Las últimas jornadas legislativas fueron de gran productividad para el legislador Payo Cubas siguiendo con su exquisita agenda legislativa de convertir en ring el Congreso Nacional, provocándolo a su par –al menos en nomenclatura de cargo– Juan Carlos Galaverna, para una trompeada, tras arrojarle agua, como si estuviera en la escuela primaria. Salvó la situación la veteranía de “Calé”, quien contuvo el impulso a mitad de trompada.

Como no es la primera vez que Payo, cuya más destacada expresión legislativa antes de llegar al Congreso fue la de defecar en un juzgado. Sumando antecedentes pre y pos senadurías, aparte de ser partner de “Kelembú” en política del Este, la trayectoria del hoy legislador se destaca por su contundente, aunque precario listado de insultos soeces, amenazas violentas, generalmente más ñe’êrei que otra cosa, gritos y gestos groseros y acusaciones sin fundamento, bajo la protección de su cargo de senador.

Aunque merecida, la suspensión temporaria no parece ser una medida suficiente para el desenvolvimiento más o menos normal del Congreso, que ya sin Payo demostraba sus precariedades y hasta sus limitaciones verbales para el oficio de parlamentar que se supone inherente a los parlamentarios. Con el payismo como modelo de gran repercusión mediática y publicitaria la cuestión se vuelve más peliaguda. Los exabruptos payísticos han recibido promoción de alguna prensa y hasta de instituciones nacionales de gran alcurnia, aunque parezca mentira, con lo que es más probable que la sanción, tan nimia como pererî no tenga consecuencias negativas, sino todo lo contrario “qué fácil es hacerse publicidad con tan poco gasto cerebral y económico!!!” Vyrésa ko asunto legislativo.

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Hasta ahí las cosas, es decir, las agresiones sin muchas consecuencias y con grave alteración de la actividad legislativa, pero es obvio que, al contrario de cómo debe ser, que todo tiene su límite, en este caso de politiquería fácil y de aplausos más fáciles todavía, el resultado es que se va aumentando el volumen del disparate sin mirar a quién ni con qué consecuencias.

De ahí a llegar a la difamación y la calumnia hay y hubo un solo paso que cayó sobre la reputación de un profesional, militar en este caso, que recibió las agresiones verbales, difamatorias y calumniosas, poniendo incluso a riesgo su carrera; a lo que Payo respondió con la irresponsabilidad de siempre, pidiendo disculpas. Así de fácil y cómodo.

La difamación y la calumnia, como figura en nuestra legislación son delitos, porque causan perjuicios graves a la persona; pedir disculpas no exime de la culpa, por la irresponsabilidad de hacer acusaciones graves y falsas, con absoluta irresponsabilidad. En el actual mundo mediático hay ingenuos y maliciosos que utilizan esas calumnias para difundirlas y perjudicar al difamado; hay suficiente legislación internacional que ha llevado incluso a crear la Ley del Olvido, para paliar los daños que causa las lenguas viperinas: máxime cuando provienen de alguien que tiene representación nacional y el eco de un Parlamento para lanzar sus disparatadas e infundadas acusaciones.

Es hora de tomar en serio lo que hasta ahora se toma como una guarangada, de pésimo gusto para los afectados; de aplausos para los resentidos.

Será Justicia.

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