Por fin el Gobierno reconoció públicamente que la “desaceleración” de la economía paraguaya es una realidad que no se puede ocultar ni discutir. A regañadientes, como no queriendo, pero lo hizo. Se demoraron. Fue un error porque se apartó de la gente. La misión del FMI le dio una ayuda extraordinaria en la explicación del porqué de la marcha más lenta de la economía. Ahora hay que trabajar y mucho sobre la expectativa de la gente. Para ello importa lo que se hace y la imagen que se proyecta. Dejar de mirar hacia atrás y compararse con el pasado es clave. Es al futuro al que hay que vencer. Y con gente decente y creíble. Ser optimista con el cuerpo humano de nuestro actual gobierno es casi casi un milagro.
Se puso caliente el hablar sobre cómo está nuestra economía, que por cierto anda tibia. De repente importa más lo que se dice y el cómo se dice que la misma realidad de la economía. La misión del Fondo Monetario Internacional (FMI) en su comunicado final el miércoles pasado arrojó luces sobre la maldita palabra de moda, “desaceleración”; es decir, ir más lento. Mientras el Banco Central del Paraguay (BCP) todavía mantiene su estimación y proyección de crecimiento económico del 4% tanto para el 2018 como para el 2019 (a la espera del calendario institucional para su actualización), el FMI ya las revisa y corrige. Habríamos crecido 3,7% el año pasado y creceríamos 3,5% este año. Clarísimo: 3,7% ayer y 3,5% hoy. Y recordemos, recordemos, que en el 2017, nuestro mejor año, crecimos 5%. Un 5% antes que ayer, 3,5% hoy. Eso es “desaceleración”. El FMI lo dijo y explicó mejor que Hacienda. La libertad sin presión política.
Dice el FMI que hubo dos tiempos el año pasado. Un buen primer semestre. Fuerte. Pero, después de mayo, en prácticamente todo se sacó el pie del acelerador y el segundo semestre fue más débil. Por causas externas, fundamentalmente, a partir de la horrible crisis argentina que enfermó la región. Y también causas internas. Este año la menor cosecha de soja afectará el crecimiento económico (¿por qué si la soja solo beneficia a unos muy pocos golpea a todos?), lo que será compensado parcialmente por el repunte del turismo y del comercio fronterizo (Ciudad del Este, como eje). Claro, si las monedas vecinas no vuelan.
Lo del FMI no se aparta en nada de la visión del grupo Basanomics 2019, expuesta en su segunda edición –la primera fue el 3 de diciembre pasado– con las muy buenas presentaciones de Carlos Fernández Valdovinos (ex presidente del BCP) y Santiago Peña (ex ministro de Hacienda) en Encarnación, también el miércoles pasado. Hay desaceleración, marcha mucho más lenta, desde junio del año pasado, pero vamos a continuar creciendo en un escenario complicado, pero sin crisis, sin inestabilidad. Creceríamos entre 3,25% y 3,75%. Con 4% de inflación, un dólar a 6.300 guaraníes y sin violar la ley de responsabilidad fiscal (déficit fiscal no superior al 1,5%/PIB). Para ambos ex responsables del manejo de la política económica, en el 2015 pasamos por la misma situación y no caímos. ¿Y ahora? Salir de la “desaceleración” con más y más obras públicas, freno al gasto corriente y bajar tasas de interés (BCP). Son muy necesarios para poder estar mejor en la segunda mitad del año, en un escenario más favorable. Y con un Gobierno ya ajustado, rápido y cambiando el mal humor de la gente.
El ministro de Hacienda, Benigno López, después de un feo comunicado oficial del Equipo Económico Nacional (EEN), usó el jueves una explicación sencilla, inteligente, por fin, de sentido común. “Hay que ver la película y no la foto”, dijo. Le corrijo: “No hay que detenerse mucho en la foto o el momento, seguir viendo la película, que tiene una buena historia, que no se corta, no termina”. No estamos en crisis, caída, recesión, depresión, caos, fue la conclusión de Basanomics. La cancha es buena. Ganábamos y empatamos. El partido continúa. A meter más goles. Y cambiar el mal humor de la hinchada. Cuando la percepción o sensación de la gente es negativa, la realidad no solamente es dura, sino mala. Y la expectativa es pesimista. Importan los números de la realidad, pero también el alma de Juan Pueblo. Un gobierno sin buena imagen no contagia optimismo. Y se desconfía de la confianza. Duele decirlo, pero hay que decirlo.