• POR EDUARDO “PIPÓ” DIOS
  • Columnista

Me explicaba un sicólogo amigo que el primer paso para curarse o empezar a curarse, de una patología sicológica o siquiátrica, como una adicción o una negación sistemática de la realidad, es reconocer que uno tiene un problema. Generalmente estas personas culpan a otros, su entorno, la mala suerte o cualquier otro factor de todos sus problemas, es decir niegan su responsabilidad.

Hay adictos a todo tipo de cosas, no solamente los clásicos como son la narcodependencia, la ludopatía, etc., sino a las cosas más extrañas.

Pero cuando un colectivo de personas, por ejemplo, un gobierno, con sus cabezas, sus miembros y su círculo áulico, es el que vive en un mundo fantástico, donde todo está cada día mejor y si algún problema se hace demasiado evidente, se culpa al gobierno anterior, el clima, la situación global y los medios hegemónicos en manos de los grupos de poder… ya la cosa se pone más jodida.

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En el fondo, el enfermo habitualmente es un problema para su entorno familiar, amigos y hasta laboral, pero cuando hablamos de un gobierno, que debe ser responsable del bienestar del resto de los ciudadanos, no solo bienestar económico, sino seguridad, salud, educación, etc., la lista de afectados por su “patología” es bastante más numerosa.

Este gobierno nuestro, desde su tupper de acero, no ve, no escucha, no siente y mucho menos acepta sus responsabilidades, y sigue de joda, rifando lo poco que va quedando entre los amigotes y queriendo convencernos de que todo es pasajero y que están “luchando contra la pesada herencia”. Justamente hablar de “pesada herencia” de un gobierno que te dejó la casa y las cuentas en orden, la mesa puesta, el aire prendido y la comida en el horno simplemente para que vos, con un mínimo criterio, te sientes cómodamente a hacer las cosas como se esperaba (esperábamos nio… la mayoría…) es directamente tratarnos de pelotudos a los 6.990.000 paraguayos que no participamos de la juerga esta que ya lleva 11 meses.

La irresponsabilidad, sumada a la negación absoluta de la realidad, de no ver los gruesos errores, omisiones y el dolo con que se manejan hacen pensar que aparte de bandidos e irresponsables, están “mal de su cabeza”. Preocupa y mucho, porque al abismo que nos llevan ellos y una oposición cómplice y condescendiente, nos vamos todos…

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