- Por Antonio Carmona
Cuenta la leyenda que a la muerte inesperada e intempestiva del mariscal Estigarribia, cuya elección había sido una salida elegante y oportuna a la políticamente turbulenta postguerra, se produjo una gran incertidumbre política nacional y específicamente en el gabinete donde nadie se animaba ante la confusión a dar una salida, que el segundo de a bordo, Morínigo, en un acto de osadía que sorprendió a todos, tomó la decisión: taguapymi che mba’e, mientras tanto, dicen que dijo y presto se sentó en la silla del Mariscal.
Como registra la historia, costó una guerra civil y unas cuantas asonadas para poder desalojarlo. Una vez asumido de facto, no faltó el chupamedias que corrió a contárselo a la madre del flamante presidente y dictador en potencia –como lo bautizó Roa en un memorable editorial del diario El País de aquel entonces–, quien conmocionada exclamó “Che dio… si lo hubiera sabido antes, lo hubiera mandado al colegio”.
La anécdota se fortaleció cuando a algún yanqui embaucador se le ocurrió otorgarle el título de Dr. Honoris Causa, provocando la chispa de un agudo humorista que lo rebautizó “Honorio Causa”, marcante que le quedó por vida, y así pasó a la historia bufonesca del Paraguay… aparte de a la historia sangrienta.
Valga la recordación para hacer historia de que en el Paraguay históricamente no han primado los que llegan a la presidencia con los votos, sino los que llegan con las botas o incluso, los que llegan de rebote, como quien no quiere la cosa, para tratar de quedarse ahí por la eternidad y hasta ha habido los que casi lo consiguieron, sin necesidad de democracia ni de votos, salvo para el arranque. Valga, ya que lo cito a Roa, recordar a El Supremo, que casi siguió gobernando después de muerto y que nos legó una caterva de herederos en potencia, es decir, Supremo potaitéma.
Es una ingenuidad, entonces, insólita para provenir del experimentado “Calé”, argumentar que el prepotente de turno no tiene votos para llegar a ser presidente.
Las condiciones para ser presidente electo son unas y para ser presidente mbaretépe son otras. El mismo Cubas lo afirmó sin avergonzarse frente a un batallón de medios que tampoco se asombraron y ante una multitudinaria audiencia que tampoco se escandalizó porque el aplaudido senador amante del cintarazo… falta poco para que recurra a la picana eléctrica.
Dados sus modales, parece que también su familia se olvidó de mandarlo al colegio. Y dado el festejo y la amplitud de la comparsa que le hace de corifeo en los medios y las redes sociales, incluyendo a destacados representantes de las más altas instituciones nacionales, no es descabellado pensar que con esas “cualidades” el cinto, los botellazos y cintarazos basta y sobra para que se sienta presidenciable. A Morínigo le bastó con la frase, me voy a sentar yo en la silla; al Tiranosaurio, con un par de frases en toda su historia, aquella que le copió a Perón, no hay mejor amigo de un colorado que otro colorado, mientras mandaba al exilio y a las cárceles a colorados, liberales, febreristas… por igual, y aquella otra, ya en tiempos en que se avecinaba su estrepitosa caída cuando solo atinó a decir, como si fuera una máxima para la historia, “hay que calafatear el barco”. Cuando el barco estaba más hundido que el Titanic, y sin necesidad de iceberg.