- Por Augusto Dos Santos
- Analista
El Presidente anunció esta semana que él mismo encabezará la negociación del Anexo C del Tratado de Itaipú. Eso suena obvio como que Zapag declare que se hará cargo personalmente de Cerro Porteño. Pero que Abdo escoja nuevamente el camino de generar un gesto grandilocuente y aparatoso para demostrar que está al frente de algo ya empieza a ser un asunto curioso si se suma a las iniciativas anteriores. O él tiene una necesidad de reafirmarse o sus asesores lo desgastan. Nuevamente este hecho nos inspira a convocar a la gente que más lo quiera a cuidarlo al Presidente.
El jefe de Estado debe preservarse de desgastes y para ello manejar la materia que tiene alrededor, su gabinete y otros secretarios, recayendo sobre ellos la responsabilidad de ocuparse de operar las acciones políticas y técnicas de manera que se cumpla una ecuación muy sabia de una República: los éxitos deben ser del Presidente y los fracasos de sus colaboradores.
La sobreexposición no es garantía de éxito. Burt iba personalmente a barrer la basura de Asunción y eso no lo hizo precisamente el mejor intendente de la historia.
Los Asesores
Los ciudadanos tienden a creer que los que cometen errores en un gobierno son los asesores. Por eso el primer comentario que surge a la falla de un mandatario por parte de los votantes es: “qué mal asesorado está”. Los presidentes no deben dilapidar ese crédito porque es como la leche materna, le servirá muchísimo para atravesar los primeros años sin enfermar con la gripe de la impopularidad anticipadamente o, aún peor, soportar el síndrome de desconfianza hacia su liderazgo.
Los que cuidan del Presidente tienen el deber de enseñarle que ponerse al frente de todo, si bien le garantiza el titular del día siguiente, le expone -toda la temporada- a rendir cuentas de los sobresaltos que ocurran.
Es Doctrina Nomás
No se trata de ninguna excentricidad el planteo de proteger al Presidente de hacer cosas como encabezar una comisión altamente técnica “personalmente”. Es doctrina pura. El Poder Ejecutivo tiene una sola figura electa por el voto soberano: el señor Presidente. Nadie más. Con una rueda de repuesto, el Vicepresidente.
Lo que le obligaron a hacer sus asesores o lo que hizo él mismo, es colocarse en el foco de la insatisfacción que pueda generar el proceso de negociación... sin fusible alguno!; eso para quienes creemos en el presidencialismo y para quienes confiamos que un Presidente debe protegerse a como dé lugar porque es el liderazgo que una nación necesita firme hasta el final, es un apresuramiento demasiado naif, por ser sutil en la definición
La Sabia Historia
Basta leer la historia, la sabia historia, y detenerse -por escoger un detalle- en los tratados limítrofes del Paraguay que generaron furibundas polémicas. En todos los casos la figura que “pone el pecho” es el canciller y eso se puede constatar, muy sencillamente, rememorando el nombre de cada uno de tales tratados.
¿Por qué eso funciona de esta manera?
Es muy sencillo: porque “el sistema” busca proteger al Presidente de dos situaciones: el desgaste de los procesos negociadores y una eventual insatisfacción ciudadana por el resultado del diferendo.
El Presidente tiene que tener las manos libres para modificar el curso de una negociación si ella técnicamente se está inclinando hacia el fracaso. Para el efecto debe contar con la posibilidad de generar gestos políticos visibles. Un gesto político visible es operar un fusible, despedir a un funcionario al que se le atribuye la responsabilidad de una disfunción o un fracaso directamente. Al asumir este estilo de Boy Scout de ponerse adelante de todo, Marito se está usando a sí mismo como fusible y eso -alguien debe decirle- está mal. Es desgastante, lo haga él, lo hiciera Bolsonaro o lo hiciera Kennedy.
Los ciclos de los gestos presidenciales
La instalación de consignas en el imaginario no es un asunto de publicidad sino de comunicación política. Probablemente sea ese un problema que arrincona constantemente al gobierno. Al dejar su comunicación en manos de publicistas la tendencia es generarle al Presidente constantemente gestos heroicos. Al hacerlo tan pronto, se dilapidan las fichas del poder porque cualquier experiencia de cómo funciona esto sabe que la primera mitad de mandato es para fortalecerse y la segunda es para construir futuro.
¿Y Sachs?
Hay periodistas como Ramón Casco Carrera que han dedicado más de la mitad de su vida periodística a recorrer los recovecos del Tratado y a criticar sus errores. En contrapartida, hay demasiada gente en los medios y en la sociedad en general que no es capaz de saber qué dice el Anexo C del Tratado de Itaipú. Sin embargo, hubo un hecho en el que todos los medios y sectores coincidieron en calificar como plausible o por lo menos no generó crítica: la incorporación de Jeffrey Sachs como asesor principal del Gobierno.
La pregunta que uno se hace es: ¿por qué el Gobierno no aprovechó esto que tranquiliza a los ciudadanos antes de instalar un nuevo capítulo con Marito como negociador principal?
Los asesores del Presidente deben saber dos cosas: Marito no es el Capitán América. Él es el Presidente. Y en segundo lugar, cuando se logre la ansiada victoria de los intereses nacionales en la negociación con el gigantesco vecino, a quien vamos a aplaudir es al Presidente Abdo, así la negociación la hubiera hecho Sachs, Castiglioni o Marie Curie. Fuerza na.