• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina

Dentro de tres domingos –el 11 de agosto– en la Argentina se realizarán las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO). Con ellas, se legitimarán las candidaturas de Mauricio Macri y Miguel Pichetto, por el oficialismo; de Alberto Fernández y Cristina Fernández, por la principal oposición; de Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey, opositores también que pretenden llegar desde el presunto equilibrio y mesura que aportan las miradas de centro; y, las de las izquierdas y los llamados antisistema. Pese a los enunciados de los unos y las otras a la vez que la inminencia comicial, los responsables de las tres principales ofertas a la ciudadanía muy poco o nada proponen o, más grave aún, solo interpelan a la sociedad con generalidades insulsas o acaso historizantes sobre tiempos muy lejanos. “Un montón de nada”, como canta Adrián Otero con Memphis, la Blusera.

Nada nuevo respecto de los últimos años, con excepción de la propia campaña que opera, con altas preferencias, en el campo de la realidad mixta emergente de la continua interacción social en los campos de la realidad real –por llamar de alguna manera a la socialización tradicional, cara a cara– y la realidad virtual que con mayor o menor intensidad desarrollan ciudadanas y ciudadanos a través de las plataformas tecnológicas en las que Whatsapp y Twitter aparecen como vectores comunicacionales tan imprescindibles como inevitables.

Pocos, muy pocos, carteles con las caras mayoritariamente sonrientes de los y las postulantes para cargos electivos; reducidos espacios propositivos en los llamados medios tradicionales; guerrillas tácticas a través de cuyos resultados las partes involucradas se tiran con datos sobre eventuales intenciones de votos o no voto; escasos contactos cara a cara de candidatas y candidatos con la sociedad y mucha frase vacía de contenido construida con palabras devaluadas como significantes. Por lo que las y los contendientes dejan trascender y a través de lo que se percibe los esfuerzos de campaña más intensos, al igual que los recursos de todo tipo que se aplican, se invierten en el contexto de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación).

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Los clásicos interrogantes sociales tales como “¿qué harán?”, “¿nos irá mejor?”, “¿habrá default, corralito?”, “¿habrá laburo?”, “¿alcanzará la plata?”, “¿condenarán a los corruptos?”, no tienen respuestas contundentes en las propuestas vacías de los líderes sin partidos que invitan a los votantes a elegirlos porque “los argentinos juntos somos imparables” o porque “sabemos cómo arreglar el caos que nos están dejando”. Si bien las campañas electorales desde muchos años dejaron de ser predictivas en procura de cambiar la realidad para tornar retrodictivas o, sencilla y lamentablemente, vacuas, la que se encuentra en marcha excede a las anteriores. No son motivantes ni desatan pasiones.

La información que circula aporta poco. Juegos tácticos con encuestas que reportan eventuales escenarios con empates técnicos entre el oficialismo de Macri y el ex oficialismo de Fernández son tapas de los diarios. En las radios y en la tele, con extensas parrafadas se comentan presuntas especulaciones que confidencian los habitantes de las carpas chicas de todas las tribus. La grieta. La incertidumbre. Mediocridad, finalmente con la profunda tristeza de que, como sostiene el dicho popular, “no se puede hacer ni pedir mucho porque es lo que hay”.

La sociedad argentina no recibe esas respuestas que derrumben sus interrogantes: “¿Qué pasará?”. El “montón de nada” también inquieta a los líderes mercosureños en Paraguay, Brasil y Uruguay. Con el oportuno acuerdo Mercosur-UE alcanzado y con mucho por hacer, en el espacio regional, observan. Hacen falta respuestas. Concretas. Lejos del marketing político 2.0. Los actores públicos tienen que entender que, como también sostiene Memphis, “un montón de nada es demasiado poco y no alcanza para ser”.

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