapitos sucios al éter. Otros le dan unos sopapos como Riera y como cualquier persona común haría, ante el estado de indefensión y absoluta impunidad de la que goza Payo.

Es hora de poner orden. Payo es una amenaza a la democracia, como lo fue Oviedo en sus épocas de militar activo y después. Hay que sacar a Payo del Congreso por que la ley así lo estipula. No respeta ninguna reglamentación y se pasa violando la ley. Si quieren ser generosos, mándenlo a su casa por cuestiones siquiátricas o de otro modo debe ir preso.

Los parlamentarios oportunistas, que pretenden utilizarlo contra sus enemigos, pronto recibirán las mismas patadas que hoy celebran y apañan, y puede que sea tarde.

Dejemos de incubar el huevo de la serpiente.

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