La decisión de Juan Arrom y Anuncio Martí de recurrir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para denunciar al Estado paraguayo y pedir una indemnización de US$ 100 millones porque supuestamente fueron torturados por efectivos de la Policía Nacional, muy probablemente se convertirá en un boomerang para estos “camaradas” seguidores de las FARC, de Castro, del “Che” Guevara, de Chávez y seguramente también del dictador Maduro.
Calladitos, así como estaban, pasaban desapercibidos para el mundo, pero ellos mismos se encargaron de patear el avispero y hacer que todo un país –especialmente los jóvenes– y el continente paren la oreja con respecto a las desmedidas y alocadas pretensiones de estos personajes que se hicieron conocer más por sus vínculos con la banda de Choré y el EPP que por sus nobles acciones políticas.
Como si fuese que pasó ayer, Arrom y Martí se encargaron de reflotar detalles de lo que fue el primer secuestro de la era democrática hecho con asistencia y técnicas de las Fuerzas Armadas Revolucionadas de Colombia. El secuestro y “ganancia” obtenida con este primer secuestro del nuevo milenio fue justamente la llama que avivó la industria lucrativa del secuestro para los “amigos” y ex integrantes del MPL, donde recibieron las bases ideológicas para llevar adelante una lucha armada en el nombre del pueblo sin importar los medios para llegar al fin.
Pero como diría el viejo dicho popular, ho’a hacha ipyre (se les cayó el hacha por el pie) porque la reacción en contra fue tan grande que ni el llanto de una hermana en vivo logró revertir la animadversión de la gente con respecto a estos sindicados de delincuentes y prófugos de la Justicia paraguaya. Los jueces de la Corte IDH no solo que no les creyeron, sino que además les insinuó su nuevo destino: el Brasil de Jair Bolsonaro tiene ahora las puertas abiertas para expulsar a ambos de ese país para que vengan a afrontar sus cuentas pendientes con la Justicia.
Arrom y Martí son los fundadores del Movimiento Patria Libre (MPL) a finales de la década del 90 e imputados por la Fiscalía como principales sospechosos de haber secuestrado a la empresaria María Edith Bordón de Debernardi. Ambos se fugaron del país dos días antes del inicio del juicio para no enfrentar los cargos por el secuestro de la esposa de Antonio Debernardi (h) y cobro multimillonario por la liberación de la misma, que había sido tenida en cautiverio no muy lejos de Asunción en un sótano.
Los últimos días de la semana pasada todos hemos sido testigos, gracias a la transmisión en vivo de esos eventos en San José de Costa Rica, cómo dos avivados pretendían estafar al Estado con una suma descabellada que solo puede ocurrírsele a gente desquiciada y acostumbrada al dinero fácil. Este juicio abrió el grifo de los recuerdos y rápidamente, gracias a las redes sociales, el pueblo paraguayo accedió a toda la información necesaria para sacar sus conclusiones. Sospecho que los Arrom se estancaron en el tiempo y no creyeron que este juicio iría a mediatizarse tanto para América y también el mundo. ¡Oh sorpresa! Es muy probable que se hayan olvidado del papel que juegan actualmente las redes sociales para el juzgamiento de la ciudadanía con respecto a los sucesos de hoy y del pasado.
La gente honesta y trabajadora de este querido país, que es la mayoría, se indignó y expresó de todas las maneras posibles su profundo repudio a los Arrom y Martí, así como su solidaridad plena con los familiares de las víctimas de secuestros en Paraguay. La señora María Edith y el senador Fidel Zavala, símbolos vivientes de lo que no debe ocurrir más, hicieron bien en presenciar la audiencia de la Corte IDH. Por suerte, la solvencia de los jueces de esta instancia internacional suplió la pobre gestión de nuestro procurador general, Sergio Coscia, a quien se lo vio muy frío, poco emotivo y con escasa preparación a la hora de la defensa del Estado. Al menos, eso es lo que vimos. Por su lado, el fiscal Édgar Sánchez cumplió bien; fue bastante elocuente y directo, sin vueltas. Estuvo a la altura de lo que se esperaba. Por el lado del Presidente, creo que hay consenso de que viajó de manera innecesaria, a no ser que con el tiempo nos enteremos que tuvo algún rol relevante tras bambalinas.
Al margen del pálido papel de nuestras autoridades en la defensa del Estado, quedó constatado que estos magistrados de la Corte IDH que hemos visto por televisión no comen vidrio y no se dejarán engañar así nomás por embusteros como Arrom y Martí. ¡Por Dios, así cualquiera! Este juicio internacional nos sirvió también para saber dónde estamos parados y darnos cuenta de que nuestros fiscales y magistrados deben tener una mejor preparación para ponerse a la altura del resto del mundo. El Estado mismo debe invertir más para defender a nuestro país en instancias como estas, con más razón cuando contamos con empresas binacionales que nos obligan a mantener un constante diálogo con nuestros pares de Argentina y Brasil, dos grandes socios del Mercosur.
Creo que hay que estar tranquilos, pero en alerta. Por ahora, la gente ya los tildó a Arrom y Martí como unos bandidos extorsionadores que creen que se pueden burlar así nomás de todo un pueblo. La acción, esta vez, les salió el tiro por la culata.