Por Eduardo “Pipó” Dios

eduardodiosk@gmail.com

Parece que al fin vamos a terminar con las listas sábana. O mejor dicho, “las famosas listas sábana”, como les gusta repetir a algunos periodistas, políticos y a los filósofos de las redes sociales. Es que las “famosas listas sábana”, vamos a llamarles “FLS” para acortar, han sido utilizadas para echarles la culpa de todos los males del país. ¿Corrupción? ¿Impunidad? ¿Hambre? ¿Frío? ¿Falta de oportunidades? ¿El dengue? ¿El clásico? ¿No vamos al mundial? Las FLS son las culpables. Y no deja de ser cierto en parte en la mayoría de las cosas malas citadas y otra tantas que olvidamos.

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Pero... las listas abiertas ¿solucionan todo? Si bien es un buen comienzo, no es garantía de nada. Los grandes badulaques que abundan en las cámaras del Congreso tienen suficiente poder económico para entrar con listas propias y arrear votos el día de las elecciones a platazo limpio.

Recordemos, además, que varios próceres que sientan sus reales en el Congreso entraron encabezando listas propias, ya sean internas o en las generales y que con “solo” 50.000 votos sos senador, no importa quién seas. Y en Diputados es bastante peor el asunto.

Y cuanto más chico el partido, más sábana nos meten.

Pero creo que va a servir de alguna cosa, peor no puede ser... ¿verdad? ¿Verdad? Ojalá que no.

Es muy simpático ver a algunos personajes preocupados por esto, ya sea porque no les conviene o porque tienen miedo de admitir que sus enemigos políticos lideren este cambio.

Entonces plantean dudas tan serias y responsables como “¿por qué será que fulano apoya? Hay algo escondido...”. No, mi reina, lo que pasa es que tu discurso “anti” fulano no sirve siempre porque fulano no es tan malo como vos cobrás por decir ni vos sos tan honesta como querés vender... Así nomás.

Fuera de esto, el verdadero cambio vendrá cuando tengamos justicia y no impunidad, esa es la clave. La corrupción no se elimina, simplemente los corruptos se cuidan más si temen a una justicia real. ¿Cómo se llega a eso? Despolitizando la justicia, eliminando la injerencia de los parlamentarios para nombrar y juzgar a los jueces, dándoles inamovilidad de entrada y castigando duro a los que fallan en esa función.

Ahí sí tendremos lo que queremos. Mientras tanto, agarremos esto que, aunque no sea la gran solución, sí es un gran avance.

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