• Por Juan Carlos Zárate Lázaro
  • MBA

Solo aquellos hombres que muestren un fuerte deseo de influir en la actuación de los demás y que obtienen una auténtica satisfacción al hacerlo pueden aprender a dirigir a sus equipos de trabajo con eficacia dentro de las organizaciones.

Es poco probable que ningún ser humano aprenda a hacerlo a menos que realmente muestre verdaderos deseos de asumir responsabilidad por la productividad de otros y disfrute desarrollándolos y estimulándolos para el logro de mejores resultados en lo cualitativo y cuantitativo.

Siempre tenemos a muchos ejecutivos que aspiran a posiciones de alta dirección, pero que en contrapartida no están motivados para tener una verdadera capacidad de dirigir equipos de trabajo, orientados a las consecución de objetivos y metas.

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Se muestran motivados para ganar salarios elevados y poder alcanzar un rango superior dentro de la empresa, pero no están imbuidos de la motivación suficiente para obtener resultados a través del trabajo participativo y capacidad de delegación de responsabilidades a otras personas que forman parte de la organización.

Esperan obtener satisfacción a través de los ingresos que puedan ir obteniendo y del prestigio que los puestos ejecutivos en empresas importantes llevan consigo, pero no muestran la suficiente actitud ni motivación por la obtención de los logros alcanzados por sus subordinados.

Si bien sus aspiraciones son elevadas, en contrapartida sus deseos reales para la capacidad de supervisión a otras personas resulta baja, pues carecen del buen desarrollo de una buena inteligencia asertiva y suficiente empatía, para la consecución de los logros esperados a nivel cualitativo y cuantitativo.

Existe en la vida una razón importante por la cual muchos hombres instruidos y ambiciosos no aprenden a hacer carrera como directivos con éxito debido a la falta de voluntad y necesaria aptitud y actitud para dirigir a sus equipos de trabajo.

Definitivamente, si una persona carece de este deseo, no dedicará el tiempo, la energía y el esfuerzo intelectual necesarios para encontrar la forma correcta y profesional de dirigir equipos que realmente sean participativos y trabajen en pos de objetivos bien definidos.

La necesidad de capacidad de dirección constituye un aspecto crucial para determinar si una persona aprenderá y lo aplicará en la práctica lo que resulte necesario para que le pueda permitir poder obtener resultados eficaces en el trabajo.

Las buenas calificaciones que pudo haber obtenido tanto en el colegio como en la universidad, y que demuestran una actuación sobresaliente en el terreno práctico ya sea como contador, ingeniero o vendedor, revelarán hasta qué punto es capaz y está dispuesta a realizar tareas que les han sido asignadas con eficiencia y eficacia.

En contrapartida no significa que un historial sobresaliente como ejecutor individual les pueda permitir a dicha persona que sea capaz o esté dispuesta a conseguir que otros también muestren excelencia en la realización de las mismas tareas.

Es usual que los hombres que son sobresalientes como ejecutores individuales se convierten con no poca frecuencia en dirigentes que se los hacen todo ellos mismos. Si bien muestran capacidad y voluntad para realizar el trabajo personalmente, carecen de la motivación y el temperamento para lograr que otros los hagan. O sea, espíritu de trabajo en equipo cero x cero. Y eso en pleno siglo XXI ya resulta inadmisible.

Estos tipos de profesionales rara vez suben muy alto en la jerarquía organizativa porque por mucho que los intenten, no pueden compensar con sus propios esfuerzos la actuación pobre o mediocre de un gran número de subordinados.

Muchos graduados en dirección de empresas prefieren posiciones de staff en las organizaciones antes que de línea, administración o finanzas o bien dentro del área fabril, por ejemplo. Cada vez son más los que quieren empleos que les permitan utilizar su capacidad analítica más que su capacidad de supervisión.

Más y más personas esperan llegar arriba desde posiciones donde observan, analizan y aconsejan, pero sin tener responsabilidad personal por los resultados obtenidos.

Vivimos en un siglo en donde la capacidad innovativa, creativa y trabajo en equipo son las constantes y personas con dicha mentalidad será muy improbable que “tengan larga vida” dentro de las empresas que operan en diversos segmentos de negocios.

“A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada”. (Sir Winston Churchill).

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