- Por el DR. MIGUEL ÁNGEL VELÁZQUEZ
- Dr. Mime
Cuantas veces hemos oído la frase de que un hijo te cambia la vida... y esto es patente en ambos progenitores, pero en el caso de la madre, ello conlleva un significado absolutamente único y que hasta hace unos años era totalmente impensado: el cerebro de una madre nunca será igual después de haber sido tal. Y eso no tiene nada que ver con la genética, desde ya se los anticipo, porque se ve igualmente en las madres que adoptan... ¡un bebé cambia la conformación del cerebro materno!
Puede parecer falso, pero estudios recientes así lo demuestran, y si bien también cambia el de los padres, lo hace en menor medida. Por eso decimos que, si obviamente los padres influencian decididamente en el desarrollo del cerebro del bebé, este pequeño futuro bípedo de la vida produce cambios estructurales y funcionales en todo el entramado neuronal parental. ¿Qué pasa para que esto suceda? No demos más vueltas, la respuesta es sencilla: el cerebro de la madre se adapta funcionalmente a la carga y la responsabilidad que conlleva la crianza, por ende reformula su funcionamiento para “programarse” en función a ser madre.
Pero estos cambios no son solo teóricos. ¿Qué pasa en el cerebro de una mujer embarazada? A las nauseas, el malestar, la pesadez, la dificultad para el sueño y el reposo nocturno por la “enorme panza” de la “bendición por venir”, se suman los cambios cerebrales que, como veremos, no son pocos.
¡El cerebro de la madre embarazada disminuye de tamaño! Pero que no les confunda esto: si bien las madres se quejan de un “enlentecimiento” en las funciones cognitivas (debido muchas veces a la falta de sueño, o a la disminución de la calidad del mismo), el cerebro materno dispara una serie de procesos que son en realidad una marcada evolución en su desarrollo: la maternidad aumenta determinadas formas de procesar algunos conocimientos, torna superlativa la respuesta al estrés volviéndola poco menos que óptima, y, sobre todo, vuelve sumamente agudos algunos procesos relacionados con la memoria.
Así, el cerebro vanidoso de una mujer soltera se despreocupa de las formas y el qué dirán, y se vuelve una verdadera “máquina de criar”, llevándose consigo las formas femeninas esbeltas sin importarle mucho ante la promesa del vientre que recuerda constantemente ese milagro que es la gestación. De esto resulta un cerebro diferente, probablemente bastante mejor adaptado para pelear por la supervivencia de la prole, y todo eso mediante a la reingeniería microanatómica de su corteza por acción de hormonas y neurotransmisores que inundan constantemente el cerebro materno.
Cuando nace, el bebé es una máquina de generar impulsos que atraen la atención de la madre sobre él, y es una de las causas de que el cerebro materno sufra cambios para adaptarse a la protección del nuevo ser. De hecho, la agudización de todos los sentidos es fundamental en el cambio que sufre la madre, pero uno de ellos se lleva las de ganar: el sentido del olfato. Ese mismo que le ayudase a elegir pareja (ya que como describo en mi libro “Cerebra la sexualidad”, la mujer se vale de su olfato para elegir a su compañero), es el que incluso marca el destete del bebé.
Los estímulos olfatorios llegan a una zona denominada amígdala media donde se procesa el contenido emocional de la información olfativa. Sí, ese mismo significado emocional por el que relacionamos olores con recuerdos, como el aroma a la torta que preparaba la abuela o al cafe de la Avenida de Mayo en Buenos Aires: los aromas nos transportan a épocas y lugares diferentes, y en este caso, ayudan a dar contenido emocional al estímulo percibido por la madre desde el bebé. Este sentido se vuelve muy importante, ya que ayuda a aumentar los lazos emocionales entre madre e hijo cuando la mamá comienza a apreciar los “olores” del bebé.
Otra cualidad que la maternidad regala a la madre es la de ser “multitasking” o multitarea, y es que si solo se dedicase a atender a su bebé sin fijarse en el entorno, ambos morirían porque no tendrían forma de conseguir los recursos para vivir. Y en su encéfalo, una zona denominada sustancia gris periacueductal, situada en el mesencéfalo, es la que determina la decisión de salir a buscar comida y sustento, y a quedarse a cuidar de la prole sin hacer otra cosa.
Además de eso, como aventurarse a enfrentar al mundo con su bebé “pone en peligro” al mismo, desarrolla un cambio en la arquitectura de las neuronas de una zona de su sistema límbico, ese gran regulador emocional que tiene el cerebro, más específicamente en el núcleo medio de la amígdala que normalmente es el encargado de controlar conductas de evitación de las situaciones de riesgo y de desarrollar actitudes de defensa, lo cual hace no solo que esté más alerta ante situaciones de potencial peligro, sino que también pueda desarrollar una audacia y un arrojo que antes no tenía, para realizar acciones de defensa de su prole que en otros casos no hubiese hecho.
En laboratorio se ha experimentado con diversos animales cuyo entramado neuronal se asemeja mucho al del ser humano, y se han hallado resultados sorprendentes en, por ejemplo, roedores embarazados. Estos demostraron una superlativa capacidad de atención comparativa con otros no gestantes, lo cual puede traspolarse al cerebro humano en época de gestación y posterior a ella: la madre está mucho más atenta a lo que sucede alrededor, y eso deviene en seguridad para su pequeño. Otros estudios, ya en seres humanos mediante modernas técnicas de imagen, encontraron que el cerebro de las embarazadas, más específicamente la sustancia gris, esa que tiene a los cuerpos de las neuronas y que se ubica en la parte más externa del cerebro, la corteza, experimenta un aumento considerable en su espesor, notándose más esto en zonas como el mesencéfalo, los lóbulos parietales y la corteza prefrontal, zonas que, no por coincidencia, sino por justa razón, se hallan involucradas en el cuidado del bebé.
A medida que se acerca el parto, el cerebro materno pone en marcha hormonas muchísimo más potentes. A las conocidas oxitocina y prolactina, necesarias para contraer el músculo uterino en el parto y para la producción de leche respectivamente, se suman otras que literalmente “moldean” anatómicamente al cerebro, induciendo los cambios en su estructura.
Una zona del hipotálamo, una pequeña zona que es la encargada de comunicar el sistema nervioso con el glandular y que está en la base del cerebro, aumentan su población, y son las que determinan las conductas maternales, proporcionando de hecho el placer maternal al contemplar a su bebé. Incluso, hay en esta zona un descenso de los receptores opiáceos, por lo que las mujeres se vuelven más resistentes al dolor, y si los embarazos son repetidos, esta sensibilidad es cada vez menor: la mujer se prepara para no sufrir dolor en el parto.
Las hormonas son fabulosas para el cerebro de la mujer embarazada: le forman un escudo que vuelven al cerebro mucho más resistente a las agresiones para que no se comprometa su capacidad de cuidar al bebé. Además, las hormonas producen un aumento en la producción de pequeñas protuberancias en cada una de las dendritas, las “ramitas” de las neuronas por las que se comunican.
Estas protuberancias, llamadas espinas dendríticas, son las que llevan en efecto la capacidad de comunicarse y formar las sinapsis con otras neuronas. Dicho de manera más sencilla: el embarazo mejora enormemente la conectividad neuronal al formar más espinas dendríticas. Es por eso que muchas personas se quejan del llamado “cerebro del embarazo” mientras sucede: razonamiento enlentecido, pensamiento “pesado” y resentimiento en las tareas no relacionadas con el cuidado del bebé. Pero en realidad, el cerebro se volvió una “máquina de cuidar bebés” perfecta y entrenada.
Y en los hombres que vamos a ser padres, ¿qué nos pasa? También nos toca lo nuestro: generamos nuevas neuronas en el sistema olfatorio para responder a los nuevos estímulos olfativos generados por el bebé, y tenemos más neuronas nuevas en el hipocampo para poder responder emocionalmente al hecho de ser padres.
Definitivamente, tener un bebé nos cambia la vida y el cerebro... nos tiene DE LA CABEZA...