Por Augusto dos Santos, analista

Golda Meir sabía que Egipto y Siria se armaban para atacar en el Yom Kipur de 1973. Conocía la acumulación de armas y tanques existentes, pero, por primera vez, se encontraba atada de manos para ordenar un ataque preventivo. La razón era dolorosamente sencilla: tenía un compromiso con el presidente de EEUU, Richard Nixon, de no ser la nación que tuviera la iniciativa de un nuevo conflicto.

Cuando arranca esta guerra, que duro 9 días, el avance egipcio- sirio provocó duras bajas y derrotas en territorios conquistados en la guerra de los 6 días, más de un lustro antes, pero fue cuando empezó la reacción de Israel y la historia volvió a cambiar rotundamente.

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En el discurso a la Nación tras la primera derrota habría que explicar a un país horrorizado por las muertes de sus soldados –en solo 24 horas– por qué no se había actuado preventivamente a sabiendas de los planes. Fue entonces cuando el comandante y Ministro de Defensa, Moshe Dayan, pronunció aquel discurso en el que decía: “En este caso, el gobierno de Israel ha decidido no ser el primero en atacar, aunque estábamos seguros de que ellos iban a hacerlo; y eso para lograr una ventaja política, aun a expensas de una desventaja militar”.

LA VENTAJA POLÍTICA

Es muy rica la enseñanza de esta decisión israelí porque mediante el sacrificio de los primeros días de derrota logró eludir ser “el agresor”, lo cual puso a la comunidad internacional a su favor y provocó que Nixon fuera a apoyarlos con armas de inmediato. Perder un poco para ganar todo, se pudo haber denominado esta estrategia que tuvo un resultado triunfal.

No hay nada como la ventaja política en la estrategia del ajedrez del poder también a nivel interno en una nación. La ventaja política podría llamarse también “el relato final”, esto es, cuando se sacrifican ciertas cuestiones de inicio, humillaciones inclusive, porque ello hacia el final supondrá una ventaja política.

En el tablero nacional

Esto se puede transportar al tablero nacional en lo que sucede con los dos actores principales de la política paraguaya, Mario Abdo y Horacio Cartes, en este tiempo inédito de la historia en el que la oposición (sector que se opone al gobierno) no despierta de su sueño postsexual.

La apuesta de los asesores y publicistas de Abdo BENÍTEZ al empezar su mandato fue contundente: dejar a HC fuera del cargo de senador que se había ganado encabezando la lista de la ANR y generarle tantos golpes hasta dejarlo KO.

Los “estrategas” del Gobierno habían previsto que la reacción de HC en los primeros seis meses sería de guerra abierta y desesperada.

Con esa jugada y esa reacción de HC, aseguraban los asesores y publicistas, se iba a tener resuelto el panorama porque MARITO solo tenía que confrontar con Cartes en su primer semestre y eso le iba a dar una inmensa popularidad y los medios iban a olvidar sus errores y los opositores seguirían durmiendo. Lo que no sabían es que estos resultados iban a lograr “nomás luego” aun cuando HC no reaccionara.

Cuando los asesores y publicistas terminaron de explicar ese plan, en la primera semana de agosto del 2018, todos volvieron felices pensando que habían encontrado un filón de oro.

Sin embargo, diría Sabina

Pero HC no pisó el palito. Se quedó en su casa. Hizo solo dos discursos en 6 meses en los que pidió a sus congresistas apoyar a Abdo BENÍTEZ. Al operar de esta manera no hizo otra cosa que sacarle el piso a tal estrategia.

Ello ha sido muy difícil de administrar para los anticartistas duros del entorno de Marito porque generaba un problema que se veía venir y que a la larga iba a quedar al descubierto: de a poco los ciudadanos iban a pedir GESTIÓN, obras, emprendimientos y de a poco los empresarios iban a pedir condiciones, liquidez, clima.

Un día descubren que esa dulce forma de lograr éxito puteando contra HC tiene fecha de vencimiento y va teniendo cada vez menos renta, y, por sobre todo, que cumplidos seis meses, la población no quiere la cabeza de Cartes, sino trabajo, salud y educación.

Y transcurren los seis meses y encuentran al “objetivo” gerenciando nuevas ideas para generar puestos de trabajo a los paraguayos y logrando becas para jóvenes e inversiones en megaindustrias; peleando otras peleas y no –precisamente– contra Marito como estaba presupuestado. No hay mejor estrategia política que aquella que no se confía ciegamente en las artes de la acción-reacción. Los publicistas no entienden esto porque para vender una paleta todo lo que se tiene que lograr es que el cerebro motive el jugo gástrico de los niños y ordene qué hay que comprarlo. En política no funciona así.

Volviendo al relato inicial, no siempre la ventaja de ser primeros en desatar una guerra supone una ventaja política que definirá el final de una historia. “Matar” a Cartes fue una “idea” de los asesores del Presidente porque en la aldea de Paraguay la buena idea es todavía aquella que busca la destrucción del adversario. Y porque creían que con eso se iban a comprar impunidad para siempre en los medios anticartistas y además el éxtasis eterno de los opositores amigos. Pero esos son recursos provincianos que ya no se compadecen de la praxis política contemporánea. En la política de hoy no existen “silver bullets”. En política los enemigos no mueren definitivamente, peor aún cuando no muestran ganas de ser enemigos. Ante ello una ventaja política será siempre más importante que una ventaja armada. Lección harto difícil de aprender.

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