“Hemos vivido con los ojos pelones sin saber qué hacer con la democracia. De los aztecas al PRI, con esa pelota nunca hemos jugado aquí”.

Carlos Fuentes me puede. Una vez que lo conocí, me leí fácilmente diez libros suyos después, con voracidad. Considero que la publicación en 1962 de “La Muerte de Artemio Cruz” lo consagró como uno de los padres de la novela política. Uno de los que mejor la radiografían y escriben sobre ella como si de una amante conocida se tratara.

Algo así volvió a repetir, casi medio siglo después, con la publicación en el 2006 de “La Silla del Águila”. A ver, contexto: El PRI había gobernado México durante 70 años consecutivos, de 1930 hasta el 2000. La elección del candidato presidencial se daba cada seis años por designación personal del presidente, que algo habrá negociado con sus socios políticos. O sea, el presidente se elegía “entre los perros”. Con la entrada del país al NAFTA, los vecinos del Norte los apretaron un poco y el PRI tuvo que abrir sus elecciones internas, y esto devino en un efecto “bola de nieve” democratizador, que culminó con el triunfo del candidato opositor Vicente Fox, del PAN. Le siguió a su gobierno otro presidente del PAN, Felipe Calderón. Doce años sin PRI. Hasta que en el 2012 un candidato mediático, según las malas lenguas, creado por los medios de comunicación, tanto que hasta lo casaron con una estrella de telenovelas, surge como el nuevo “Golden Boy”, que llevará al Partido de la Revolución a ocupar de nuevo la Silla del Águila: Enrique Peña Nieto. Alias “el muñeco de torta”.

Es justo en el medio de estos doce años de PAN, en el 2006, cuando parecía que ya el PRI no tenía futuro, cuando Fuentes “se baja” este thriller político, con todos los elementos: un presidente bueno y abúlico, rodeado de una camarilla de intrigantes, calculadores y amorales consejeros, enemigos y ex aliados esperando en la retaguardia. Jugando a los títeres con todos ellos: María del Rosario Galván, un combo de bomba sexual y operadora política que un día le susurra en el oído a su joven amante, Nicolás Valdivia: “Tú serás presidente de México”.

Sí, Fuentes “predijo” la vuelta al poder del PRI seis años antes que ocurriera. Hasta fue generoso con los tiempos: el triunfo de Valdivia en la novela se da recién en el 2026. Seré trivial, pero es uno de los motivos por los cuales adoro este libro, además de la majestuosa prosa del autor.

Bueno, ese motivo y también esta genial anécdota: En la Feria del Libro de Guadalajara del 2011, un periodista le hace a Peña Nieto la pregunta de rigor: sus libros mexicanos favoritos. Yo no puedo entender que con la cantidad de asesores que este hombre tenía, nadie le había preparado un “post-it” con un par de títulos y autores. Pues, no. El “muñeco de torta”, luego de cinco agonizantes minutos, contestó, seguro: “‘La silla del Águila’, de Enrique Krauze”. Las redes sociales estallaron en burlas, contribuyendo Krauze y Fuentes a ello. A mí, lo que más risa me da, es que no solo se confundió con el nombre de un autor, se confundió con un libro que prácticamente era su biografía, que predijo su existencia y su futuro. Pero bueno, el pobre se habrá mareado porque como bien dijo esa profética novela: “Te ponen en el pecho la banda tricolor, te sientas en la Silla del Águila y ¡vámonos¡. …La Silla del Águila es nada más y nada menos que un asiento en la montaña rusa que llamamos La República Mexicana”.

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