Por Jorge Torres Romero

La ciudadanía está ávida de funcionarios y políticos distintos que generen empatía. Recuerdo cuando ponderábamos la gestión de Soledad Núñez al frente de la ex Senavitat, ya la querían postular a la Presidencia de la República.

Ahora, lo mismo pasa con Payo, un transgresor, un irreverente anárquico, con un discurso frontal que entusiasma a gran parte de la sociedad y, de hecho, ya lo quieren promocionar para la máxima postulación política.

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En nuestra historia reciente pasó igual con Lugo. El “obispo de los pobres”, a quien convidaron a formar una mesa de diálogo con miras a una gran concertación nacional sobre proyectos puntuales a nivel país, patea la mesa cuando luego de una manifestación “dictadura nunca más” lo ovacionaron y ya quiso ser candidato a presidente, lo fue y tampoco hubo grandes cambios o transformaciones.

Ya hemos probado y experimentado de todo, un ex militar, un empresario exitoso, un político criollo, un obispo, un dirigente deportivo, ahora un hijo de la dictadura estronista: ¿Qué nos falta?

La consigna que enarbola Payo de “patear el tablero” va prendiendo, pero, no porque nos identifiquemos con Cubas, sino porque capitaliza el hartazgo de una buena parte de la sociedad para con la clase política dirigencial.

Nuestros políticos todos los días dan razones más que suficientes para el hartazgo ciudadano, pero de allí a que Payo construya una plataforma política es muy difícil. Por su historia de vida y naturaleza misma es un destructor, pero en el buen sentido, de mover esquemas y sacudir estructuras.

Cubas tiene la aceptación de un sector de la población, pero no tiene equipo, es solo él y su circunstancia, hoy oportuna, para que la ciudadanía deje de “perfumar a los muertos” de la política.

Este sacudón que genera Payo para con los actores políticos y la pronta aceptación ciudadana debe indefectiblemente convertirse en un llamado de atención a quienes llevan las riendas del poder para tomar el timón y concretar en base a grandes transformaciones para el país, por citar algunas: listas desbloqueadas, renovación de la Justicia (que se está encaminando), personas idóneas y honorables en cargos públicos, austeridad y buen uso de los recursos públicos, etc.

Lo innegociable es que, en Paraguay, no hay momentos para banalizar las instituciones por más corruptas que estas sean. Esto conduce poco a poco a la violencia y luego a la anarquía. Esto que ocurre con Payo Cubas es poco todavía, pero si no se reacciona podría ser una bomba de tiempo para la República.

Hoy se presume que con las actuaciones de Payo es el comienzo, pero ¿comienzo de qué? Esta es una pregunta que debemos respondernos entre todos. Lo claro es que, por más sanciones y suspensiones a la figura de este legislador, su popularidad aumenta y su figura se consolida, porque quienes deciden sancionarlo son precisamente a quienes la sociedad aborrece.

Payo no es el héroe que llegó para salvar al Paraguay, pero tampoco es el villano que distrae a la “clase” política con sus “locuras”. Es simplemente eso, un ciudadano con agallas que confronta con sólidas verdades a los eternos manguruyuses.

Mientras Payo va destruyendo, zapateando y gritando verdades, urge ir construyendo alternativas, pero basadas en los pilares democráticos y republicanos. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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