Hice una especie de miniencuesta para decidir la fecha menos ofensiva para publicar esta columna: un policial violento sobre un asesino en serie que mata durante Semana Santa. Obviamente tenía que salir en Semana Santa, así que entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección, me sorprendió el resultado de mis pesquisas: era menos ofensivo publicarla cuando Cristo ya está resucitado y todo el mundo está feliz. Así que, al que aun así se ofenda, mi única excusa es que podría haber sido mucho peor.

Ayacucho es una localidad peruana hipertradicional, anclada entre la Cuzco Inca y la Lima española/blanca. Su Semana Santa es la segunda más popular en el mundo, luego de la de Sevilla; o sea, se lo toman muy en serio. Procesiones y tradiciones que datan de la primera época de la colonia. Es precisamente allí, durante la Semana Santa de 1990, que aparece la primera víctima, la cual, en realidad, son cuatro. El asesino la formó con partes de cuatro cadáveres distintos. Su elección de las fechas no parece ser aleatoria: sus crímenes tienen dejos de delirio místico.

Le toca investigar los macabros hechos al fiscal distrital adjunto Félix Chacaltana Saldívar, quien exige que lo llamen así, con títulos completos y todo. El autor lo describe: “El fiscal Chacaltana nunca ha hecho nada malo, nunca ha hecho nada bueno, nunca ha hecho nada que no estuviese claramente estipulado en los reglamentos de su institución. Pero ahora va a conocer el horror. Y el horror no ha leído el Código Civil”.

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La novela, Premio Alfaguara del 2006, está escrita con el telón de fondo de la situación política del Perú de la década del 90, la sangrienta guerra que se había tejido entre los terroristas de Sendero Luminoso y el Gobierno de Alberto Fujimori que, por supuesto, en abril de 1990 negaba siquiera la existencia de terrorismo en el país. La guerra ya estaba ganada. En teoría y en los discursos oficiales. Aunque el fiscal Chacaltana sospecha de la amenaza de Sendero en la zona, la respuesta de sus jefes es tajante: “Métase una cosa en la cabeza: en este país no hay terrorismo, por orden superior. ¿Le quedó claro?”.

“Siempre quise escribir un thriller, es decir, un policial sangriento con asesinos en serie y crímenes monstruosos. Y encontré los elementos necesarios en la historia de mi país. Perú: una zona de guerra, una celebración de la muerte como la Semana Santa, una ciudad poblada de fantasmas. ¿Se puede pedir más?”.

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