La situación que vive el Paraguay de corrupción generalizada en los procesos licitatorios, de adjudicaciones jugosas en entidades públicas a los amigos y parientes, de indefensión de la ciudadanía ante el avance de la delincuencia, de estado de abandono de las escuelas públicas, de desidia en la gestión de salud, de copamiento de políticos salpicados con la narcopolítica en cargos electivos, de injerencia política directa en la Justicia, de nepotismo y nombramientos arbitrarios sin concursos de méritos en los ministerios, de descontrol en la autoasignación escandalosa de partidas salariales a privilegiados sin méritos más que por amiguismo, son casos solo comparables con la más corrupta gestión de la transición a la democracia como lo fue el gobierno del argañista Luis Ángel González Macchi (1999-2003).

Tantas anomalías no pueden ser ya simples distracciones, artilugios a los que recurren a veces los gobiernos para que la ciudadanía no se ocupe de pensar en las falencias de gestión. Lo concreto es que este rosario de irregularidades del gobierno (Ejecutivo y Legislativo) es apenas un listado de lo que viene a la mente en un instante, sin detenernos a chequear efectivamente para sumar la enorme cantidad de desprolijidades que se están dando en las instituciones públicas. El Ejecutivo tiene a su favor que muchas de las culpas recaen sobre los hombros de hombres (incluye también a mujeres) del Congreso Nacional, donde los aliados políticos de Añatete hacen lo que se les canta en perjuicio de la imagen de gestión presidencial y más que nada de “la gente”.

Me llama la atención que un hombre que enarboló siempre en reuniones y discursos de campaña principios e ideales nobles con respecto a su pueblo, hoy esté permitiendo o no haciendo nada –no sé cuál es la diferencia en este caso– para detener y revertir ese cúmulo de denuncias –que crecen día a día– de malos manejos en la administración del Estado. Los parlamentarios que responden a Colorado Añetete son igual de responsables, porque desde el púlpito de esas bancas nacen muchísimas órdenes para todo tipo de tropelías contra los intereses nacionales.

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Antes de las últimas elecciones presidenciales, en que me cupo trabajar en comunicación por muchos años muy de cerca con políticos en campañas electorales, conocí a un Mario Abdo Benítez diferente, que se perfilaba como un joven que si llegaba a la cúspide del poder iba a ser inflexible con sus colaboradores ante el más mínimo atisbo de corrupción; alguien que no toleraría el uso de dinero oscuro para hacer proselitismo en su movimiento, ni permitiría a su lado a cuestionados políticos, ni que se registren denuncias graves como las que se están dando en su gestión. Petropar y Senabico, los casos más sonados.

No es lo que vemos hoy, lamentablemente. A veces sospecho que el número uno fue “secuestrado” y está maniatado y amordazado por una vieja rosca que ya estuvo en el poder para que no pueda reaccionar. Cierto o no, esa actitud lo está perjudicando notablemente en un corto lapso. Apenas lleva seis meses al frente del Ejecutivo y su imagen no supera el 50% de aceptación popular. De seguir así, ¿cómo sería la percepción ciudadana de aquí a un año o dos? y, ¿cómo llegaría su movimiento en este caso a las elecciones municipales? ¡Allá él!, pero la cuestión es que en el medio está “la gente”. Espero que reaccione rápido y se dé cuenta de que de seguir así no llegará a buen puerto y estará hipotecando su joven figura política. Prefiero creer que los primeros meses en el poder solo lo tienen obnubilado y que todavía se está acomodando con el “peso” de la corona y el bastón de mando, y que más adelante, ya sólido en el sillón, comenzará a sacar las agujas del pajar para sorpresa de sus amigotes. Gobernar es un arte, no se hereda ni se compra.

Asusta a veces el silencio y la inacción ante tantos hechos. No puede ser que el Presidente se muestre indiferente y saque la nalga de la jeringa ante todo lo que ocurre con el preso diputado Ulises Quintana, uno de los allegados de Añetete, quien reconoció que recibió aportes de “Cucho” para proselitismo y quien desde la cárcel se pega el lujo de hacer campaña electoral para intendente de Ciudad del Este. Para peor, el senador Enrique Bacchetta, también de Añetete y titular del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, se pronuncia en redes diciendo que la detención del diputado es injusta, lo que ya provocó una reacción inmediata de repudio en cadena de la Fiscalía y de la clase política.

Es el momento de hablar, de pronunciarse, de sentar posturas. Aquellos y aquellas de la oposición que en gobiernos anteriores ladraban ante el desliz más insignificante o tropiezo, deben bajarse del pedestal de la comodidad y comenzar a hacer los reclamos en el nombre de 8 millones de ciudadanos que ven lo que sucede y aguardan respuestas. El que no o la que no lo hace, tiene tapada la boca con dinero sucio o con una feroz prebenda. Por suerte, desde hace un tiempo todo se sabe más tarde o más temprano.

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