• Por Augusto Dos Santos
  • Analista

Ocurre en todos los gobiernos. No es solo en este que aparece una tuiteando cosas sobre damnificados con la escena más inoportuna u otra que con una “jaguareada” logra consagrar con más fuerza una frase que desespera al Presidente.

Siempre en todos los gobiernos hay uno o dos que se encargan de destruir lo que se construye con sus exabruptos mediáticos y lo peor es que viven en un microclima por el que están convencidos que lo que hacen está “recontra bien”.

Estos personajes se transforman en una tortura para las estrategias de comunicación por dos motivos; primero por lo que descomponen y segundo porque con frecuencia por todo se terminará culpando a los asesores de comunicación del Presidente.

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Uno puede estar seguro que ni el Mitic ni las dos publicitarias grandes que piensan y escriben avisos, discursos y noticias para el Presidente le habrán tirado la idea del tuit a “Solcito” Melgarejo; pero –olvídate– afuera todos dirán “qué inútiles los asesores” porque lamentablemente eso funciona así.

No hay una forma de evitar la existencia de “monos con gillette” en los gobiernos sencillamente porque en general son próximos a los líderes y eso es inmunidad permanente. Pero la realidad es que tales factores son sumamente desgastantes para las políticas de comunicación y terminan siendo más favorables a la oposición.

Al mismo tiempo, es imposible que los asesores “reales” de Marito no le hubieran planteado aún que la mejor manera de contrarrestar una expresión tan virulentamente enraizada en la gente como “Desastre ko Marito” es... ¡usando esa misma idea! Cualquier idea de contraponerse a ella, como con el horrible plan de vestirlo de Súper Luisito y ponerle “Oikoite Marito”, tiene el destino de morir en el fracaso sencillamente porque en las artes de la relación entre la comunicación y la sociedad hay un dogma que indica que nunca hay que negar un ataque de humor; solo sirve para generar un fenómeno, el “afirmar por la negación”.

Nadie olvida a las señoras católicas de Asunción que en la década del 40 se reunieron frente al Santuario de la Virgen de Asunción a corear: “Monseñor fulano no es homosexual, monseñor fulano no es homosexual”. OK. Asimismo. Negar una campaña de humor en contra solo afirma el poder de tal campaña.

Una lección fantástica de cómo reaccionar se puede encontrar en las piezas de respuesta (en este caso por la asimilación) de Fernando de la Rua cuando responde a la campaña en su contra, usándola y afirmando “y dicen que soy aburrido”. Finalmente ganó más elecciones. Bueno, agreguemos que el que le ayudaba a sacar las castañas del fuego a Clinton, Dick Morris, le solía dar una mano a De la Rua, no es cualquiera.

El aporte de los “aficionados” a la comunicación de un gobierno ha empedrado de desastres las buenas oportunidades de lucimiento. Vale recordar otro hecho reciente, cuando el Gobierno tenía la enorme oportunidad de lucirse con la victoria sobre los Arrom y Martí en la disputa internacional. ¿Cuál fue la reacción de algún improvisado ñembo estratega?: publicarlo al contralor vestido de Superman (!) (¿será de los mismos productores del Súper Luisito de Marito?).

Los gobiernos deben escribir cien veces y aprenderlo: “El humor es un fuego que solo se apaga con más humor. El humor es un fuego...”.

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