No soy (ni quiero ser) Paulo Coelho, Osho o Bucay. Porque nada más lejos de las bellas palabras de estos autores que buscan dar ayuda a mentes inquietas por el trajinar diario y las frustraciones y sinsabores que nos da la realidad cotidiana, que estas líneas que siguen escritas por un neurocirujano que culpa absolutamente de todo a los neurotransmisores y a su acción sobre estructuras cerebrales. Y, sin embargo, hoy, en los párrafos siguientes de esta columna que busca semana a semana cautivar tu interés por las neurociencias y ese maravilloso órgano de la evolución humana que es el cerebro, te voy a contar qué es la felicidad, eso que todos buscamos, todos anhelamos, pero que no todos consiguen. Vamos a desentrañar “a vuelo de pájaro” qué es esa hermosa sensación, dónde reside en el cerebro y, sobre todo, de qué depende para que exista. Para que, aplicando las neurociencias, puedas construir una vida un poquito mejor cada día.

Si les pido definir a la felicidad, muchos o casi todos dirán: salud, dinero, amor, familia, religión... son conceptos, pero no son la felicidad en sí. Si nuestro cerebro tuviera la respuesta, nos mostraría en “idioma cerebral” que la felicidad no es otra cosa que la convergencia de esos factores de nuestra vida conjuntamente con un cúmulo de sensaciones llegadas como estímulos eléctricos desde afuera y procesadas en una porción de nuestro cerebro llamada sistema límbico. Y esa convergencia de sensaciones y emociones se da en una región especial del cerebro llamada precuneus, situada en el lóbulo parietal en su cara media, y cuya activación se da cuando se experimentan las emociones y la satisfacción de vivir la vida de manera absolutamente consciente (de lo cual sacamos la primera conclusión: ningún mecanismo que afecte nuestra conciencia como las drogas o los sedantes puede hacernos felices).

La gente experimenta de manera diferente las sensaciones de la felicidad. Las emociones que generan en algunas personas una buena charla, ir a ver a su equipo favorito a la cancha o estar con la persona amada, disparan el estímulo del precúneo que es el que se encarga de liberar las sustancias que hacen que nos sintamos tan bien, que seamos felices. Aún no sabemos el mecanismo exacto de cómo funciona la felicidad, pero cuando lo sepamos podremos medir con una especie de “felicidómetro” la cantidad de felicidad que poseemos y lo que realmente nos hace felices. De hecho, las personas que a la resonancia magnética (estudio que permite ver la anatomía del cerebro de manera única e incomparable) mostraron tener mayor sustancia gris en el precúneo (es decir, mayor cantidad de neuronas) fueron capaces de sentir la felicidad de manera mucho más intensa y también la tristeza de manera menos intensa, que otros con menor tamaño precuneal: las personas con precúneo más grande son más felices (de aquí surge la segunda conclusión: la felicidad tiene una base anatómica que puede desarrollarse... o atrofiarse...).

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¿En qué nos ayuda saber esto? En que hay estudios que han demostrado que existen acciones que aumentan el tamaño del precúneo, es decir, de la zona responsable de un cerebro feliz. Estas acciones son, por ejemplo, la meditación, que ha demostrado aumentar el tamaño de la sustancia gris en el precúneo (de aquí surge la tercera conclusión: se pueden desarrollar programas que incrementen la felicidad mediante el entrenamiento para desarrollar el precúneo... es decir, se puede aprender a ser felices).

Así como hay zonas que son las responsables de la felicidad, también existen sustancias que son verdaderos “combustibles” de la máquina de ser felices que funciona dentro de nuestro encéfalo. Estas sustancias (que conoceremos en otros sábados en esta columna) son nuestra ya conocida dopamina (responsable del placer y la motivación), la serotonina (activadora positiva del estado de ánimo) y las endorfinas (culpables de la sensación de felicidad y bienestar). El saber que la felicidad es un estado de buen funcionamiento cerebral y que existen zonas anatómicas del cerebro que deben desarrollarse para ser plenamente felices, conjuntamente con la producción de sustancias que son el verdadero motor de nuestro bienestar, hace que cada sábado yo esté ansioso de seguir estando DE LA CABEZA junto a ustedes.

Total, solo se trata de ser felices. Y el cerebro tiene todas las respuestas.

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