A Carmen, una campesina asturiana de quince años, en la década del cuarenta, de un caserío diezmado por el hambre de la posguerra civil, su familia la envía en un barco de ida a la Argentina de Perón. Es un intento desesperado por librarla de la miseria, con la esperanza de que pronto toda la familia la acompañará. Pero las cosas salen mal, la familia se queda en Asturias, y Carmen se queda sola y atrapada en un país que le es hostil. Allí se hace adulta, consigue trabajo, se casa, y aunque lucha contra su suerte, sufre las penurias del destierro y el desarraigo. En algún momento de ese tránsito, deja de sufrir y se siente argentina. Y es allí cuando sus hijos y nietos le dicen que se quieren ir a España para escapar de la crisis económica, y su calvario reinicia.

Jorge Fernández Díaz, periodista de profesión, le pregunta un día a su madre qué tal le va con la terapia. “La Doctora es muy inteligente y muy comprensiva. A veces se le llenan los ojos de lágrimas cuando le cuento mi vida”. Esa misma tarde compró un cuaderno de tapa dura en un kiosco y arrancó con una frase “la mujer que hacía llorar a su psiquiatra”. Como periodista de raza, se encerró a entrevistar a su madre cincuenta horas de seguido. A que le cuente su historia. De esa “entrevista”, nació uno de los libros más hermosos que yo haya leído en mi vida. Y te aseguro, que vos puedas leer en la tuya.

“Mamá” no da golpes bajos, porque no hace falta. Fernández Díaz hace casi una crónica objetiva de la vida de su madre, dejando espacio para el relato autobiográfico y confesional de una mujer común de clase media, inmigrante, cuyo atractivo reside en que podría ser la madre o la abuela de cualquiera. Jorge Lanata dijo “yo no me acuerdo de haberle contado a Fernández Díaz tantas cosas sobre mi vieja”.

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En efecto, la crítica fue unánime en su deslumbramiento. Algunos, como Manuel Vilas, lo llamaron “Una de las cartas de amor y agradecimiento más hermosas y hondas que un hijo haya escrito a su madre”. Otros, como Martín Caparrós destacaron el valor de retornar a una literatura realista y descarnada, que cumple una función en la sociedad: “En un país donde se escribe para ocultar lo que se es, él escribe para mostrarlo”.

Es que lo genial de “Mamá”; y del maravilloso corpus literario que, desde su lanzamiento en el 2006, viene escribiendo Jorge Fernández Díaz, lo más valioso, es que siempre logra escribir sin maquillar la verdad. Y demuestra, así, que, aún en la verdad más cruda, triste y descarnada, también existe la poesía más sublime y conmovedora. O, en palabras de José Pablo Feinmann: “Mamá” es simple y poderosa como la vida. Pero la vida no está tan bien escrita”.

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