Este domingo se inicia en la Argentina el proceso electoral que permitirá a buena parte de los habitantes de este país dedicarse a una de las pasiones que comparte cartel con el fútbol: la política.

En la patagónica provincia del Neuquén hoy se elige a un gobernador. Y así será en otros territorios hasta el domingo 16 de junio, cuando se vote para el mismo cargo en la litoraleña Santa Fe, último bastión político en poder del Partido Socialista (PS). Entre esos dos comicios también se concretarán procesos electorales provinciales en otros seis distritos: Chubut, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa, San Luis y San Juan.

El federalismo argentino permite que cada provincia fije sus propias fechas comiciales que podrán coincidir o no con las elecciones presidenciales. Valioso recurso federal devenido en herramienta de mezquinas prácticas de supervivencia política para no pocos dirigentes que coinciden entre sí por sus vocaciones feudales.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Con excepción de Neuquén, gobernada por Omar Gutiérrez, aspirante a su reelección, del Movimiento Popular Neuquino (MPN) –partido provincial que desde 1963 no pierde ninguna elección–, las restantes están todas en poder del opositor Partido Justicialista (PJ). En consecuencia, si en cada distrito no emergiera de las urnas algún cambio que favorezca al oficialismo nacional que lidera el presidente Mauricio Macri, en muy poco se modificaría el mapa político actual de la República.

Asimismo, tres aliados del presidente en el frente Cambiemos por la Unión Cívica Radical (UCR), que gobiernan las provincias de Corrientes, Jujuy y Mendoza –en las que todas las encuestas aseguran hasta ahora que no se producirán modificaciones–, los comicios serán, respectivamente, el 2 y 9 de junio y el 29 de setiembre.

En términos de porcentaje, el territorio neuquino –del que se trata este domingo– contiene apenas el 1,5% del total del padrón nacional, lo que claramente representa una muestra escasa como para proyectar el futuro nacional a partir de lo que surja de la voluntad popular en ese punto geográfico sureño, limítrofe con Chile.

Sin embargo, el período que se inaugura hoy tendrá dos estaciones nacionales relevantes en el proceso electoral que definirá la suerte o la desgracia de Macri y su proyecto de poder: el 11 de agosto venidero, fecha en que se realizarán las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) para conocer quiénes serán los que lo desafiarán y, finalmente, el 27 de octubre, las presidenciales.

En verdad, todos los procesos provinciales ya mencionados –atados legal y legítimamente al espíritu federal de los inicios de la nación– se vinculan más con las especulaciones que con el federalismo.

Sucede que tanto el presidente Macri, líder del oficialista frente Cambiemos, como la senadora y ex presidente Cristina Fernández (2007-2015), de origen peronista –quienes parecería que al final del camino dirimirán sus diferencias en la presidencial que viene–, según coincidentes encuestas, tienen altos niveles de rechazo popular. Más del 50% de los consultados afirman que “NO” los van a votar. Sin embargo, aproximadamente un 30% de los requeridos por los encuestadores, en cada caso, asegura que “SÍ” los elegirán.

De allí el apresuramiento de los gobernadores –entre los que se encuentran numerosos peronistas– para convocar a las urnas en sus distritos con el objeto de asegurar sus eventuales reelecciones y reducir los riesgos de perder si atan sus destinos políticos a los comicios presidenciales que, hasta el momento, se avizoran como polarizados entre Mauricio y Cristina.

No son pocos los analistas, al igual que muchos ciudadanos y ciudadanas en este país, que entienden que el futuro de los argentinos, pese a quien le pese, se debate entre dos fracasos, cuyos protagonistas, lejos de aceptar sus fallos, persisten y se ofrecen como reales portadores de las llaves del Mandala sin aceptar que, como canta Fito Páez, “se quebró”. Apuestan a la alternativa de ser –en una eventual segunda vuelta– el mal menor a elegir para seducir al tercio restante que, por lo menos hasta ahora, al momento de querer conocer sus voluntades, se manifiesta, por lo menos, indeciso. Nada nuevo. Desde mucho tiempo en la Argentina los líderes de las desesperaciones personales apuestan a la nada misma alejados de una sociedad a la que solo se acercan a través de las encuestas o de los grupos focales para proponerles luego cambios, futuros, regresos, pasados de gloria, batallas culturales, códigos éticos, valores, mejoras en la calidad de vida. Suena a hueco. Más de lo mismo.

Hacen que la política haya devenido en retrodictiva y de ninguna manera predictiva para cambiar la realidad. Sobreinterpretan a Maquiavelo y dejan atrás la idea de que “la política es el arte de lo posible” porque para muchos de ellos, posible es todo. No evidencian con sus palabras y acciones que se proponen “hacer posible lo necesario”, como proponía el ex presidente de Francia, Jacques Chirac

“Son todos iguales”, suele decir el hombre común que como en una dramática confirmación de los supuestos de Chesterton percibe los acontecimientos como “una nueva persecución” que atenta contra su libertad.

De allí que cada uno de los resultados que vendrán en las elecciones provinciales mencionadas –de cara a la presidencial de octubre– será celebrado por los unos o por los otros como el triunfo de lo mejor sobre lo peor aunque, en verdad, solo se trate de una victoria circunstancial en un pequeño feudo a cuyos habitantes una y otra vez les dirán hasta el hartazgo que son y serán felices, que vivirán mejor, como consecuencia de su voto.

Alguna vez Emmanuel Kant señaló que “cuando nosotros decretamos lo que debe ser la felicidad del otro, le estamos arrebatando el valor humano supremo: la libertad”.

Y es en este punto donde la política argentina torna dramáticamente borgiana y evidencia que a los más relevantes actores públicos –y al pueblo mismo– no los une el amor, sino el espanto.

Déjanos tus comentarios en Voiz