En tiempos de la Internet, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) propone –desde 2011– recordar cada 13 de febrero el Día Internacional de la Radio.
Sin embargo, no son pocas las personas que piensan que la radio es parte del paleolítico de los medios, por llamar de alguna manera rápidamente comprensible los comienzos del soporte radial en el inicio Siglo XX, cuando Enrique Susini, César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica, “Los Locos de la Terraza”, como se los apodaba por entonces en Buenos Aires, Argentina a aquellos cuatro pioneros que el 27 de agosto de 1920, transmitieron desde el Teatro Coliseo, la opera Parsifal, de Richard Wagner, que pudieron escuchar apenas medio centenar de personas que poseían receptores radiales. Aunque la ONU no recuerda aquel hito sino el comienzo de la Radio de las Naciones Unidas, en esa fecha, en 1946.
Desde entonces, mucha historia ha transcurrido y no fueron escasos los momentos en que los apresurados epocales de todos los tiempos extendieron absurdos certificados de defunción de la radio. Sin embargo, ella está allí. Comunicando desde y como siempre.
A pesar de esa realidad audible y, por qué no, hasta tangible, los constantes desarrollos tecnológicos inducen –especialmente desde la lógica urbana de la presunta existencia de una hiperconectividad que todo lo alcanza– a imaginar que la radio comunica menos cuando, tal vez, sea más adecuado pensar que lo hace en otra dimensión.
“La radio sigue siendo el medio de comunicación más dinámico, reactivo y atractivo que existe, al tiempo que va adaptándose a los cambios del siglo XXI y ofreciendo nuevas formas de interacción y participación”, sostiene la ONU que no duda en categorizar a “las redes sociales y la fragmentación del público” como “el peligro” de que “nos agrupen en ‘burbujas’ informativas formadas únicamente por personas afines”.
En ese contexto, puntualiza que “la radio figura en una posición única para unir a comunidades diversas y fomentar el diálogo positivo y el cambio” porque “nos informa y nos transforma a través del entretenimiento, la información y la participación del público” y, señala: “Al tener una radio, nunca se está solo y siempre se cuenta con la compañía de un buen amigo”.
La radio no es parte de lo virtual. Sí de lo real y provoca al imaginario. Instituido o a instituir. Tiene la capacidad suficiente para llegar hasta donde no se sabe que llega. La Internet, sólo alcanza a poco más del 48% de la población global. Cerca del 52% restante, está desconectada.
La radio, está en todas partes y, aunque aparezca con posible vocación y aptitud monologuista, es diálogo –con uno mismo o con la otredad a la que puede construir negativa o positivamente– es triálogo, es multiplicidad, es diversidad, es todas las voces, es presencia cuando las ausencias, es asistir cuando las emergencias, es la posibilidad de resistencia de la sociedad civil cuando las opresiones o las convocatorias a las violencias, a los conflictos que –sí y sólo sí– pueden comenzar a resolverse a partir de la palabra porque es la práctica más adecuada para “construir la paz en la mente de los hombres y de las mujeres”, como lo señala la Unesco.
Desde esa perspectiva es que Naciones Unidas propone como lema para esta jornada “diálogo, tolerancia y paz” porque entiende que la radio es el soporte (la herramienta) más apta “para promover el entendimiento y (que) las comunidades (sean) poderosas”. Para empoderarlas democráticamente. Para incluir. Para sensibilizar. Para entender, comprender y comprehender que “somos miembros los unos de los otros”, como lo propone algún texto que muchos millones consideran sagrado. Para educar y ser educados. Para que el guaraní, entre otras –en este 2019 que es el Año Internacional de las Lenguas Indígenas– nunca se extinga…
ES CONVIVENCIA
De allí que la radio es mucho más que tolerancia. Es convivencia. Vivir con. Es supervivencia. Es la práctica más apta para respetar las ideas, las creencias o, simplemente, lo que hace la otredad cuando eso que hace es bien diferente o hasta contrario de lo que hago o hacemos. Es re-conocer lo conocido, sea lo que fuere. Ideas políticas, creencias, religiones, opciones, migraciones. desplazamientos…
Por esas razones, también la radio es paz que, como tal, no es sólo la inexistencia de la guerra o del conflicto ya que se trata de una cultura. De una práctica.
Y, quizás por todo lo escrito y dicho –que cuando se debate sobre radio siempre fue, es y será poco– es que la radio siempre está encendida. Aunque se hagan titánicos esfuerzos para apagarla o para que la apaguemos porque –si dudas– el mejor camino para no pensar será el de no escuchar, el de no percibir y ese sendero, no lleva a ninguna parte.
A poco tiempo de cumplir un siglo desde aquella primera transmisión ya mencionada se puede afirmar –en este Día Internacional de la Radio– que fuimos, somos y seremos la radio.