- Por Pablo Alfredo Herken Krauer
- Analista de la economía
- Email: pherken@gmail.com
Me enseñaron en Alemania que los números hablan.“Pablo, toma los datos, calcula, presenta los resultados y deja que los números hablen. Dicen más que mil palabras”. Probemos. Veamos los números y resultados del momento económico actual. Nada fácil. Podemos administrarlo para no empeorar y avanzar mejorando. Pero el odio político y económico nos está enfermando y podemos asesinarlo.
Según el Banco Central, en los primeros dos meses del año el comercio exterior global cayó casi 3%. Las exportaciones solo subieron 0,6%. En ellas las reexportaciones (Ciudad del Este y otras) bajaron 7,4% (con 2 meses cayendo), carnes 8% menos, maquila sube 16%, pero no 57% como antes. Y las importaciones menos 6,3% cayendo en tres meses, y lo peor en lo que se compra para el consumo interno, la gente, menos 9%. Nada para alegrarse. Y mucho para preocuparse. Ahora, agarremos el informe de Hacienda. La recaudación de impuestos subió 4,2%, pero frente a una inflación del 2,7% sube 1,6%. Y como el dólar está casi 9% más caro, en realidad caen 25 millones de dólares. La inversión física sube 2,5%, por debajo de la inflación, y tres millones de dólares menos. Obras públicas empata. Hacienda dijo que quiere invertir este año 900 millones de dólares. Ruego a Dios que se pueda. 350 millones de dólares en el primer semestre. Y pago de proveedores por 50 millones de dólares. El año pasado la inversión del Gobierno sumó 831 millones de dólares. Y en el 2017 invertimos 1.208 millones de dólares.
Administrar este momento difícil para salir bien y lo más pronto requiere el sacrificio de trabajar juntos, dejar peleas políticas, envidias, rencores, resentimientos, soberbia, revanchismo, intolerancia, intereses creados, los eternos dramas de un país desgraciado por sus propios hijos en el eterno renacimiento una y otra vez de nuestros Caín y Abel por el horrendo pecado de la envidia. Nos está paralizando el veneno del odio y del desprecio. Rechazar una cementera de 180 millones de dólares en Concepción es lo más bajo, sucio e inhumano que un país en dificultades puede recibir. Por este camino nos vamos a destruir más y más.
Nuestra historia lo comprueba: el paraguayo es profundamente destructivo y para nada constructivo. Son bien recibidas las críticas y observaciones fundamentadas. Pero patear la olla por puro odio a un grupo económico es una barbaridad. Puro odio político con sangre (interés) económica, disfrazado con una falsa postura de “objetividad, independencia y defensa de los intereses nacionales”, que vende, pero traiciona. Grotesco. Medias verdades –peor que las mentiras– y juntando piezas para armar un rompecabezas hecho a medida.
Si hay delitos, que actúe la Justicia. Hay una sola. Pero no es así. Cada paraguayo tiene en sus manos y mente el poder de “su” propia justicia y se convierte en justiciero. Es la ley de la selva y es el escenario de la confrontación. Confrontación. Lo que más han hecho los paraguayos en toda su vida. Por ello el país que tenemos. Destruir es fácil, construir es muy difícil. Perdemos más de 2.500 millones de dólares cada año por lo que no hacemos, no dejamos de hacer. No. No y no.
No se juega con la comida de la gente pobre. Increíble, de no creer, los “demócratas” renacen el odio estronista que nos infectó con el virus terrible de la macabra división entre paraguayos. Entre “buenos” y “malos”. Soy el “malo”, ¿por el odio de los “buenos”? Más sucios que Maduro. Duele decirlo, pero hay que decirlo.