• Por Juan Carlos Zárate Lázaro
  • MBA

La habilidad para comunicarnos eficazmente es esencial a todos, por lo que el éxito profesional de un gerente depende tanto de su habilidad para comunicarse como de la aptitud y actitud que le ponga a su quehacer diario. La buena comunicación dentro de las organizaciones contribuye a las posibilidades potenciales de una mejor ejecución de planes y estrategias de corto, mediano y largo plazos.

Obtener la aceptación de las políticas que se desea implementar, lograr la cooperación de los demás, hacer que las ideas y las instrucciones se entiendan con claridad y efectuar los cambios y/o correcciones que se desean en la ejecución, se logran solo a través de una comunicación efectiva.

Un gerente que pretende ser eficiente y eficaz en lo que hace debe tener la capacidad de transmitir a los subordinados sus pensamientos, planes y conocimientos, para que ellos comprendan y ejecuten las labores y ser receptivos a la retroalimentación para que pueda tener un efecto positivo, dado que muchos creen que dan instrucciones correctas, cuando que son todo lo contrario y desmotivan al personal.

El dicho popular “saber es poder” debiera ser modificado para que dijera: “El saber aplicado es poder”. Y para aplicarlo se requiere una comunicación eficaz y efectiva, pero que lamentablemente a veces está ausente, pues nos creemos “la octava maravilla del desierto”, cuando que en verdad somos “pura teoría”.

Comunicar, según el diccionario de Webster, significa “compartir, dar a otro, o intercambiar pensamientos, opiniones o informes”.

El no hacer caso o mostrar indiferencia a la respuesta del que escucha es negativismo, para una comunicación eficaz y casos como estos, lamentablemente, seguirnos teniendo varios y no nos debería de sorprender que es “camino al fracaso”.

Esto nos lleva al enunciado fundamental de que toda comunicación se mueve en dos direcciones. Puede iniciarse por diversos medios: de palabra, por escrito, por señales y por impresiones materiales, en tanto que el receptor puede usar los mismos medios o ninguno, es decir, el silencio.

La idea del silencio como un medio comunicativo puede parecer nueva, pero en la práctica es uno de los más comunes.

Hay un dicho que dice: “Nunca me subestimes cuando me veas en silencio, sé más de lo que digo. Pienso más de lo que hablo y observo más de lo que te imaginas”.

LA COMUNICACIÓN DEBE SER RECIPROCA

Para administrar bien es esencial reconocer que la comunicación debería ser recíproca, pero en muchas empresas solo parecen dar importancia al aspecto de informar, enseñar y ordenar a los subordinados; y aunque esto es útil, constituye comunicación en una sola dirección y no toma en cuenta la respuesta de la experiencia de los trabajadores o sus reacciones a la comunicación.

La eficacia de un trabajador depende mucho de que comprenda y acepte lo que su jefe quiera que haga; y este da a conocer sus deseos por medio de la comunicación y debe ser clara y precisa para que su cumplimiento sea completo y satisfactorio. Y no se produzcan innecesarias distorsiones.

Cuando algo marcha mal dentro de la empresa, debido a la interrupción en la comunicación entre el empleado y su inmediato superior, pocas veces se deberá a la falta de conocimientos técnicos del supervisor, sino más comúnmente al empleo excesivo de conocimientos técnicos o más concretamente a la falta de habilidad para hacerlos llegar a los subalternos en términos sencillos y accesibles. Y de seguro que en todo esto muchos se verían plenamente personificados, aunque no lo acepten.

La comunicación eficaz depende fundamentalmente de saber con claridad qué es lo que uno quiere comunicar, entender bien lo que otros digan y hablarles o escribirles en sus propios términos.

Las estructuras verticalistas deberán ir siendo reemplazadas en forma sostenida por la descentralización de funciones y responsabilidades. No cabe otra, pues el siglo XXI así lo exige.

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