Por Alex Noguera

Periodista

alexfnoguera@hotmail.es

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Aunque parezca un juego de palabras, crear necesidad que no se necesita es una inmoral cotidianidad que pinta con brocha de artista el método de subsistencia cómoda de los parásitos. Y no me refiero a las chinches o piojos, que son amateurs en este rubro, sino a los muy espabilados seres humanos.

Este arte es imprescindible para una casta que vive de lujos haciendo nada. Bueno, “nada” es un decir, porque para vivir al menos hay que respirar, que de alguna manera es hacer algo, ya que hasta una garrapata tiene que “trabajar” rasgando la piel ajena para alimentarse.

Los métodos para desangrar son variados: unos usan aguijones, otros muerden, pero también están los que mienten y prometen lo que saben que no van a cumplir, como los políticos. O como el estafador que hace poco alquiló la misma casa (ajena) a 12 personas. Ahora este avivado del “negocio” inmobiliario encontrará paz detrás de los barrotes... porque afuera lo aguardan enfurecidas víctimas que no dudarían en darle su “alquiler” por la cabeza.

Que sea o no condenado es lo de menos, ya que según el informe del Mecanismo de Prevención de la Tortura (MNP), el 74% de las personas (8.451 privadas de su libertad en Paraguay) no tiene condena. Sí. El sistema judicial tiene enjauladas a 15.434 personas en dependencias con capacidad para apenas 9.000.

El pobre estafador deberá extremar recursos para comer de ahora en más puesto que el Estado asigna a cada reo G. 12.000 para tres comidas diarias. De la opulencia de tener 12 generosos inquilinos, ahora hasta tendrá que buscar dónde dormir. Si tiene suerte podrá agenciarse con algún colchón de pasillo en el que intentará descansar con un ojo abierto porque en su inmensa soledad, los internos buscan el cariño de los nuevos. Así, de ser un genio parásito, pasó a ser alimento de otro más grande y poderoso: la Justicia.

Pero el segmento de Astrea no es el único que vive a expensas de los demás y a la vista de todos con total impunidad. Tiene “honorables” colegas que de tan indeseables se ganaron el mote de ratas, apropiada denominación si se tiene en cuenta que fueron ellas las que transportaron la mortífera y temida peste negra, que diezmó un tercio la población de Europa hacia el año 1350. No son pulgas las que se ocultan entre el pelaje, son seres que se aferran de las urnas para no hacer nada y vivir como reyes, incluso por 30 años. O más.

Pero el arte de crear necesidad que no hace falta es imprescindible en todos los ámbitos. La salud no se libra, ya sabemos cómo deslindan “responsabilidades”. Si no lo creen, pueden preguntar sobre el mortal caso de Eli Parini.

Después de hurgar concienzudamente en las planillas de la función pública y de leer la cantidad de cargos “necesarios” que hay, me di cuenta que falta uno: el del tornillo. Deberían crear una Dirección General del Tornillo, porque es sabida la importancia que tienen estos objetos en las bisagras de las puertas. Para el presupuesto del año que viene se puede prever un rubro para el director general del Tornillo, otro para el jefe del Tornillo, otro para el asesor del Tornillo, otro para el coordinador, para el auditor y el auditor general, otro para los contratados del área, sin olvidar los refrigerios y mantenimientos correspondientes, además de los seguros por si acaso: de salud física y mental. También seguro de vida, porque la pérdida de un tornillo no es cualquier cosa. Algunos hasta se vuelven locos si no lo tienen.

La economía, con todas sus teorías, cada vez inventa más reglas para exprimir los bolsillos de los ciudadanos. Si no son multas, son presentaciones a cargo de “necesarios” contadores o vencimientos que antes no existían. Y mientras los atormentados contribuyentes ya no saben qué cinturón ajustarse para privarse del honesto fruto de su esfuerzo, el dinero corre como caudaloso río por el submundo del contrabando y de venta de drogas o una generosa Hacienda abre el grifo para sueldos de más parásitos.

Si fuera una solución, hasta los más “atribulados” de estos explotados ciudadanos, por más ateos que fueren, con seguridad recurrirían a la religión en busca de algún milagro que les alivie su cruz. Sin embargo, a pesar de que los prodigios no escasean, en esta época estos no provienen precisamente del cielo.

Así tenemos que la empresa encargada de distribuir la electricidad es la que fomenta la fe de los paganos, porque de otra forma cómo se explicaría que seis acondicionadores de aire consuman en pleno mes de enero nada más que G. 75.000. Como si fuera poco, los mismos aparatos doblan su consumo un mes más tarde. ¡Increíble!

Sí, de no creer, más todavía si por Whatsapp corren, por ejemplo, videos de medidores de electricidad que siguen funcionando a pesar de estar desconectados. ¿Qué nos espera si hasta la tecnología “chupa” la energía de los más débiles? Son épocas oscuras, aunque hay mucha claridad. Es evidente que crear necesidades innecesarias beneficia a los más talentosos parásitos de este arte.

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