• Por Matías Ordeix
  • Socio del Club de Ejecutivos

En el mundo de los negocios, el crecimiento de nuestras empresas y por ende la mejora de la economía en nuestras naciones dependen también de las reglas claras de juego establecidas por los gobiernos. La competitividad será responsabilidad de la alta dirección de la empresa, pero el medio donde se desarrollan los negocios, las políticas y leyes también tiene una alta gravitación en nuestros resultados finales.

Es por tanto imprescindible mantener un constante y sincero diálogo entre el sector privado y público. Ambos, partes integrantes de los motores de la economía del país y responsables de la calidad de vida de los ciudadanos, no deberían tomar caminos diferentes, sino trabajar en armonía sin perder su propia génesis y objetivos.

Días pasados hemos sido invitados a un gran evento organizado por la Asociación de Dirigentes de Marketing de Uruguay. El mismo reunió a referentes del sector público (presidentes, ministros, autoridades) y a principales dirigentes empresariales de la región. El mismo hacía honor a su nombre, “Convergencia empresarial”, pues fue un encuentro donde los aportes de los conferencistas estaban orientados a una mejor construcción y colaboración pública-privada.

Localmente, volviendo a nuestro país, hemos visto señales positivas por parte del Poder Ejecutivo, de escuchar al principal generador de empleos, las empresas, en la voz de los empresarios. Debemos reconocer que existe un diálogo entre las autoridades del Gobierno y gremios empresariales; quizás no sea el óptimo, pero es el camino que conducirá a un trabajo armónico y próspero para Paraguay.

Sin embargo, estamos viendo con gran preocupación un Poder Legislativo bastante más alejado de la realidad económica, que poco escucha y solo se guía por sus propios intereses en gran mayoría. Un Parlamento que solo actúa con intereses populistas, sin un pienso y razonamiento coherente. Esto es altamente peligroso y puede ser muy perjudicial para todo el país.

Salvo algunas excepciones, los parlamentarios están siguiendo un camino tortuoso que puede incluso volcar al país a una gran curva descendente. Estamos ante un Paraguay parlamentarista, donde el diálogo en realidad es un monólogo, y los antojos particulares, autoblindajes, aumentos de gastos corrientes y corrupción son un daño constante.

Los parlamentarios deberían saber que los empresarios y ejecutivos quieren seguir invirtiendo en el país. Y que se esfuerzan también para atraer a nuevos inversionistas extranjeros que apuestan a un país serio con seguridad jurídica y reglas claras.

Por tanto, las señales del Congreso deben ser positivas. Los “honorables” parlamentarios deben legislar de acuerdo a lo que el país y la sociedad necesitan. Y para el efecto, están obligados a dialogar, responder a la lógica de la realidad al redactar las leyes y a colaborar con una política legislativa que no obstaculice el trabajo a los grandes generadores de empleo (empresas) para que sigan colaborando con la economía del país, como así ayudar a los más necesitados con políticas sociales ajustadas a la equidad.

El Paraguay se construye entre todos, la confianza entre los sectores público-privado-sociedad debe construirse paso a paso. El empresario es responsable también de colaborar con el bienestar de cada ciudadano, pero precisa imperiosamente de la cooperación del sector público. Solo de este modo mejoraremos juntos, a través de una gran convergencia de prosperidad.

Dejanos tu comentario